Una asquerosa personalidad, así respondía Kageyama cada vez que Yamaguchi le preguntaba sobre Tsukishima. Al parecer el pecoso no dejaba de intentar que el equipo se llevara bien de todas formas, él, tan lindo y amable, no entendía que un par de idiotas como ellos no iban a siquiera intentar conocerse un poco más de lo necesario. Tobio arrugaba la nariz cuando se encontraba a Kei en la sala del club y viceversa.
No se soportaban.
—¡Creo que son un par de tontos! —chilló Hinata con las mejillas rojas de la rabia.
El entrenador nuevamente había suspendido las prácticas por el dúo no-me-interesa-trabajar-con-él y claramente eso afectaba de forma exagerada al más bajo. Tobio ladeó el rostro molesto, refunfuñando quién sabe qué y, el pelirrubio, solo chistó irritado.
—Tú no te metas —espetó cortante el de hebras rubias, comenzando a caminar rumbo a su casa. Se ajustó los cascos, para desconectarse del mundo, e inició ese andar sosegado y lleno de fastidio que siempre le acompañaba. Kageyama se inclinó rápidamente frente a los dos chicos para entonces salir corriendo en dirección al rubio.
No es que su intención fuera arreglar las cosas o pedir disculpas, es más, él mismo estaba seguro de que Tsukishima no le importaba más que el resto de sus compañeros. Entre ambos no existía un apego emocional. Y, aun así, le seguía corriendo.
Le detuvo en una bifurcación y no de manera muy amistosa, el de gafas volteó con claras ganas de mandarlo a la mierda y, Tobio adelantándose a los hechos, le atestó un puñetazo en plena mandíbula. De pronto, eso de reparar el problema quedó olvidado en algún rincón lejano de su mente.
Kei, debilucho como se veía, trastabilló hasta caer sentado. Le miró hacia arriba con los iris inyectados en pura furia.—Definitivamente acabas de volverte loco —susurró irritado, frunció el ceño y se levantó con toda la dignidad que aún le quedaba en el cuerpo. Pasó de largo al azabache, colérico, no obstante éste le sujetó por las mangas del suéter con rostro inexpresivo.
No había nada ahí. Ni un ápice de culpabilidad.
A Kei le embargó un sentimiento de profundo vacío, él, pensando siempre que los ojos de Kageyama eran muy lindos, se resistió a mirarlos. No quería ver el reproche en esa profunda mirada. No quería ver que el único brillo que podía provocarle era peleando con él.
—No sé qué demonios te sucede, idiota con cara de limón —siseó el pelinegro con veneno en la voz—, pero no volveré a salir solo porque tú no puedes mantener tu maldita boca ocupada en algo que no sea menospreciar a los demás. Si quieres irte, ¡hazlo de una puta vez! —y le soltó como si el rubio quemara. No le dedicó más que un gruñido antes de marcharse a paso agigantado.
Tsukishima, impactado por las palabras ajenas, se apoyó en la pared aledaña. Una sonrisa surcó sus labios, mas esta no iba cargada de desprecio o burla; la tristeza (un sentimiento que creía perdido) le azotó como fuertes ráfagas de viento. No creía o, mejor dicho, no quería creer, que todo eso salió de él. De ese rey egocéntrico, solitario, despreciable.
—Cada vez te alejas más... —murmuró mirando las tenues nubes que iban tapando la claridad de la luna esa noche. Las ganas de soltarse le quemaban la garganta, no obstante retomó el camino a casa. Le dolía la mandíbula, casi tanto como el corazón.
.
—¡Tsukki, ¿qué pasó?!
—Me caí —el rubio chasqueó la lengua con enfado, ingresando a la sala del club para cambiarse el uniforme escolar por el deportivo. No había nadie allí aparte de ellos dos así que se decidió a confesar lo que llevaba tiempo escondiéndole a su mejor amigo—, oye... —le llamó inquieto. Yamaguchi palideció.

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TsukiKage // oneshot.
FanfictionOS de Tsukishima y Kageyama, porque el mundo me obligó. ** los personajes no me pertenecen, son creación exclusiva de Furudate. ** las imágenes tampoco son de mi autoría. Créditos a sus -hermosos- creadores.