Noto una luz atravesar mis párpados perezosamente, invitándome a seguirla. Me remuevo entre esas sábanas con olor a vainilla mientras ligeramente voy entreabriendo mis ojos. Una ventana a escasos centímetros de mí de tamaño medio con cortinas de gasa blanca me mira impenetrable, dándome la sensación de ensueño. Poco a poco recupero la consciencia y un dolor agudo atraviesa mi cráneo de punta a punta a la vez que vuelvo a cerrar los ojos por el pinchazo. Emito un quejido suave. ¿Dónde narices estoy? Vuelvo a abrirlos, esta vez enfocados en todo aquello que puedo observar desde mi perspectiva. Sobre mi cabeza una gran lámpara de araña cristalizada crea unos deslumbrantes juegos de luces. En el lado opuesto de la cama donde estoy tumbado una pequeña mesita de madera oscura delimita el final de la cama, esa de colcha tan blanca que parece reflejar los rayos como si irradiara luz propia. Consigo incorporarme a medias con gran dificultad apoyando la espalda en aquel cabecero de barrotes negros de intrincadas formas, observando un rastro de pequeñas bombillas enredándose en él.
-¿Qué es este sitio?- susurro, impresionado por lo que contemplan mis ojos. Enfrente de la cama observo un escritorio de madera antigua a juego con la mesita, el cual se encuentra atestado de libros viejos y descoloridos. Una pequeña estantería a su izquierda llena de figuras y elementos de cristal a cada cual más extraños encuadra la habitación al completo. Sin embargo, lo que más capta mi atención es una guitarra de madera roja con curiosos dibujos, simulado unas especie de runas o símbolos aztecas. Diversos dibujos decoran las paredes lilas, cuerpos de mujeres semi desnudos y de elementos naturalistas dan el toque final a esa habitación que me crea sensaciones encontradas.
Al removerme para intentar enderezarme más me doy cuenta de la ropa que se encuentra a los pies de la cama: una camiseta negra que parece bastante grande y unos pantalones largos grises que se encuentran perfectamente doblados. Cada cosa que encuentro en aquel espacio me hace sentirme cada vez más perdido, sin encontrar respuestas a la gran incógnita de qué hago aquí. Me levanto con pesadez notando un gran dolor y entumecimiento por todo el cuerpo y me dispongo a curiosear, buscando algún referente que me lleve al quid de la cuestión. Un olor a café inunda mis sentidos haciendo rugir a mi estómago, que parece no haber comido en siglos. Justo cuando me dispongo a coger lo que parece una libreta de tapa marrón con dibujos dorados una voz me retiene, haciéndome pegar un leve respingo.
-¿Qué te crees que estas haciendo?-.Esa voz. Creo que no la volvería a olvidar en mi vida. Me giro y contemplo esos ojos verdes mirarme inquisidores. Me quedo sin habla.
-Yo...eh...esto...-Trato de crear una frase con coherencia pero me resulta imposible. Si ella está aquí, con esa sudadera gris y esos shorts, con una coleta medio desecha que le da ese aire tan cómodo pero que pone en guardia a todos mis sentidos, si ella me mira con ese leve enfado eso quiere decir que...
- No se te ocurra tocar nada, manazas cotilla. ¿Tu madre no te enseñó nunca que no debías husmear en pertenencias ajenas?-coge aquella libreta y la guarda en el pequeño cajón de la mesita, para después cerrarlo con una pequeña llave que luego se vuelve a abrochar al colgante del cuello. Tenso mi mandíbula ante su comentario y aparto la mirada. Los recuerdos tratan de arrastrarme pero consigo retenerlos por el momento. Ella parece captar mi poco agrado y veo el arrepentimiento en sus ojos al instante, pero a mí me da igual.
-¿Qué pasa? ¿Anoche me negué a liarme contigo y tuviste que emborracharme para poder traerme a tu cama? - y consigo sacar a relucir mi sonrisa sarcástica, desviando el foco de la conversación. La veo poner los ojos en blanco, sacándome de quicio. Dios, como odiaba esa mierda de costumbre.
-No, tengo tíos más interesantes que tú a los que poder engañar sin necesidad de emborracharlos- me guiña un ojo a la vez que se gira hacia la puerta y comenzando a caminar mientras noto una punzada en el pecho ante su respuesta, aunque no acierto a divinar el por qué. Justo cuando llega al pasillo se detiene y me mira, por primera vez sin odio ni ironía en ellos- He hecho algo de café y tostadas, ¿tienes hambre?.
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CAOS
RomanceY es que éramos nuestra salvación y al mismo tiempo la perdición más desastrosa. Yo cargaba el cañón. Ella me disparaba. Amor y destrucción nunca tuvieron una línea tan fina que los separara. Pero así era aquello a lo que no supimos poner nomb...