Capítulo 9.

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Capítulo escrito por Patri anotherstrangeperson


Me desperté en una habitación.

No era mi habitación ni ninguna que yo conociera.

Blanca... paredes, suelo y techo blancos. Todo blanco. Noté un fuerte dolor, punzante y agudo, en el pecho.

Tenía un tubo de plástico trabado al brazo. Sangre... Todo se volvió oscuro.

[...]

Cuando desperté de nuevo no estaba sólo. Deseé no haberme despertado, seguir dormido. Cerré los ojos, pero era demasiado tarde.

―Corey. ―escupió aquel asqueroso hombre de facciones arácnidas. ― Al fin despierto...

Suspiré.

"No puede ser" pensé, "¿por qué él?"

―No volviste de madrugada.

Intenté hablar, pero no me salía la voz. ¿Cuánto tiempo llevaba allí?

―Has perdido.

Noté que me hablaba como si yo fuera un niño pequeño al que había que explicarle qué había hecho mal y su castigo.

Pero lo cierto es que mi cerebro trabajaba tan lento como el de un niño pequeño. No entendía dónde estaba ni lo que había pasado. Lo único que entendía era que había perdido el Ojo de Halcón. Debía pagar y cumplir el reto.

No tenía dinero... Necesitaba tiempo. Y ayuda. Pero no le iba a pedir a nadie que me ayudará. Además, ¿Quién lo iba a hacer?

Y estaba seguro de que tiempo tampoco iba a tener...

Me dolía la cabeza cada vez más fuerte, supongo que debió de notarse en mi expresión porque el jefe dijo:

―Si... lo del disparo fue divertido. Le pedí que no te matara para que no nos persiguieran tan exhaustivamente. Si no fuera por eso y por el dinero que me debes ya estarías muerto.

Me alegró muchísimo escuchar eso.

―2 000. ―insistió. ―2 000 dólares. ―Se río malévolamente. Se había hecho jodidamente rico a nuestra costa. ― Y el reto de la noche. Una auténtica obra maestra.

Si... No se me había olvidado el reto. Un robo. Un robo terriblemente peligroso. Aún no me podía creer que fuera a arriesgar mi vida por esto. Pero si lo hacía, aún me quedaría alguna posibilidad de sobrevivir. Si me negaba no.

―Esta vez te perdonaré el que tengas que estar aquí. En cuanto salgas te quedarán dos días para entregarme el dinero y los objetos. A medianoche del segundo día. Ni un minuto más. ― Resaltó mucho esas últimas palabras y volvió a reírse como un maniático.

¿Qué iba a hacer?

La única solución que me quedaba era robar los objetos que él quería y 2 000 dólares.

[...]

Traté de quedarme allí el mayor tiempo posible. Tenía que pulir mi plan de robo. Sabía que en cuanto saliera de allí, él se enteraría. No podía esconderme.

Y al fin, las enfermeras no pudieron retrasar más mi salida y me dieron el alta.

Dave, por supuesto, no había ido ni una vez. Lo cual, en realidad, me alegraba. Como era un hospital público, sólo me habían tratado con lo justo y necesario para evitar mi muerte y no tener que cobrarme. Así que él no hacía ninguna falta por allí. Volvía aquel edificio en el que estaba mi cama y...

― ¿Aurora? ¿Méri... ―

No me dejaron terminar de hablar. Phoenix me abrazó tan fuerte que casi me aplasta. Noté que lloraba.

― ¡Ahhh! ―Grité cuando me aplastó el lugar de la herida.

― ¡Dios! Lo siento. ¿Estás bien? ¿Qué pasó exactamente?

Le relaté lo que había pasado desde el disparo. Alexa se mantenía apartada, aunque noté un brillo de preocupación en sus ojos. Decidí suprimir la parte de la amenaza en el hospital. No quería meterlas en eso. No podía permitir que les pasara nada. Un momento... sólo eran dos chicas. Y yo era Corey... ¿Qué estaba pasándome?

Sin embargo, no tuve que pensarlo mucho más y que Mérida, por supuesto, no pudo creer lo que le decía. Tenía que buscar que todo conectara en el cerebro que debe haber bajo su mata de pelo rojo.

―Corey. Sabemos por qué estabas allí cuando... ―pareció que su confianza flaqueaba. Y con razón. Era lógico que hacía yo allí... ¿pero ella?

― ¿Y qué hay de tu motivo? ¿por qué estabas tú allí?

―Yo... ―Miró a su prima buscando ayuda. ― Fue un impulso estúpido. ―dijo, parecía realmente enfadada consigo misma. Me dio un poco de pena. Sólo un poco. ― Fui a ver... a Felix. Quería vengarme. ¿Cómo pude hacer algo tan estúpido? Entonces... te vi. Y supe que ibas a volver a participar. ―de repente, su furia iba hacia mí. ― ¡IBAS A VOLVER A ARRUINARLE LA VIDA A UNAS CHICAS QUE NO TENÍAN LA CULPA DE NADA! ― Y justo cuando pensé que iba desquitarse conmigo como si fuera un saco de boxeo, se echó a llorar. ― Me enfadé tanto... me di cuenta de lo estúpida que había sido. Después, lo último que recuerdo es haber tratado de huir y ... sangre. Luego tú... y luego todo se volvió negro varios días.

La miré lleno sentimientos confusos.

―Alexa...-dije.

Me sentía extraño. Miré a Phoenix, parecía estar tan confusa como yo. Abrazó a su prima y me miraron. Suspiré y ... me sentí obligado a contárselo. Al menos lo del Ojo de Halcón. No me gustaba ese sentimiento de deber... pero no podía evitarlo.

―Fui por el dinero... y por Félix. Él me... mmm... retó, o algo así. ―Me sentía estúpido. Pero no por contárselo a esas dos chicas, sino por no haberme dado cuenta de lo estúpido que había sido. Y así se lo dije:

―Lo sé... fui un estúpido. El caso es que en cuanto empezó el Ojo de Halcón fui a buscarte. No sabía qué hacías allí, pero sí que corría a peligro. Y bueno... te encontré.

Quería dejarlo ahí. No seguir hablando. Pero ellas sabían más de lo que yo desearía.

―Entonces perdiste... ― dijo Aurora.― ¿Qué tienes que hacer?

Parecía segura. Como si... No, no podía ser. ¿Pretendía ayudarme?

―Aurora...

―Corey, tu salvaste a Alexa. Voy a ayudarte.

Alexa parecía estar tratando de tragarse un ratón.

―Yo... yo también iré. ―Dijo.

―No. Ni se os ocurra.

―Ya se nos ha ocurrido y no nos vas a hacer cambiar de opinión.

Yo pensaba que incluso si yo me decidiera a pedírselo, se negarían a venir. Hasta ahora, toda la gente que había conocido era así. Si hacías algo, lo pagabas. Si te ocurría algo, te jodías. Esto era tan inusual como maravilloso. Me preocupaban muchísimo... y yo les preocupaba a ellas. ¡A Alexa!

"Corey", me dije, "¿se puede saber que estás diciendo? ¿Vas a llevarte a dos princesitas de Disney de las cuales, una te odia a muerte y otra sólo acaba de perdonarte para una misión suicida?"

Era cierto, todo era una locura.

―Sé lo que estás pensando. ―dijo Mérida. ―Pero si crees que vamos a dejarte cumplir el reto sólo...

―De acuerdo... que sepáis que no estoy de acuerdo con esto. Y que si queréis iros yo...

―Prosigue niño rico, no tenemos toda la vida.

Sonreí. Definitivamente, esto me gustaba más de lo que quería reconocer.

―Bien... vamos a robar. 

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