VII

637 94 4
                                    

Ichigo corrió sin percatarse a dónde iba, dejando que sus piernas lo llevaran donde quisieran mientras él trataba de huir de sí mismo. Corrió por calles desiertas, pisando charcos, no fue hasta que pasó por delante de la cristalera de una tienda, sus ojos fijándose en su propio reflejo; entonces se detuvo en seco.

Su respiración se cortó mientras bajaba la mirada hasta las manos en su reflejo. Sus ojos se agrandaron del miedo por lo que vio, su boca entreabriéndose y gritando cuando vio que lo que más temía se estaba haciendo realidad.

Sus dedos eran blancos. Blanco puro. Su izquierda tenía largas, afiladas garras. Garras.

Ichigo levantó las manos hasta que estuvieron frente a su rostro, como si mirarlas con más escrutinio fuera hacer que el blanco desapareciera. Se lanzó al suelo, restregando sus manos contra el agua, con la esperanza de que así se quitaría. Lo hizo una y otra vez, pero nada pasó, ni siquiera la piel enrojeció. Sin embargo, lo que pasó hizo que todo el color que quedaba en su cara desapareciera. Su piel humana literalmente se cayó. Se cayó en trozos sangrientos que flotaron en los charcos de agua formados por la lluvia. Ichigo se lo quedó mirando, no creyendo lo que veían sus ojos.

Su piel no había formado sarpullidos. No había estado infectada, o seca. Su piel se había estado muriendo.

Ichigo gritó, gritó hasta que su garganta no lo aguantó y su rostro estuvo empapado en la lluvia y en sus lágrimas. La cabeza le daba vueltas y su pecho dolía mientras trataba de respirar. No podía respirar, no podía pensar, no podía hacer nada más sino alejar sus manos de él como si aquellas estuvieran goteando ácido. Su visión se nubló, sus pupilas dilatándose del pánico. Quería gritar y pedir ayuda pero ninguna palabra salió, solo sonidos huecos y gruñidos. Quería correr pero sus piernas ya no respondían y solo temblaban bajo su figura. Quería morir allí mismo en ese momento, mas eso no iba a suceder.

Su cuerpo estaba teniendo calambres y la piel humana de su rostro estaba cayéndose dolorosamente, dejando el blanco hueso detrás. Gruñó cuando la piel se cayó de sus mejillas, dejándolo solo con el fino músculo que le permitía abrir y cerrar la boca.

Desafortunadamente no paró ahí, su mandíbula acalambrándose, sus músculos contrayéndose de manera dolorosa. Su cuerpo quería gritar cuando sus dientes estaban literalmente forzándose fuera de su boca, las raíces siendo lentamente empujadas fuera de lugar. Su boca sangró profusamente y gorgojeó en un intento de no ahogarse con su propia sangre.

Estaba sobre sus cuatro extremidades en el suelo, su cabeza apoyada contra la mojada acera, la sangre manchando el agua. Blancos dientes se cayeron bañados en sangre... Eventualmente perdió los dientes, todos cayendo al suelo. Las manos de Ichigo temblaban, sus dedos casi tocando sus labios, quería presionar contra la piel para alejar el dolor, pero no se atrevía. El miedo era demasiado intenso como para que pudiera moverse.

Tan pronto como había comenzado, Ichigo cayó del todo al suelo, completamente paralizado. Su columna ardía con tanta intensidad que lo dejó inconsciente sobre el pavimento mientras literalmente se extendía en su largo, fuera de su cuerpo. Creció y creció, pasando sus piernas y los músculos se formaron por aquella prolongación, formando una perfecta cola blanca.

---

En la residencia Kurosaki, la puerta de la habitación de Ichigo se abrió y su padre entró al interior, la preocupación evidente en su expresión pues había escuchado a su hijo moverse hacía un momento. Acercándose hasta la cama, se dio cuenta de que su hijo no estaba respirando. El pánico lo llenó, palpando su cuello y su muñeca en busca de su pulso, pero no sintió nada. Sus ojos se abrieron de más ante la posibilidad de que Ichigo hubiera muerto. Era como si alguien estuviera apretando su corazón, su garganta, y no podía pensar con claridad.

Una suave brisa sopló en su cara, enfriando las lágrimas que estaban bajando por su rostro. Su mente volvió a funcionar, recordando que había cerrado la ventana antes de irse, estaba seguro de ello. La ventana estaba abierta, pero nadie había entrado a la habitación o salido de ella. Volviendo a ver el cuerpo, se dio cuenta de que posiblemente Ichigo estaba fuera en su forma espiritual. Estuvo casi aliviado al pensar que era lo más seguro y que su hijo estaba, de hecho, vivo y en la calle.

Aún preocupado por la extraña condición en el cuerpo ahora sin vida de Ichigo, empezó a preocuparse, preguntándose si también habría afectado a su forma de shinigami. Entonces tomó una decisión. Iba a encontrar a su hijo y averiguar qué estaba pasando, incluso si eso significaba revelar su pasado oculto. Quizás Ichigo iba a odiarle por no decir nada, por mentirle, por no ayudarlo cuando lo necesitó.

¿Quién había hecho aquello, y por qué? ¡¿Por qué Ichigo?! No podía entenderlo.

Se dirigió a su propia habitación para abandonar su gigai sobre la cama, determinado a salir ahí fuera y encontrar a su hijo. Iba a ir y contarle todo sobre sí mismo, pero sobre todo, decirle que lo amaba. Que sentía mucho no haberle contado nada antes. Con esta meta en mente, saltó por la ventana hacia la calle.

La lluvia le hizo preocuparse aún más sobre su hijo. Si su cuerpo humano estaba tan mal; ¿qué podía haberle pasado a su alma? El horrible pensamiento de que quizás estaba aún peor hizo que se le revolviera el estómago.

Tenía que encontrarlo cuanto antes.

Monster InsideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora