Capítulo III: Fiestas, amigos, caídas

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Su estómago retumbaba, y no necesariamente por el hambre, era por la música. La persona que estaba escuchando música en el piso de abajo o estaba muy sorda, o no quería que ella, durmiera. Dora supuso que ninguna de las anteriores era la correcta. Abrió los ojos con pereza, afinando la garganta para gritar que bajaran la maldita música cuando recordó que una pequeña parte de su plan saldría mal. No la escucharían en una fiesta, bueno dudó si es que alguien estuviera lo suficientemente sobrio para entender su griterío y no se reía como un epiléptico teniendo un ataque, suspiró con pesar y se talló los ojos. Era hora de bajar, se calzó las zapatillas y avanzó con paso lento hacia abajo. Caminaba prácticamente por inercia, pidiendo disculpas por separar a las parejas poco discretas que se daban caricias que deberían ser en privado. Tropezó con una lata de cerveza, cerró fuerte los ojos preparándose para el impacto, sentía que su cerebro volvía todo borroso como modo de protección y se sintió ultrajada contra Cronos por hacer esto en cámara lenta, si se iba a golpear ¡Que fuera rápido maldita sea! Pero en vez de sentir madera y luego cerámica y un golpe sordo sintió un pecho fuerte que tenía sus brazos en su cintura en un abrazo torpe, y ella se aferraba a ese pecho y olor masculino como si su vida dependiera de ello. Que en parte era cierto.    

–Maldita sea Pandora, deberías ver donde pisas…pensé que no alcanzaría a llegar –dijo angustiado, soltó el agarre de su cintura pero ella no lo hizo. Él rio–. Estas a salvo, cariño –dijo acariciando su cabello.

–Gra–gracias, yo pensé que caería…pero tú, súper chico me salvaste. Me había preparado para impacto pero tú…

–Ya, calma. Vamos a tomar algo –dijo Mason sonriéndole amablemente.

–Que no sea cerveza ¿Vale? –dijo ella temblando, él se rio y la estrecho contra su cintura.

–Trato hecho.

            Avanzaron entre la gente, más de una vez las chicas tiraron de Mason y él negaba. Dora estaba divertida con la situación.

–¿Tú crees que llegaremos hoy señorito popularidad? ¿O tendré que tomar algo sola para que tus admiradoras te acosen en paz? –dijo ella.

–Ya, se me hacía raro que no hubieran hostilidades –dijo soltando su camisa de un tirón, la chica hacia pucheros graciosísimos. Él, vagamente le tomó atención,

–Oh, vamos solo fue una broma –dijo sonriendo.

–Por fin –dijo sentándose y suspirando teatralmente–, ¿Qué quieres? Corre por la casa.

–Un Martini, tal vez –él arqueó la ceja en señal de duelo–, no tomo con chicos –replicó ella.

–Podrías tomarme como una chica –dijo él, encogiéndose de hombros.

            Pandora lo miró, se veía guapísimo con esa playera ajustada, unos vaqueros que lo marcaban y esas botas militares, vio su sonrisa amistosa, él bajó la vista y su cabello oscuro cayó a sus ojos increíblemente azules y ardientes. Se mordió los labios.

–Ni en un millón de años te miro como chica, tío –dijo, y él abrió los ojos sorprendido.

–Pensé que no te gustaba

–¿Dije acaso que me gustabas? –replicó ella sonrojada.

–No –admitió él, sonrió maliciosamente–, así que no habrá problema si te tomas un wisky conmigo, de amigo a amiga.

–Nop –dijo ella sonriendo.

–Oh, vamos. Si tienes miedo, solo deberías decirlo ¿No crees?

            Dora reaccionó tal cual como Mason pensó. Su mirada se trasformó en desafío.

–Venga.

Libre de mis monstruos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora