Capítulo cuatro.

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Hay muchos libros, pero ninguno me llama demasiado la atención. Sigo avanzando entre las estanterías. Son altas y están repletas de libros de todos los tamaños y etiquetas. Cada pasillo es largo, y en él hay unas pocas personas hojeando libros. Al final de este pasillo veo una mesa en la que solo queda un libro. Tengo curiosidad en saber de qué libro se trata. Conforme me acerco, observo que es el libro que Anna quería. Empiezo a caminar más rápido, emocionada. Creía que ya no encontraría ningún ejemplar, pero ahí está. Aún conservo algo del dinero que nos han devuelto al hacer las compras. Será mío, por fin. Llego hasta la mesa y coloco mi mano sobre el libro para cogerlo. Pero justo cuando estoy a punto de cerrar la mano para agarrarlo noto un contacto cálido. Rápidamente aparto mi mano. Pero, aun así, me ha dado tiempo a observar la mano grande que se ha colocado sobre la mía. De dedos finos, pero alargados, mucho mayores que los míos.

Levanto el rostro siguiendo la dirección del brazo. Y a mi lado veo a un hombre.

Es alto y su cabello castaño no es ni demasiado largo ni demasiado corto. No sé cuánto tiempo me quedo mirándolo, porque me encanta analizar a la gente, se podría decir que es uno de mis hobbies. Tiene los ojos almendrados y de color verde, coronados por unas pestañas más largas que las mías. Me mira curioso y algo sorprendido. Tiene el ceño fruncido y se le marcan los pómulos. Su nariz es recta, pero con una leve inclinación en el puente (como un tobogán). Por último, llego a los labios que son gruesos y en estos momentos están moviéndose. Pienso en eso: "moviéndose" ¿cuándo se suelen mover los labios? ¡Ah, sí! Cuando se habla.

- ¿Qué? -digo, porque no me he enterado de lo que me ha dicho.

-Nada -dice sonriendo. Debe de haber llevado aparato, porque tiene los dientes perfectamente alineados-. Que no te había visto.

-Yo tampoco a ti -sueno algo a la defensiva, pero es que me parece una estupidez decir algo tan obvio. ¿Hubiera ocurrido esta situación tan extraña de habernos visto?

-Supongo que mi afán casi inhumano de coger el libro me ha evadido de la realidad -y vuelve a sonreír. Yo no lo hago, pero no porque me caiga mal ni nada, sino porque no suelo hacerlo. Pero con esas palabras arregla el hecho de decir anteriormente tal obviedad.

-Entonces, supongo, he conseguido lo que quería.

- ¿Qué? -pregunta él confundido.

-Ser invisible -respondo, aunque no sé por qué lo hago, ni siquiera a mi tía se lo he contado. Me figuro que lo hago porque a un desconocido poco va a importarle lo que yo quiera ser. Es facil hablar con alguien que no te conoce, a veces.

-Te estoy viendo ahora -dice.

-Oh Dios -digo- segunda obviedad.

- ¿Cómo? -pregunta entornando los ojos, pero conservando su sonrisa.

-No serás tú el poeta más metafórico del mundo, ¿no? -pregunto sarcástica sin contestar a su pregunta - Creo que este libro te hace más falta a ti que a mí...- Sé que estoy siendo muy maleducada, pero me ha salido solo.

-En realidad... -niega con la cabeza y suelta una risita. Cierra la boca y me mira a los ojos-. Lo digo, porque, entonces, algo no estarás haciendo bien.

Como veo que posiblemente tenga razón y no se lo puedo debatir, me encojo de hombros. No me gusta que me quiten la razón.

-Tampoco me he leído un manual de cómo hacerlo -digo al final.

-Tal vez deberías.

-Ya he dicho que te quedes tú con el libro, no hace falta que sigas disuadiéndome.

-No lo hago. Podemos compartirlo.

- ¿Cómo? Ni siquiera te conozco -y pienso que hoy estamos que nos salimos con las obviedades. Tercera obviedad.

- ¿Tercera obviedad? - dice él interrumpiendo mis pensamientos-. No sabes nunca con quien te vas a topar, y decir obviedades te ayuda a romper el hielo. De todas formas, en realidad, ya nos conocemos.

-Ni de coña...

-Si alguien me preguntara por "la chica que quería el mismo libro que tú" sabría que tiene los ojos grises, el cabello oscuro y el rostro claro.

-Pero no me conoces...

-Pero tampoco te desconozco.

Pongo los ojos en blanco. Me está sacando de quicio, no me gusta que me quiten la razón.

- ¿Soy un chico menos tonto de lo que creías? -me dice con media sonrisa.

-Si no dijeras tantas obviedades no lo hubiera pensado. -abre la boca con mi contestación medio sorprendido y medio divertido.

-No me lo puedo creer. Pensaba que me ibas a mentir, que ibas a negarlo.

- ¿Por qué tendría que hacerlo? No te conozco como para que tus sentimientos me puedan afectar.

-Supongo que tienes razón y la verdad es que tu pelo no parece real.

-Porque no lo es, me lo tinté -omito decir el porqué.

- ¿Cómo era antes? -me pregunta. De repente ya no sonríe, sino que frunce el ceño.

-Rubio -contesto. Abre los ojos y me mira increíblemente sorprendido. No dice nada y empieza a ponerme nerviosa así que rompo el hielo -. Sí, ya sé que la gente en general se lo tinta de moreno a rubio, pero tampoco creo que sea tan extraño como para que reacciones así.

-Yo...

Veo que ya no queda casi nadie en la tienda.

-Creo que van a cerrar, así que yo me voy ya a casa.

-Espera... -me dice.

-Da igual, quédate el libro. Igualmente, no creo que lo quiera leer después de todo. -es verdad, Anna lo quería leer, pero ¿quién dice que a Beth le gustará?

Empiezo a marcharme y me coge suavemente de la muñeca.

- Soy Will.

- ¿Billy? -digo girándome para mirarlo a la cara, sonríe débilmente.

-Hace más de 15 años que dejé de serlo.

Y es ahí cuando me pregunto su edad. Está claro que es mayor que yo, ya lo pensaba al principio, pero después de ver su forma de hablar aún lo creo más.

-Yo soy Beth. -le digo.

- ¿Anna? -pregunta.

-Hace más de dos meses que dejé de serlo. -cuando acabo de decirlo me marcho, y noto su mirada tras mi espalda. Se ha vuelto a sorprender con mi contestación, y me parece tan extraño. Pero al mismo tiempo me ha atraído tanto intelectual y físicamente... Niego con la cabeza y salgo de la tienda. Al final no me he comprado nada, pero no me importa, he disfrutado este momento.

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