Psicosis (Parte 4/5)

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Viernes

Al menos creo que es viernes. He roto todos mis aparatos electrónicos. Destruí mi computadora. Cualquier cosa en ella podía, a fin de cuentas, ser manipulada por medio de la red. Sé de eso, soy un programador. No podía arriesgarme. Cada pequeño dato respecto a mí, mi nombre, mi correo, mi ubicación, todos fueron cosas que he dicho. He releído lo que he escrito una y otra vez. He intentado juzgar lo que he escrito, bailando entre el miedo y el escepticismo. A veces me consta que una entidad está decidida en el simple objetivo de hacerme salir de aquí: desde el principio, Amanda no hizo más que pedirme que abriera la puerta y saliera. Puedo leerlo, puedo leerlo claramente ahora.

Trato de ver las cosas desde todos los ángulos. Por un lado, soy un lunático que ha interpretado una convergencia de probabilidades extremadamente improbables, pero factible: no asomarme en el momento adecuado, no ver a otra persona por mero azar, recibir un correo extraño como los miles que es posible recibir, pero en el momento preciso. Por el otro lado, esa convergencia de probabilidades es la única razón por la cual lo que sea que está afuera no me ha atrapado aún: no abrí la puerta corrediza del tercer piso, y tal vez nunca debí abrir la puerta metálica al final del corredor. No volví a abrir la puerta de mi apartamento después de abrir la puerta metálica. Lo que sea que esté allá afuera —si es que está allá afuera— nunca «apareció» en el pasillo antes de que la abriera. Tal vez se había dedicado a cazar a todas las personas que se encontraban al descubierto y luego esperó, hasta que delaté mi existencia al tratar de llamar a Amanda... una llamada que no se concretizó hasta que eso me hablara y preguntara mi nombre.

Mi temor literalmente me abruma cada vez que intento acoplar todas las piezas de esta pesadilla. Ese correo —corto, cortado— era de alguien intentando decir algo. ¿Una advertencia aliada, intentando llegar a mí antes de que fuera muy tarde? Ver con mis propios ojos, no confiar. Puede que tenga dominadas a todas las cosas electrónicas, que haya elaborado una enorme red para engañarme y hacerme salir. ¿Por qué no puede entrar? Tocó la puerta, así que al menos, parcialmente, es sólido. La puerta. La idea de esas puertas como monolitos guardianes en el tercer piso aparece cada vez que mis pensamientos siguen este rumbo. Si hay alguna entidad etérea intentando que salga a la intemperie, quizá esa entidad es incapaz de cruzar las puertas.

No paro de pensar en todos los libros que he leído, en todas las películas que he visto, tratando de encontrar la respuesta a esto. Las puertas siempre han sido gatillos de la imaginación humana, plasmadas en numerosas ocasiones como portales de singular importancia. ¿O quizá la puerta es muy gruesa? Yo no podría derribar ninguna de las puertas de este edificio, especialmente las del sótano. Dejando eso a un lado, ¿por qué me quiere a mí? Incluso yo puedo imaginar al menos una docena de formas de matarme, incluyendo dejar que me pudra aquí abajo y muera de hambre. Quizás eso es precisamente lo que está haciendo. Está llenándome de miedo; pero ¿y si no quiere matarme?, ¿y si puede hacer algo peor? Dios, ¡¿cómo salgo de esta pesadilla?!

Llaman a la puerta...

...

Le dije a la gente del otro lado de la puerta que necesitaba unos minutos más para pensar las cosas y saldría. Solo estoy escribiendo esto para decidir qué hacer. Al menos esta vez he escuchado sus voces. Mi paranoia —sí, reconozco que estoy siendo paranoico— me hace pensar en todas las formas que una voz humana podría fingirse por algún medio electrónico. El pasillo podría estar lleno de altavoces simulando voces humanas. ¿Realmente les tomó tres días venir a hablar conmigo? Se supone que Amanda está ahí afuera, junto con dos policías y un psiquiatra. Tal vez les tomó tres días pensar qué decirme. La explicación del psiquiatra sería muy convincente, si decidiera creer que todo esto no ha sido nada más que un extraño malentendido, y dejar fuera de la ecuación a la entidad que intenta engañarme para abrir la puerta.

