Las familias de Vernon y SeungKwan disfrutaban juntarse cada domingo a almorzar, pero ellos no se llevaban precisamente bien y una rana de peluche lo empeora todo. Sin embargo, el destino es testarudo y los reúne años después para revertir la situac...
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Nuestra historia parece el plagio de un guión de película para adolescentes.
Eramos vecinos. Vivíamos en dúplexs idénticos, uno al lado del otro, y nuestros padres habían entablado una agradable amistad, de esas que te obligaban a asistir a almuerzos cada domingo y a preparar la ensalada. Supongo que ellos esperaban que lo mismo ocurriera con nosotros, pero no fue así.
SeungKwan y yo teníamos bastantes diferencias. Él era blanco y yo negro. Él era Instagram y yo Snapchat. El era DC Comics y yo Marvel. Él era Xbox y yo PlayStation. ¿Entienden el punto? Básicamente, nos comportábamos como el agua y el aceite. No nos podíamos quedar más de veinte minutos en una misma habitación sin iniciar una discusión. Era inevitable. Parecía que nuestra resistencia del uno con el otro estaba dictada a nivel genético o algo de esa clase.
No comprendía por qué no podíamos llegar a un acuerdo como los maduros niños de diez años que éramos en ese entonces. Pero una tarde mientras los adultos se ocupaban de la barbacoa, sujeté a SeungKwan del brazo y lo encerré conmigo en el armario de los abrigos. Los dos cabíamos perfectamente porque en realidad estaba vacío. Nadie vestía demasiada ropa en esa época del año.
—Tenemos que hacer las pases —le dije con seriedad. Estaba dispuesto a intentarlo. Nos podíamos divertir juntos, ¿verdad?
—No quiero —expresó 'Mr. Caprichitos'.
—¿Y eso por qué?Podríamos ser amigos —espeté sorprendido y un poco enojado.
—No quiero ser tu amigo —contestó con un mohín en los labios y rodeó con más fuerza la rana de peluche que siempre cargaba consigo.
No puedo mentirles. Esas palabras me dolieron mucho. Nunca nadie se había negado a convertirse en mi amigo y allí estaba SeungKwan proclamándose como el primero en rechazar mi amistad.
—Todos tienen razón sobre ti. ¡Eres un ñoño! ¡Un bebé de mamá! —Le grité ofendido.
Después, como todo niño cruel que busca dar su mayor impacto, le arrebaté aquella rana y le arranqué uno de los brazos. La lancé al suelo y tenía intención de pisotearla, cuando de pronto el llanto lastimero de él fue mucho más veloz que mi propia reacción.
Esa fue la primera vez que hice llorar a Boo SeungKwan.
