Nos ataca un maniático con vestido.

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SIA

¿Alguna vez sintieron que el tiempo se detiene? ¿Qué por un instante somos infinitos y estamos más allá del tiempo y el espacio? ¿Tuvieron una explosión de fuegos artificiales que recorría todo su cuerpo? ¿Se sintieron ligeros, libres, casi… invisibles para todo lo que les rodea? Pues yo me sentía así y de mil formas más. Sentí sus brazos tensionarse a mi alrededor y lo miré confundida. El momento era perfecto por si solo ¿Por qué movernos? Entonces fue cuando se acercó y por un momento mi cerebro pareció desconcertarse y allí fue cuando todo pasó.

Sus labios estaban fríos pero extrañamente vivos, como si detrás de todo ese hielo que lo envolvía hubiese calor, el calor de la vida humana. Me besó con una ternura e inocencia increíble pero estaba firmemente decidido en hacerlo. Sentí sus manos nerviosas en mis hombros y me pregunté si alguna vez había besado a una chica, quizá sí, pero evidentemente no era un experto en el tema. No podía pensar con demasiada claridad, de pronto era como si todo lo malo en mi se hubiese esfumado. Mis manos rodearon su cuello, el frío desaparecía lentamente, creo que nunca lo había sentido tan vivo como en ese momento.

Me dejé llevar por el momento, era como si la risa me recorriera por dentro. Se llevaba el dolor, la tristeza, las malas memorias y solamente dejaba una sensación fresca y agradable a su paso. Sentí una sonrisa que no era mía, entonces no pude resistirlo más y le correspondí con más ímpetu aun. Ya no podía quedarme una sola duda: él era real. Tan real como el suelo bajo mis pies o como el aire que dificultosamente llega a mis pulmones. Sus manos bajaron por mi espada y se acomodaron en mi cadera, de pronto ya no parecía tan inexperto como antes, ahora producía un revoltijo de emociones dentro de mí. Era ese amor pasional, tonto y jovial de las historias románticas. Era más fuerte, más embriagador, más revitalizador. Me sentía ligera y lo único que sabía era que no quería que eso termine.
Pero entonces algo extraño pasó, por mi mente pasó la imagen de Rafael acercándose a mí y besándome, mi cuerpo se estremeció, pero no con miedo, sino con emoción. Era como si lo pudiese revivir todo, pero esta vez quería que suceda. No sé cuánto tiempo duro, solamente recuerdo que de pronto sentí unos leves tirones en el pelo y cuando me aparté descubrí a Hadita chillando histérica. Estaba entre Jack y yo volando en círculos como si así lograra mantenernos separados. Después se plantó de forma que ambos pudiéramos verla se y comenzó a regañarnos ¡Un hada de quince centímetros me está regañando! Allí fue que miré hacia abajo y me di cuenta de que estábamos flotando a más de un metro y medio del suelo.

- ¡Dioses! - exclamé abrazándome a Jack con más fuerza. Enseguida sentí un mariposas haciendo estragos en mi estómago, su cuerpo se tensionó un segundo, pero se obligó a serenarse y me bajó.  Me llevó hasta la orilla del lago, a medida que se alejaba el agua se descongelada. Me hizo sentar en el suelo ya cubierto por una buena capa de nieve. Algo en él era diferente, como si de repente hubiese crecido varios años, como si de pronto la pubertad lo hubiese golpeado y haya madurado de un solo paso. Me miraba con dulzura y cariño, sus ojos brillaban y eso me hizo sentir incómoda… no, ese no era MI Jack. Yo no quería a alguien estúpidamente dulce, quería a mi bobo, arrogante e infantil  sesos de tempano.

- Bueno ya, deja de mirarme así Frost - solté nerviosa apartándolo de mí.

Eso tensionó y a su vez aligeró el ambiente. Entre ambos quedó algo así como una fuerza latente que nos impedía hablar, pero ninguno parecía totalmente incómodo con eso.  Me dejé caer hacia atrás para ver el cielo, el anochecer se acercaba y todo estaba teñido de un color naranja muy fuerte.

Fue entonces cuando pude pensar en lo que sucedió. Jack me había besado… y yo le había correspondido sin siquiera pensarlo. Recordé las palabras de Emily ¿Seria posible que sea Campanita?... no… no, yo era Wendy, ese era mi papel y lo sabía. Todo encajaba si lo analizaba desde ese punto y además no podía permitirme estar con Jack. Tenía varias razones.  Primero: él era inmortal y eternamente joven… yo era mortal y envejecería. Segundo: aunque ahora no tuviese duda alguna de su existencia, él seguía siendo una suerte de espíritu para el resto del mundo…  ¿Cómo explicar que no estoy loca? Tercero: Jack tenía responsabilidades que no podía dejar de cumplir, yo sería una distracción que nadie querría. Cuarto: Vira. Jack era su objetivo, no iba a permitir que me use de señuelo otra vez, yo no sería un elemento para que ella lo dañe.

Me llamo Jack Frost, ¿Y tu?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora