III

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Ichigo estaba parado en el baño, asegurándose de no mirarse al espejo, asustado de lo que vería si lo hacía. Lentamente dejó sus pantalones caer por sus piernas y se quitó la camiseta. Observó su cuerpo, se quedó mirando a sus caderas visibles, también sus costillas. Recorrió una delgada mano por su abdomen y suspiró antes de empezar a quitarse las vendas de sus manos, despacio hasta que su piel estuvo expuesta al aire frío del baño. No le gustó lo que vio; sarpullidos, eczema para ser exacto.

No pudo evitar rascarse mientras se metía en la ducha y abría el agua. Se rascó demasiado y por mucho tiempo hasta que la piel se entumeció y estaba aún más roja que antes. Debía ser el estrés, estaba seguro de ello. No se atrevía a decirle a nadie que no estaba durmiendo y comiendo como debería.

No había necesidad de decírselos, resolvería este problema por sí mismo. Perdido en sus pensamientos en busca de respuestas, no notó que el eczema en su muñeca izquierda había empezado a sangrar. Mirando hacia abajo cuando empezó a notar el escozor, vio el fluido carmín resbalar al suelo donde se mezclaba con el agua caliente y desaparecía por el desagüe.

—Mierda... —suspirando e ignorando la sangre por ahora, agarró el gel de ducha y lo restregó por su cuerpo, maldiciendo en voz alta cuando el jabón pasó por la piel herida—. Esto va a ser difícil de ocultar, pero es MI problema —pensó para sí mismo.

Una vez terminó en la ducha, empezó a secarse con cuidado, distraído, e intencionalmente levantó la cabeza hacia el espejo.

Inmediatamente lamentó esta acción al ver su reflejo torcerse, como si estuviera teniendo una mala conexión con el mundo y se deformó en una pálida y retorcida versión de sí mismo que sonreía cruelmente hacia él. Podía escuchar susurros, chillidos y gritos, llenado su mente hasta que no quedaba espacio para sus pensamientos. Cayó del suelo húmedo mientras una voz se alzaba de entre todas las demás, una versión retorcida y con eco parecida a la suya.

Estoy muy cerca de ti, Ichigo. Estoy en todo lo que haces, en cada respiración, en todo lo que ves y tocas. Yo soy tú y tú eres mío. Vas a caer mientras yo rompo tu triste alma.

La voz retumbaba, empujaba el resto de sonidos e Ichigo gritó en el suelo.

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! —suplicó, pero no pasó nada.

¡Eras el rey, pero ya no! ¡Tu caballo dejó de obedecerte! ¡Yo seré-! —las chirriantes palabras pararon de repente, las miles de voces murieron e Ichigo jadeó por aire, su rostro distorsionándose en un torbellino de emociones mientras escuchaba a alguien golpear la puerta del baño.

Mirando hacia la puerta; miedo y preocupación llenaron sus ojos. Entonces se dio cuenta de que estuvo chillando contra una voz que nadie sino él podía escuchar. En su pánico, se secó rápidamente con la toalla haciendo exactamente lo que no quería, rascar su piel abierta y haciendo que se irritara todavía más. Su mente estaba nublada, no sabiendo qué hacer con su padre golpeando la puerta y su cuerpo escociendo tanto.

—S-solo un segundo... —su voz sonaba rota, ronca, cansada. Justo a tiempo logró esconderse tras una toalla grande a la vez que Isshin casi tiraba la puerta abajo después de haberla conseguido abrir desde fuera.

—No me importa lo que digas, algo anda muy mal —estaba hablando en serio, y sobre todo preocupado.

—N-no. ¡Estoy bien, en serio! Ahora sal de— —Ichigo tartamudeó hasta que su voz lo abandonó. Su mano izquierda temblorosa se alzó hacia su garganta, haciendo algo de presión como si quisiera poner sus cuerdas vocales en su sitio, pero sus ojos se abrieron de par en par cuando notó que esa acción había revelado el eczema en su muñeca.

Los ojos de Isshin se entrecerraron ante la vista, reconociéndolo de una sola mirada. Alzó una de sus grandes manos para agarrar el brazo de Ichigo y examinarla más de cerca. El pelinaranja quiso gritar de dolor, pero ningún sonido salió de su boca. No fue hasta que cerró los ojos con fuerza y apretó su mandíbula que su padre lo notó y lo liberó. Ichigo logró empujarlo y escabullirse a su habitación, cerrando la puerta con pestillo tras él.

Eso no era un eczema normal —pensó Isshin y movió una mano a través de su cabello. Estaba empezando a preocuparse mucho, Ichigo estaba de todo menos bien y lo sabía. Se agachó; recogiendo las vendas que Ichigo llevaba puestas antes. Las ojeó de cerca, la sangre que vio en ellas hizo que quisiera ir a golpear algo de sentido común en su hijo, pero sabía que esto era peor de lo que pensaba, y sus métodos normales no iban a ayudar esta vez. 

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