Presentación

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Otra vez...

Era una de esas fiestas a las cuales su padre llamaba "reuniones de alta sociedad". Y efectivamente, solo contaba con la presencia de gente con altos cargos políticos, aristócratas, miembros de la realeza, etc.

Aquella reunión podría suponer distintos actos para los adultos, sin embargo cada gesto, cada comentario y cualquier movimiento tenía un objetivo en común: obtener un beneficio.

Era una batalla elegante en la cual las palabras, el comportamiento y el aspecto eran utilizados como armas. Las sonrisas y las sorpresas eran falsas. Nada era real. Era solo un gran número de personas sumergidas en un mar de hipocresía, pero ya nada de eso importaba.

Sin embargo, el verdadero crimen ocurría en las presentaciones, y las víctimas eran aquellas almas que aún tenían el privilegio de la inocencia. Los niños.

Era increíble la representación que realizaban los niños para asemejarse a los adultos. No se puede culpar a los padres por no enseñar amor propio, ya que ellos solo instruían lecciones de vanidad. Tampoco se podía culpar a los niños, lamentablemente su inocencia los sometía al aprendizaje de sentimientos vacíos.

Aprendieron lo que les fue enseñado a sus padres, y a sus generaciones anteriores: "La fama del nombre representa tu valor en la sociedad"

Era un secreto colectivo: todos sabían de que trataba, pero ninguno hablaba de ello. Entonces, con la compañía de violines y luces cálidas, el rito dio inicio.

Las primeras palabras que salían de sus pequeñas bocas fueron predecibles. Era doloroso presenciar miradas frías en cuerpos menores de 10 años. Un bautizo, que sin duda, marcaba el inicio de una vida ajena a los sueños y el placer de encontrase a uno mismo.

–Yo soy la hija del Virrey...

–Yo soy el hijo del Conde...

–Yo soy el primogénito del Duque...

–Yo soy la princesa... hija del Rey de...

El crimen prefecto. Nadie reclamaría por el asesinato de almas inocentes. Nadie demandaría por el robo de sueños y anhelos. Quizá eso era todo.

Sin embargo, el mundo siempre busca oportunidades para el hombre. Entonces aparecieron palabras diferentes que contenían sinceridad y pureza. Una señal de esperanza para no abandonar los mensajes del corazón. El indicio de ser único y especial sin depender de la fama de un nombre.

Una voz cálida que transmitía emoción en cada vocablo:

–Yo soy Carlitos y tengo 6 años. Mmm... tengo mi pelo rizado y me gusta jugar con los cachorros. Además mi color favorito es el azul y me gusta el helado de chocolate.

Palabras realmente simples. Características que construye un niño para sentirse y ser único. Aparte de él, nadie se atrevió a decir quién era realmente. Pero gracias a ello, los niños y los adultos, empezarían a preguntarse "¿Quién soy verdaderamente?". 

Irrelevancia EmocionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora