Salgo del vestuario aturdida y me miro en el espejo junto a las pesas. Unos shorts anchos de baloncesto y una camiseta tres tallas más grande junto con unas deportivas gastadas forman el conjunto que ha sido capaz de conseguir Nathan para mi en escasos cinco minutos. Incómoda con el excesivo largo de su camiseta, decido anudármela a la altura de mi cintura, haciéndola así más cómoda de llevar. Me recojo la espesa melena en una coleta alta esperando a que Nathan salga del vestuario masculino. La incertidumbre de no saber exactamente que me espera me ha hecho un nudo intenso en el estómago desde que comencé a cambiarme de ropa. Suspiro, "Tranquilizate, te habrá visto gorda y te habrá traído a matarte a hacer pesas". Un silvido en mi espalda hace que me gire.
-¿Estás lista?- y me encuentro con un Nathan que no me habría imaginado. Una camiseta de tirantes anchos deja al descubierto sus muculosos bíceps que apenas pude apreciar esa mañana en mi baño, junto con sus anchos hombros y espalda. Vislumbro un corto vello asomar por la parte de su pecho también marcado. Su pelo revuelto y sus brazos pálidos surcados por azuladas venas hacen que mi boca no sepa articular una frase coherente.
-Em, si, pero, esto...Osea, ¿qué vamos a hacer?- "Kat tranquilizate, respira joder". Inspiro aire dificultosamente. Sin embargo, la que no encuentra respuesta ahora soy yo. Lo veo observarme con la cabeza de medio lado, casi memorizando cada parte de mi cuerpo. Me percato de que se ha detenido especialmente en mi vientre que ha quedado levemente descubierto, dejando ver el piercing de mi ombligo. Enrojezco ante esa mirada tan intensa y disimuladamente la recoloco, tapándome. Carraspeo.
-Pues...-cabecea ligeramente mirándome de nuevo a los ojos de esa manera tan profunda. Algo en mi estómago se mueve.- Voy a darte tu primera clase de boxeo.
Me quedo atónita. ¿Yo? ¿Boxeo? Esto debe de ser una broma. Empiezo a reirme.
-Estás de coña.
-No.- y acto seguido me lanza al vuelo unos guantes rojos que consigo coger a duras penas. Camina en mi dirección hacia la parte trasera del gimnasio, y justo al pasar a mi lado susurra con voz ronca.- Mas vale que te tapes ese piercing, no queremos que alguno se lesione el cuello mirándote.
Le propino una colleja mientras comienza a reírse. Pedazo de imbécil.
-
-Bien, a ver, colocate los guantes lo más apretados posible- comienza diciéndome, ya subidos en el cuadrilátero. Trato de agarrar con fuerza las cuerdecitas de los guantes aunque sin mucho éxito. Lo oigo resoplar.- Joder, ven anda, muchos libros pero no sabes apretar unos simples cordones.- se aproxima sujetando con fuerza los guantes en mis muñecas. Me pongo tensa al instante debido a la cercanía.
-Lo siento, soy más de desatarlos,- respondo firme, mirándole directamente a los ojos, que se elevan momentáneamente de su tarea lanzándome una mirada curiosa. Aprieta el último nudo haciendo que exclame por la presión.
-A ver si luego eres capaz de deshacerlos, a mi se me da demasiado bien atar nudos a las muñecas.- y con un leve guiño se aleja, colocándose en las manos unos guantes con una superficie redondeada de poco más de un palmo de superficie. Pongo los ojos en blanco, ganándome una mirada entrecerrada de su parte.
-Bueno, ¿puedo pegarte ya?
-Poco a poco fiera, primero debes saber dirigir golpes a puntos específicos. ¿Ves estos guantes?- pregunta, alzando las manos.- Cuando eleve uno de ellos de manera que veas la cruz roja del centro debes de golpearlo lo más rápido posible. Si yo trato de golpearte ligeramente debes esquivarlo ¿De acuerdo?
Asiento sin mucha convicción. Rápidamente alza una mano delante de su pecho y me aproximo a golpearle rápido, acertando pero sin querer descuidando mi guardia baja y recibiendo un toque en mi vientre.
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CAOS
RomanceY es que éramos nuestra salvación y al mismo tiempo la perdición más desastrosa. Yo cargaba el cañón. Ella me disparaba. Amor y destrucción nunca tuvieron una línea tan fina que los separara. Pero así era aquello a lo que no supimos poner nomb...