2: Itaros

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Quin condujo a lo largo de varios distritos y fue capaz de observar como las quimeras se iban tomando las calles. En algunos puntos de la ciudad las Fuerzas Reales de Guarnición libraban feroces batallas contras las quimeras. La chica intentó evitar en lo máximo posible toparse con alguna de ellas. Por suerte, las pocas veces que coincidió con algunas, no eran lo suficientemente grandes como para hacerle daño al coche. Al llegar a la autopista que conllevaba a la estación del tren se dieron cuenta de que había una enorme congestión vehícular. Había una gran algarabía. Los conductores se mostraban molestos los unos con los otros y se gritaban constantemente. Para su fortuna, en esa zona de la ciudad el ambiente estaba muy tranquilo. Las quimeras tardarían algún tiempo en llegar hasta allí. Y si los soldados tenían suerte, quizás serían capaces de evitar que aquella hora de monstrous siguiera avanzando. Luego de media hora atascados en el tráfico y apenas haber recorrido unas decenas de metros, Quin sugirió hacer el resto del recorrido a pie. Haise se escandalizó al principio.

—Estamos mucho más seguros dentro del vehículo.

—La autopista conecta directamente la estación del tren con la ciudad. No hay nada que pueda venir en la dirección a la que vamos. La única forma de llegar a ese lugar es por medio de esta carretera. Si nos quedamos atascados más tiempo y las quimeras nos siguen, no tendremos escapatoria.

—Tiene sentido, supongo.

—Andando —mencionó Quin mientras abria la puerta del auto.

—Somos más de 12 millones de habitantes en la comarca. Es incierto cuantas personas fallecieron antes de que las FRG pudieran hacer algo. Lo que es seguro es que no todos podrán trasladarse a Itaros. No hay espacio para tantas personas. Caminando quizás lograremos llegar a tiempo para tomar uno de los trenes. —agregó.

—Si tan solo tuvieramos refugios infraterrestres como en las otras comarcas, pero al gobierno no les importamos los suficiente. —se lamentó Haise.

—Es cierto que Inari no es la comarca favorita del rey, pero aparte de eso, Inari es la comarca más profunda de todas. Es muy difícil seguir escavando, la tierra es demasiada dura. Se necesitaría mucho esfuerzo y dinero para construir refugios. 

Auto tras auto. Ambos jóvenes avanzaban mientras observaban los rostros de deseperación de los ciudadanos. Todos querían huir pero seguramente no todos lo lograrían. Había un total de ocho trenes, cada uno con una carga máxima de doce vagones. Luego de que todas las unidades partieran, tendrían que esperar alrededor de cinco horas para volver a abordar. Nadie sabía que podría pasar en cinco horas. El tiempo era crucial para asegurarse alguna posibilidad de supervivencia. Quien y Haise mantenían las esperanzas de alcanzar alguno de los trenes de la primera serie.

Al llegar a la estación Quin divisó de inmediato que la Guardia Urbana de Inari estaban formados en fila delante de la entrada. 

Mientras avanzaban entre una multitud fueron retenidos por dos oficiales que se encontraban controlando el ingreso de las personas.

—Deben formarse —esbozó uno de ellos con tono autoritario.

Haise asintió con la cabeza algo cabizbajo y luego arrastró a Quin hasta el lugar donde los guardias le habían indicado que tenían que formarse. Mientras esperaban, Quin se mantuvo callada y Haise parecía pensativo.

El tren tenía la capacidad alrededor de dos mil personas con sus doce vagones completamente llenos. Había muchísimas personas delante de ambos. Con el pasar de los segundos llegaban más y más personas, asustadas y presurosas por abordar el tren.

El tren ya estaba casi completamente lleno cuando Quin y Haise llegaron así que tuvieron que esperar a que arribase el siguiente.

—El séptimo tren arrivará en un par de minutos. —informó una voz mediante una bocina.

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