El psiquiatra tiene la voz de un viejo. Autoritaria pero sensible. Me agrada, me recuerda a la de mi propio padre. Dice que sufro de algo llamado «cíberpsicosis», y soy solo uno más de una enorme epidemia que se cuenta por miles, detonada por un correo sugestivo que «se filtró de alguna forma». Juro que lo dijo así: «Se filtró de alguna forma». Creo que intenta decir que se esparció por todo el país inexplicablemente, pero sospecho demasiado que a la entidad se le ha resbalado algo. Dijo que soy parte de una ola de «comportamiento emergente», que muchas personas más están enfrentando mi mismo problema, y el mismo miedo, aunque nunca nos hayamos comunicado.

Eso explica el correo que recibí sobre ver con mis propios ojos. No recibí el correo detonante original, recibí un derivado. Mi amigo pudo haber perdido la razón también, y ha intentado advertir a todo el mundo sobre su miedo paranoico. Así es como el problema se esparce, afirma el psiquiatra. Pude haberlo esparcido también con el mensaje que envié por el celular y los que mandé por Messenger. Alguno de todos esos contactos podría estar volviéndose tan loco como yo después de haber leído uno de esos mensajes, y ahora estar interpretando la realidad en la forma en la que yo lo estoy haciendo.

El psiquiatra me dijo que no quería «perder uno más». Que la inteligencia de gente como yo es precisamente nuestra perdición. Trazamos conexiones tan bien que incluso las trazamos en donde no deberían estar. Dice que es fácil comenzar a acumular paranoia en el mundo en el que vivimos ahora, un lugar en constante cambio en el que cada vez mayor parte de nuestra interacción es simulada...

Hay que admitirlo, es una explicación hermosa. Reúne y explica todo. Lo explica perfectamente, de hecho. Ahora tengo todas las razones del mundo para sacudirme este horror atávico de que algo se encuentra del otro lado de la puerta listo para capturarme y llevarme a un destino peor que la muerte. Sería tonto, tras oír esa explicación, permanecer aquí hasta morir de hambre para evitar a esa entidad que quizá ya haya atrapado a todos los demás. Sería tonto pensar, tras oír esa explicación, que yo soy una de las pocas personas que restan en un mundo vacío, escondiéndose en la seguridad de su sótano, jodiendo a una impensable y engañosa entidad que juega a ser omnipotente con tan solo rehusarme a abrir una puerta. Es una explicación perfecta para cada evento extraño que he escrito aquí, tengo todas las razones del mundo para dejar ir mis miedos, y abrir esa puerta.

Y es exactamente por eso que no lo haré.

¿Cómo puedo estar seguro? ¿Cómo puedo saber qué es real y qué un engaño? Todas estas malditas cosas con sus cables y sus señales que nacen de un origen imperceptible y llegan hasta ti, ¡no son reales, no puedo estar seguro! ¡Señal de video, de celular, correos! Incluso la televisión, ahora silenciosa, partida por la mitad, en el suelo. ¿Cómo podría saber qué es real? Todo mensaje no es más que energía, ondas, luz... la puerta. ¡Está golpeando la puerta! ¡Intenta entrar! ¿Qué alimaña mecánica podría estar empleando para simular a una persona golpeando una puerta tan perfectamente? Al menos ahora podré verlo con mis propios ojos. No queda nada con lo que pueda engañarme; no puede engañar a mis ojos, ¿o sí? Ve con tus propios ojos, no confíes en ell... un momento, ¿ese mensaje trataba de decirme que confiara en mis ojos, ¡o advertirme sobre mis ojos también!? Oh, por Dios, ¿cuál es la diferencia entre una cámara y mis ojos? Ambos transforman la luz en señales eléctricas, son... ¡lo mismo! No puedo permitir que me engañe, Dios, ¡no puedo permitir que me engañe! No voy a permitirlo, no puedo estar seguro. ¡Necesito estar seguro!

¡Creepypastas, sabías que, curiosidades y más!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora