TsukiKage // oneshot.

Kei.

¿Cómo puedo decirle lo mucho que le amo a pesar de sus existas marcas?

Las marcas de la vida que se extienden por sus cuencas y bajan hasta alcanzar su vientre, se pierden en la nieve de aquel rojizo escudo que es ahora; desgastado, tímido y tembloroso. Asimismo como las largas piernas que antes solían vestir el brillo de la luna en preciosos zapatos de noche, abrazadas a las medias negras que me hacían flotar fantasioso de tocar bajo ellas; descubrir el paraíso que era su sexo y las nubes que componían los mejores cantos que alguna vez oí.

Éramos jóvenes e ingenuos, el mundo no sonaba tan cruel como lo pintaba la prensa con letras negras, demasiado gruesas y profundas.

“Joven muere a manos de secta.”

Le pasé de largo porque buscaba una preciosa falda negra que quería el amor de mi vida, ese trozo de tela que cubriría gruesas caderas; seguras al pasearse por el mar de personas vistiendo como no era correcto.

“Lesbo”, siseaban por lo bajo si le tomaba la mano con fuerzas. “Maricones”, cuando ya íbamos un par de calles arriba.

Tsukishima lloraba cuando creía que no le veía (lo cual era absurdo porque jamás le dejaba de ver) y maldecía su gusto por esas cosas que un hombre no debía siquiera pensar. Yo lloraba con él, diciéndole que era preciosa y única y la amaba tanto…

Pero el destino no es piadoso con gente como nosotros, lo supe ese día de lluvia, ese día en que mis piernas dejaron de sentirse útiles al querer alcanzar la mano de mi amada Kei y no respondían. Me arrastré, dijo un policía cuando nos halló, hacia su mano porque para mí no hay razón en la vida si no puedo sostener su miedo.

Los vestidos que ceñían la figura de mi amor se han deshilachado por el tiempo y el agua, en la casa siempre llueve cuando le recuerdo. Las espesas nubes de mis ya ciegos ojos se aferran al recuerdo de la persona que tanto amé y sin poder detenerlo se desata la lluvia sobre todo lo que alguna vez ella amó…

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No diré que existe Dios si no creo en él, así que…

Que el recuerdo de estas personas se guarde en nuestra memoria sin fines morbosos ni de lástima.