Prólogo

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Comarca de Inari, 6 de junio del año 2269

—Regresaremos pronto. Tu tía te cuidará mientras estemos fuera —dijo una voz dulce a su pequeño hijo, Satochi Haise, un niño de rasgos delicados, con ojos rasgados y de iris color café oscuro, al igual que su cabello. El infante la miraba con tristeza, lágrimas brotando de sus ojos, mientras sus labios temblaban.

—Quiero ir con ustedes... No me dejen solo, por favor —articuló con una voz aguda, a punto de quebrarse.

—No estarás solo, volveremos pronto. Solo serán un par de semanas —aseguró ella, abrazándolo con suavidad. A pesar de las palabras de su madre, el niño estalló en llanto. Su padre se acercó y, poniéndose a su altura, lo miró a los ojos.

—Eres fuerte, Haise. No llores, eso no va contigo, mi pequeño —le dijo con una sonrisa, acariciando su cabeza. Poco a poco, el niño se calmó, logrando finalmente despedirse de sus padres. Ambos agitaron las manos por última vez antes de subir al tren que los llevaría a la comarca de Koba.

La familia había tomado esa decisión por motivos de trabajo. Su comarca natal llevaba años en crisis, y encontrar una oportunidad como aquella no era algo que se pudiera rechazar.

—Nos volveremos a ver, Haise. Pórtate bien —gritó su madre desde el vagón del tren al mismo tiempo que se despedía haciendo una seña con la mano del mismo modo que lo hacía su padre. Las puertas automáticas se cerraban y el tren empezó a avanzar poco después. La carcaza de metal empezaba a tomar velocidad y alejarse de la estación de forma que en pocos segundos desapareció de la vista del pequeño, quien seguía aferrado a la pierna de su tía, contemplando el silencio que dejó el tren al partir.

—Vamos a casa, Haise —le animó su tía, quién llevaba el nombre de Sakura Satochi. La única hermana de su padre y el único familiar vivo que no fueran sus progenitores. El pequeño asintió con la cabeza mientras se restregaba las cuencas de los ojos en un intento de secar sus lágrimas.

Había acaecido un día desde que el tren partió de Inari en dirección a la quinta comarca.

Era temprano por la mañana. Sakura ya se encontraba despierta preparando el desayuno para ella y su sobrino. Su acción se vio interrumpida cuando escuchó el timbre de una llamada. Su celular no paraba de vibrar. Dejó lo que estaba haciendo a un lado y sacó su móvil del bolsillo, observó la pantalla y notó que la llamada provenía de un número desconocido, dudó unos segundos en si contestar o no, pero se rindió ante la duda y contestó.

—¿Hola? —preguntó con cautela.

—Buenos días, señora. ¿Es usted Sakura Satochi? —preguntó una voz grave, de un hombre que aparentaba unos cuarenta años.

—Sí, soy yo. ¿En qué puedo ayudarle? —respondió, desconcertada.

—Señora Satochi, probablemente se pregunte quién soy y por qué la llamo —dijo el hombre con una seriedad que hizo que el corazón de Sakura empezara a latir más rápido—. Soy un agente de la guardia urbana del distrito dos de la comarca de Koba. Siento mucho tener que informarle que tengo malas noticias.

«Malas noticias...», pensó mientras su respiración se aceleraba. La guardia urbana, la comarca de Koba... No podía ser. Un terrible presentimiento comenzó a invadirla. «No... por favor, que no sea cierto...» se repetía mientras el miedo se apoderaba de ella.

—Señora Satochi, lamento mucho informarle que ayer el tren de primera línea, que viajaba desde Inari hacia Koba, se descarriló, provocando un trágico accidente. Me duele decirle que su hermano, Takumi Satochi, y su cuñada, Akira Yamaguchi, estaban entre los pasajeros. Ambos fallecieron junto con el resto de los ocupantes. Le doy mis más sinceras condolencias —explicó el hombre con voz cautelosa, intentando manifestarlo de la mejor manera para que tenga el menor impacto posible, sin embargo, eso no evitó que Sakura, que ya había deducido su pérdida, empalideciera de inmediato. Se le formó un nudo en la garganta, dejándola con unas intensas ganas de gritar, al comprobar que realmente había sucedido lo que más temía. Se quedó en silencio unos segundos y luego estalló en llanto, el cual se escuchaba fácilmente en el teléfono de la persona que había llamado.

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