-Siguiente-. Dijo sin ánimos la azafata.Decidí no responder y solo darle mi pase de abordar, no tenía intenciones de socializar en el avión, ni inclusive fuera de este.
Para mi fortuna, el avión iba prácticamente vacío, así que me encaminé a encontrar la silla que me correspondía. Tomé mis dos pequeñas maletas y las acomodé arriba de esta. No suelo llevar mucho cuando viajo.
Me acomodo lo mejor que puedo y empiezo a desenredar los audífonos que traigo en el bolsillo de mi saco. Cuando por fin lo he logrado, el avión ya está empezando a carretear.
Miro por última vez este pequeño pueblo que tanto quiero y odio.
Lo quiero tanto por acogerme y tenerme en sus brazos desde mi nacimiento, por todos los maravillosos momentos y experiencias que pasé rodeada de las personas que me querían, sin embargo, ¡Maldita sea! Como odio este pueblo al mismo tiempo, me ha quitado mi razón de vida, lo que más amaba.
-Les informamos que el vuelo 9422 con destino a la ciudad de Memphis aterrizará en 10 minutos-. Dijo el capitán de vuelo.
-Debí haberme quedado dormida-. Me dije a mi misma mientras sobaba mis ojos y cabeza para poder despertar del pesado sueño.
Bajé mis maletas con rapidez y salí apresurada del aeropuerto, quería llegar al hospital lo antes posible. No me gusta estar afuera en la noche.
Tomé el primer taxi que pude ver y le di la dirección que se encontraba en el folleto que me había dado Audrey. El taxista solo asintió. En no más de 15 minutos ya estaba en la entrada de aquel manicomio, sé que no debería decirle así ya que yo también voy a estar ahí dentro por unos cuantos meses.
-¿Nombre?-Preguntó la recepcionista, Dios, se notaba la emoción de las personas en Memphis.
-Dalia Thompson-. Dije mientras enrollaba y desenrollaba el cable de los audífonos con total nerviosismo.
-Adelante, tendrá la habitación número 21... La dinámica de este hospital es un poco distinta, queremos que los pacientes se sientan como en casa-. Dijo por último mientras me otorgaba una llave de color azul con detalles blancos.
Antes de entrar, decidí poner mi oreja sobre la puerta, tenía que asegurarme de que ningún psicópata o persona no deseada estuviese en mi ahora nuevo cuarto.
-¡CONTEMOS ESTRELLITAS, EN EL FONDO DEL MAR! ¡VAMOS, SIGUEME, QUE NADA VA A PASAR!
La voz que provenía de la habitación era claramente la de una chica, ahora tenía que compartir mi habitación con una loca maniática.
Con la poca valentía que me quedaba, tomé la manilla para después girarla y abrí la puerta con total delicadeza.
Y la vi. Estaba sentada con sus piernas cruzadas viendo a un punto fijo en la blanca pared. Sus ojos perdidos no hacían más que mirar hacia el frente.
Descargué mis cosas rápidamente y me apresuré para quedarme a un lado de la habitación. A duras penas tuve las agallas para imutar sonido alguno.
-¿Ho...Hola?-Dije arrepintiendome al instante de lo que había hecho.
Pasaron 2 o 3 minutos, y el cuarto seguía en un silencio total. La chica seguía perdida en la pared y yo estaba aterrorizada en una esquina de este.
De un momento a otro, la chica volteo a mirarme. Con sus ojos verdes y su cabello rubio despeinado me observó especulante.
-¿Hola?-Volví a preguntar.
-Hola-. Dijo mientras me dedicaba una dulce sonrisa y levantaba sus hombros para restarle importancia.
-Soy Dalia-. Dije acercandome cuidadosamente.
-Soy... Espera... ¿Cómo dijo Frank que era? Creo... Ah sí, soy Megan-. Dijo mientras extendía su mano en forma de saludo.
Esta rubia de verdad estaba loca, su mirada perdida y su pelo totalmente desordenado daba una sensación de abandono. Se notaba que hace muchos años la habían dejado botada en este lugar, y eso de verdad me partía el corazón.
-Bien...- Dije nerviosa-Supongo que acomodaré mis cosas en este extremo del cuarto, si necesitas algo solo avisame.
-Está bien-. Dijo por último, levantando los hombros de nuevo.
Desempaqué la mayor parte de mi maleta y me tiré en la dura y fría cama de la habitación. Cerré mis ojos con delicadeza, estaba exhausta, la otra parte de la maleta la sacaría la mañana siguiente.
-¿Dalia?- Escuché una leve voz que provenía del otro extremo de la habitación-. Tengo miedo.
-¿A que le tienes miedo?- Dije mientras la miraba especulante.
El cuarto quedó en total silencio de nuevo, Dios, como odiaba esto. El silencio y la oscuridad son lo que más me aterrorizan.
-Tengo miedo a no salir de aquí-. Dijo como si estuviese totalmente vacía, totalmente desesperada, totalmente sola.
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El chico del hospital
Historia Corta-Oh Dalia, querida, nada fue real, todo estuvo en tu cabeza. ¿Por qué crees que viniste al hospital psiquiátrico de Memphis en primer lugar?