Camino pensativo mirando al cielo nublado. Qué giro más radical acaba de tomar mi vida y, lo peor, no se si es para bien o para mal. Saco de mi chaqueta el paquete de cigarrillos casi intacto y me enciendo uno, aspirando profundamente ese humo que me deja una leve carraspera en la garganta. Vaya últimas horas de locos. Y para colmo el renacuajo ese es el hermano de Katherine, justo cuando pensaba que nada podía ir a peor. Si Kat se entera de lo que pasó... No quiero ni imaginármelo, aunque en ese sentido ambos estamos cogidos por las partes bajas, a su hermano no le conviene contarlo. Mejor así.
Suelto el humo lentamente mientras atino a introducir las llaves en la puerta de mi casa, escuchando voces desde la puerta. Otra vez no.
-¿¿¿QUIEN COÑO ES??? DEJADME SUCIOS LADRONES, O SACO EL BATE DE BEISBOL....-grita con desgarro una voz masculina.
-Padre, soy yo, deja de decir sandeces. Y deja de gritar, vas a despertar a todos los vecinos, todavía es muy temprano.-suelto la bolsa con mi ropa y me tiro con cansancio en el sofá.
-Hombreeee, si es el niño de mis ojos...
-¿Ya estas borracho?¿Tan temprano?- me giro con enfado, para observar a un delgado y canoso hombre tambalearse con mirada perdida caminando hacia mí.
-No es que...No he parado desde anoche...Había fantasmas correteando por el cuarto y no podía dormirme, de verdad.-dice de manera entrecortada, haciendo un gran esfuerzo en crear frases coherentes. Se sienta con pesadez junto a mí. Miro al frente terminándome el cigarrillo.- ¿Tu donde has dormido?
-¿Desde cuando te importa a ti mi vida?- grito enfurecido, levantándome y tirando el cigarro al cenicero.- A ti solo te importa tu estúpida bebida.- me encierro en mi cuarto de un portazo.
- Nathaniel, no puedes hablarme así, ¡Soy tu padre joder!- irrumpe atropelladamente y siento explotar algo dentro de mi.
-¿TU? ¿MI PADRE? Dejaste de tener ese título desde que ella se fue, pedazo de cobarde. Eso es lo que eres, un cobarde- y lo empujo sin miramientos fuera, echando tras él el pestillo. Lo escucho gritar tras la puerta durante cinco minutos hasta que su voz se difumina en el elevado sonido de la música que enciendo, casi a punto de estallar mis tímpanos. Eminem retumba en mi interior mientras trato de calmar mi respiración, sentándome en el borde de la cama.
Me vienen los recuerdos de esta mañana, de la habitación de Katherine, tan suya, tan íntima. Su aspecto por la mañana y su efímera sonrisa de medio lado. Y ahora desearía irme de esta mierda de casa, de vida, de fantasmas. Huir de todo. Aunque hay algo que me retiene, a pesar de no saber que es.
Realmente no se cuanto estuve así, sentado, mirando a la nada, solo me percaté de la hora cuando comenzó a sonar un rugido de hambre desde mi estómago. "Las dos y media, estupendo" tenía que comer algo sí o sí. Con sumo silencio salí de mi cuarto cambiado y con la ropa de Kat guardada en el macuto de boxeo, pensando en pasarme por su casa antes de ir a entrenar.
Ya en la calle me cubro las orejas con la capucha, el frío de diciembre calaba de una manera asombrosa en aquella ciudad. Veo el vapor salir de mi nariz mientras camino con paso apretado buscando el bar que casi consideraba como mi segunda casa. Un letrero corroído de tono rojizo apenas dejaba ver el nombre de aquel bar que parecía estancado en el siglo pasado, con puertas de cristal débil emborronadas por las miles de manos que han pasado por ellas, desgastándolas hasta el olvido. Entro haciendo sonar el leve tintineo de la campanilla oxidada, haciendo que el hombre sentado junto a la puerta me dedique una ligera mirada.
-Pero a quien tenemos aquí.-una voz sutilmente grave anuncia, recibiéndome con simpatía- Me extrañaba que no vinieras por aquí.
- Sabes que esta es casi como mi casa Penélope- respondo burlón, apoyándome en la barra para besar en la comisura del labio a la chica de pelo azabache. La oigo reírse.
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CAOS
RomanceY es que éramos nuestra salvación y al mismo tiempo la perdición más desastrosa. Yo cargaba el cañón. Ella me disparaba. Amor y destrucción nunca tuvieron una línea tan fina que los separara. Pero así era aquello a lo que no supimos poner nomb...