VI

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En el mundo interno de Ichigo, este aún estaba corriendo cuando de repente algo lo golpeó desde el costado, haciendo que cayera sobre el cemento. Su nariz salió herida y comenzó a sangrar por el golpe. Mirando a sus manos pudo ver que las heridas se habían hinchado de manera extraña. ¿Por qué...? De repente alguien lo sujetó por el cabello y sabía el único que podía ser en ese maldito infierno; su blanco alter ego, su hollow.

La mente de Ichigo le pedía que se resistiera, pero su cuerpo no respondía ninguna de sus órdenes.

—Llegó la hora de la segunda parte de tu degradación de 'rey' a 'patético gusano' —dijo el hollow, sonriendo cruelmente, haciendo que a Ichigo se le erizara el vello de la nuca.

Fue lanzado de vuelta contra el edificio, su cabeza siendo golpeada y dejándolo ido por un momento; y el hollow se tomó su dulce tiempo pisando una de sus manos, presionándola tan plana como podía con sus sandalias. Ichigo chilló, su voz siendo esta vez la suya.

—Realmente patético... —comentó el hollow sin respeto alguno mientras quitaba el pie de la mano que enseguida fue agarrada por el shinigami tratando de alejar el dolor presionando en la herida para detener el sangrado—. Me niego a estar bajo las órdenes de UN REY TAN DÉBIL COMO TÚ —gruñó a la vez que pateaba el pecho del otro lo suficientemente fuerte para partir algunas costillas, haciendo que Ichigo tosiera sangre al instante.

—Tengo el castigo perfecto para alguien como tú —una sonrisa sadista apareció en su rostro mientras se acercaba. La mirada en los ojos del pelinaranja era de algo más allá del miedo; estaba debilitado, herido e incapaz de mover sus extremidades como quería. Parpadeó una vez antes de que su pecho estallara en un dolor insoportable.

Mientras Ichigo chillaba de dolor como nunca lo había hecho, el hollow solo reía. No había nada más que alegría en sus ojos, la sonrisa en sus labios nunca desapareciendo.

Ichigo fue atravesado por la espada blanca de su contraparte, su voz agonizando haciendo eco por todo aquel vacío mundo. La espada fue empujada justo en el centro de su pecho, atravesándolo por completo. Retiró la espada y lamió la sangre de la hoja, no importándole si se cortaba la lengua en el proceso.

—No sabe mal para ser un rey tan estúpido —girando la espada un cuarto, la volvió a clavar en su pecho, creando una herida en forma de cruz en su cuerpo que se estaba retorciendo de dolor, sangrando de forma incontrolable.

—¡Ni se te ocurra desmayarte antes de que haya acabado contigo! —rugió el hollow, molesto porque Ichigo estaba a punto de perder la consciencia. Retorciendo la espada aún clavada en su pecho, Ichigo no chilló más —para molestia del hollow que retiró la espada.

Parecía que el joven estaba paralizado por el miedo y el dolor, incapaz de moverse o procesar ya lo que estaba sucediendo. Enfadándose, el hollow volvió a clavar la espada exactamente en el mismo lugar. Ichigo no se movió.

No está muerto. O yo también hubiera desaparecido —pensó para sí mismo, alejando la espada finalmente y clavándola en el cemento junto al cuerpo del shinigami. El cuerpo de Ichigo comenzó a desvanecerse lentamente, el hollow observaba con una sonrisa satisfecha como la sangre que había derramado permaneció en el edificio.

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Despertando lentamente y abriendo sus ojos, Ichigo giró la cabeza. Parecía ser la única parte de su cuerpo que parecía no estar sufriendo en demasía. Estaba en su habitación.

Suspirando de alivio por estar en su habitación y no en su mundo interno. El mundo estaba borroso, como si estuviera mirando a través de una tela traslúcida.

