3. Diana

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- ¿Qué está pasando aquí?

Seguían sobre el asfalto. Eria notaba los cabellos anaranjados rozándole la nariz. Ser abrazada por Nao era una de las mejores sensaciones que había podido experimentar. Nunca se había sentido atraída hacia él, pero no quería perderlo.

El destello de los focos del coche la deslumbraba. ¿Quién era el que se acercaba corriendo?

- Menos mal que has llegado. Ayúdame a llevarla a su casa.

Sintió como el contacto con su amigo y los reflejos rojos desaparecían. Aún no podía ver nada con claridad. Notó como unos brazos la recogían. Pero no era Naoki. No los reconocía.

Intentó abrir por completo los ojos, mirar a la persona que estaba cargándola, aunque no pudo. Seguía llorando. Cerró los ojos. El cansancio le ganó y se desmayó.

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Las paredes del edificio de la Unidad de Contraataque parecían más blancas incluso por la noche. Las bombillas de bajo consumo conseguían una atmósfera brillante. Se acercó a la sargento de la puerta.

- Luk Rohde. Código 2107Z.

- Hola Luk, pasa.

La habitación a la que accedió marcó un contraste notable con el resto del edificio. Las paredes eran prácticamente negras, y no porque decidieron pintarla así.

- Sabía que estarías aquí, Dan.

Bajó la pistola. El chico se quitó los cascos y las gafas protectoras, dejándolas en la mesa. Estaban en la sala de pruebas de tiro.

- Tío, Luk, ¿cómo es que no has venido antes?

- Problemas.

- Eres un seco. - dijo el castaño, riéndose. - Confiésate como si fuera un cura, venga.

- ¿Podrías dejar la pistola primero, por favor?

- Si usted lo pide, princesa.

Dan era la chispa que mantenía a Luk con vida. Era un experto en armas de fuego. Ninguno de los dos se acordaba de cómo llegaron a hacerse amigos, pero se necesitaban y lo sabían.

Dan se giró hacia el panel con la diana, disparó y la bala atravesó el punto central rojo. Dejó la pistola y fue hacia Luk, orgulloso de cómo había dado sin siquiera intentarlo.

- Cuéntame. ¿Ya tienes novia?

- Dan, eres un imbécil. - Luk frunció el ceño. Esos temas no le gustaban nada.

- Ah, es verdad, lo siento. ¿Novio entonces?

Dan se apartó esquivando la mano de Luk. Le encantaba hacerle enfadar.

- Me equivoqué al venir.

- Vale tío, ya me callo. - rió. - Venga, suéltalo ya. ¿Es tu hermana?

- Ah, sí. Ya está con esos rollos de que no quiere estar aquí.

- Entiéndela. No todos estamos aquí por gusto. Tú viniste porque quisiste y a ella la obligaron.

- Sigue sin ser suficiente razón. Odio cuando se comporta como una cría. - dijo, bajando un poco la cabeza.

- Porque lo es. Tiene 17. Déjala. Tú te comportas como si tuvieras 40 y yo no me quejo.

- Ah. - suspiró Luk. - A ver si puedo hablar con ella de nuevo.

- ¿Ha vuelto a sacar el tema de tu padre?

Luk lo miró con sorpresa. Dan era el único que sabía cómo se sentía tras la muerte de su padre.

- Sí. - volvió a mirar al suelo.

- Mira, déjala unos días y cuando esté más tranquila hablas con ella. Sabiendo el aprecio que te tiene, no me extraña que te mandara a tomar viento.

Dan estaba en lo cierto. Su relación había caído en picado desde aquel día. Luk ni siquiera soltó una lágrima en público. Desde entonces, sólo le preocupaba querer entrar en Rave.

- Tienes razón. - se dió la vuelta. - ¿Te vienes?

- Voy a practicar un poco más. - le sonrió ampliamente. Vió como Luk salía de la habitación y siguió con su actividad.

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- Muchas gracias Nao. No sé qué haría Eria si no te tuviera.

La mujer sonrió sinceramente a Naoki y a su acompañante. Idona Rohde siempre había sido encantadora. Recogió su cabello rubio hacia el costado izquierdo donde tenía una trenza. Se apoyó en el sofá y besó a su hija.

- ¿Queréis quedaros hasta que despierte?

- No queremos molestar más. Mejor será que nos vayamos.

- E-esperad...

Eria levantó un poco la cabeza. Parecía que acababa de despertarse de una larga siesta. Movió la vista hasta el sofá blanco. Pudo ver a Nao y a Alek sentados en él. Esos ojos azules son los que la habían llegado a casa.

- Recuerdo que salí del edificio de la Unidad furiosa, que tú me abrazabas y poco más.- No vió conveniente contar lo que había recordado.

- Te atropelló un coche. Bueno, casi. Paró antes de llegar a ti y sólo te golpeó fuerte.

- Yo llegué cuando estábais en él suelo y te traje aquí. Bonita casa, por cierto.

Los ojos azules que le sonaban a Eria la miraron fijamente. Alek sonaba simpático. Incluso había echado un piropo hacia su casa, sabiendo que en esta parte de Lien son todas iguales, proporcionadas por Rave.

- Descansa mucho Eria. Mañana quiero verte con el mal humor de siempre. - dijo Nao.

Los dos salieron por la puerta con un buenas noches en la boca. Eria se giró hacia su madre.

- Lo siento. He vuelto a pelear con Luk.

- Ya hablaremos sobre eso. No te preocupes.

- Gracias mamá. - Los ojos de Eria se volvieron vidriosos.

- ¿Qué quieres cenar?

- Nada. Voy a dormir ya. Me encuentro un poco adolorida.

Subió las escaleras y enfiló el pasillo. Pasó por la habitación de Luk. Aún no había llegado. Solía pasarse las tardes entrenando.

Siguió andando hasta su propia habitación. Las paredes tenían un color verde claro que relajaba. Eran las únicas de toda la casa que tenían otro color. Se tiró sobre la cama. Le dolía el brazo y la cabeza. Abrazó la almohada con todas sus fuerzas. No reprimió las ganas de llorar y después de empapar las sábanas limpias, se durmió.

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Y este era el tercer capítulo. Si no lo he subido antes ha sido por exámenes y eso. El tiempo en la historia es bastante lento porque quiero que conozcáis primero a los personajes y sus situaciones. Ah, cosas mías.

Intentaré hacer caps más largos y subiré al menos uno o dos a la semana, para llevar una periodicidad.

Espero que os haya gustado ^^

Noe~

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