3: Pieza Dispersa

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—¿Qué acaba de pasar? —preguntó Haise respirando de forma acelerada.

—Yo tampoco lo entiendo, —esbozó Quin poniéndose de pie —pero parece que aquellas personas de allá nos han salvado —expresó mientras le daba mano a Haise ayudándole a levantarse.

En frente de ellos se encontraban siete hombres con un uniforme diferente al de la Guardia Urbana. Su vestimenta era de color azul opaco y parecida a la de un militar. La parte superior del pecho era de color amarillo y una línea roja diagonal atravesaba la parte baja del abdomen hasta el hombro izquierdo. Los sujetos portaban un tipo de botas ligeras y en su cinturón tenían una funda para guardar varios tipos de armas pequeñas.

Uno de los hombres miró a su alrededor y vio a Haise y Quin levantados. Poco después se le incorporaron seis personas más que también habían sobrevivido a la brutal masacre.

El sujeto se quedó observando unos segundos a los pocos supervivientes, quienes se encontraban salpicados por la sangre de los otros civiles que habían sido asesinados. Miró a uno de sus compañeros y asintió cabizbajo.

—Así que solo han quedado ocho personas —mencionó su compañero con desgano.

—¡Hey! —Haise intentó llamar la atención de aquellas personas. Caminó lentamente por los charcos se sangre, podía sentir la viscosidad de la sangre con sus zapatos, pero prefirió ignorarlo.

—¿Quiénes son ustedes? ¿Saben por qué la Guardia Urbana trató de asesinarnos? —preguntó con la voz temblorosa. Quin caminó el mismo tramo hasta ponerse a su lado.

—No tenemos tiempo para explicarles eso ahora mismo —afirmó uno de ellos —pero, no se preocupen. Estamos de su lado. Por el momento debemos concentrarnos en sacarlos de este lugar.

Los otros uniformados fueron a ayudar a levantarse al resto de sobrevivientes. Varios de ellos aún estaban completamente horrorizados. Otro par observaba la situación con ojos de angustia.

—Capitán Hansen —musitó en voz baja uno de los hombres a otro uniformado —acabo de recibir un mensaje de que los refuerzos de la Guardia Urbana están por llegar.

—Debemos movernos rápido. —pensó el capitán en voz alta. —A todos los civiles, —alzó la voz —debemos irnos de aquí lo antes posible. Mis subordinados le guiarán y cubrirán en el camino. Sígannos. —ordenó de forma apresurada y salió de la habitación.

Los uniformados hicieron que las personas se colocaran en dos columnas y comiencen a caminar atrás de ellos, Quin y Haise estaban justo detrás de los oficiales a quienes estaban siguiendo. Ambos permanecían callados y se limitaban a contemplar los alrededores.

Mientras caminaban lograron divisar a varias personas que se hallaban abatidas en el suelo a lo largo de los pasillos; eran oficiales de la Guardia Urbana, habían sido abatidos por las mismas personas a las que le seguían los pasos.

Quince metros antes de llegar a la salida de aquel edificio se empezaban a escuchar el eco de varios disparos.

Un enfrentamiento entre la Guardia Urbana y los soldados que les habían ayudado se estaba desarrollando en las afueras del establecimiento.

El capitán Hasen hizo una seña con sus manos para que el resto parase la marcha y pidió de forma inmediata a los ciudadanos que permanecieran apegados a los costados de las paredes hasta que se les indicará avanzar. Haise observaba el entorno con confusión. Las personas que se encontraban a su lado estaban sudando y temblando del miedo. Pese a eso, Quin parecía ser quién mantenía mejor la compostura.

—Debemos llegar hasta el vehículo de huida. ¡Todos tápense la nariz ahora mismo! —ordenó el capitán a los civiles.

En eso, uno de los hombres lanzó una bomba de humo la cual esparció el gas inmediatamente.

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