No supo cuánto tiempo se quedó ahí tirado, mirando a las sábanas y esperando a que todo acabara. Sin embargo luego de haber pasado tanto tiempo en esa posición, al sentarse, su espalda dolía. Se apoyó contra la pared detrás de él, su pecho agitado. Parpadeó lentamente, su mente aún nublada y con cuidado miró a su alrededor, no realmente pudiéndose concentrarse en nada. Pero sí vio un vaso de agua en la mesilla de noche. Se inclinó para alcanzarlo, pero su mano no hacía lo que quería. Se sentía tensa y caliente, sus dedos entumecidos y torpes, pero finalmente logró tener un agarre firme en el vaso y beber de él. Al hacerlo, sintió su garganta contraerse y se atraganto con el agua, tosiéndola de inmediato. Trató de recuperar el aire que no parecía querer llegarle. Lanzó el vaso, frustrado, viendo como se rompía contra la pared. Chilló enfadado, pero se detuvo y cubrió su boca con sus manos; su grito se había convertido de nuevo en un sonido animal y poco a poco podía escuchar el susurro de las crueles voces apareciendo una vez más.

Con el corazón en la garganta se puso en pie, incapaz de quedarse quieto, su cuerpo temblando, su voz soltando pequeños gruñidos en lugar de sollozos. Se arañó su propio rostro, sus orejas, su cuello y sin darse cuenta, pisó los cristales que ahora cubrían el suelo.

Ichigo saltó de la sorpresa, no muy alto, pero lo suficiente para hacer que los pedazos de cristal que ya estaban clavados en sus pies se hundieran más. Su voz aún no sonaba como la suya cuando gritó, pero esto fue temporalmente olvidado, su mente no funcionando debido a la gente que le estaba chillando. Algunos sonaban como sus hermanas, otros como su padre, otros como algunos amigos, otros incluso como su madre fallecida; todos gritando acusaciones e insultos. Les pidió que se callaran, que se fueran. Suplicó que se detuvieran, que lo dejaran en paz. Pero su suplica cayó en oídos sordos.

No fue hasta que divisó la cama que logró recuperar los sentidos lo suficiente para cojear hasta ella. Se cruzó de piernas como pudo y lentamente retiró los cristales de las plantas de sus pies con dedos torpes mientras respiraba rasposamente por la nariz. Las voces se estaban alzando en volumen, sus palabras empeorando. Golpeó su oído con la mano tan fuerte como pudo en un patético intento de hacerlos callar.

Fuera comenzaba a llover y las gotas golpeaban la ventana insistentemente, pero Ichigo no la escuchó, no con las voces culpándolo por ser débil y no poder protegerla. La voz de su madre sonaba la más fuerte en su mente.

¡Pensé que ibas a protegerme! —Se tensaba siempre que lo escuchaba—. ¡Eres un hijo inútil! ¡Ojala nunca hubieras nacido!

Bloquear las otras voces ya era lo suficientemente difícil; incluso si sabía que su hollow solo estaba jugando con él, diciéndole que iba a tomar el control. Sin embargo cuando Ichigo se empezó a preguntar por qué no había hecho eso ya, el hollow empezó a reírse.

—Disfruto torturándote y viéndote sufrir —conociendo a su blanca contraparte, no estaba bromeando.

Ichigo continuó sacando el cristal de sus pies con dedos hinchados. Sus vista cada estaba más nublada, el fuerte medicamento estaba tratando que se volviera a dormir. Ichigo no quería dormir, o se despertaría en su mundo interno donde su hollow solo lo torturaría aún más. No podía permitirse dormir.

Escuchó a duras penas la puerta principal abrirse y las voces de su familia, y de repente con eso la voces desaparecieron. Sus ojos se abrieron de par en par mientras sentía el sudor bajar por su frente. No se atrevió ni a mover un solo músculo hasta escuchar qué estaba haciendo su familia.

—Por favor, no hagan mucho ruido. Ichigo está muy enfermo y necesita descansar —escuchó a su padre decir en un tono serio—. Iré a ver cómo está.

Las pisadas se escucharon más altas cuanto más cerca estaba de la habitación. El herido pelinaranja entró en pánico, no queriendo que lo viera así, ni su padre ni nadie. Poniéndose en pie e ignorando el obvio dolor, miró desesperado alrededor de su habitación y viendo el único método para escapar posible: abandonar su cuerpo y huir como shinigami. Agarrando la placa de su mesa, la chocó contra su pecho, agarrando su cuerpo antes de que cayera al suelo y dejándolo sobre la cama antes de abrir la ventana y saltar hacia el lluvioso cielo nocturno.

Monster InsideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora