Al día siguiente, Adan se vistió para ir a clases. Las baldosas del baño estaban heladas, y enfriaron sus pies descalzos. El calefactor se había descompuesto, y tuvo que soportar un chorro de agua congelado. Al menos luego se calentó con la toalla. La frotó mil veces contra su piel áspera, y se vistió. El autobús lo esperaba al pie de la acera. Desayunó algo rápido y se fue.
Al apearse, se unió al afluente de niños que marchaba hacia el portal de la escuela. Las nubes se habían arrebujado en un solo punto, por lo que el resto del cielo estaba claro. Muy azul. Si se ponía uno de cabeza, la tierra parecía pender sobre un vasto mar, inmenso.
Se dirigió al curso y dejó su maleta en su silla. Se reunió con el resto en el patio y cantaron el himno nacional. Luego, siempre en orden, volvieron a clases. Martina se había sentado a su lado el primer día, pero la maestra en seguida dispuso los puestos a su gusto, y colocó a un niño alto y gordo como su compañero. Adan no podía ver su cabeza, excepto cuando él le miraba desde tales alturas para señalarle lo fea que era su maleta, o lo feo que eran sus dientes, que eran por lo demás bastante normales.
De pronto, algo cayó sobre su banca. Era un pergamino. Martina solía enviarle mensajes escritos en papel de cuaderno, con una peculiar pluma de tinta rosada. Adan desplegó el pergamino y lo leyó:
- Pasemos juntos el recreo.
Adan volvió a doblar el pergamino, y asintió con la cabeza. Enseguida llegó otro mensaje.
- Escríbeme la respuesta.
Adan volvió a doblar el pergamino, y negó con la cabeza. Entonces, algo le golpeó la cabeza. Miró sobre su hombro, y vio a Martina, que se había armado de un montón de lápices, y se había decidido a bombardearlo.
- ¿Qué pasa?, susurró Adan, con medio rostro vuelto hacia Martina.
- Que me contestes, respondió esta a su vez, también con voz queda.
- Sí, sí vamos a pasar juntos el recreo, dijo Adan. Pero no me pegues.
- Bueno.
Al sonar el timbre, cuatro niños se acercaron a Adan y lo rodearon.
- Oye, dijo uno, que hacía las veces de líder. ¿Juegas con nosotros?
- No.
- Vamos a jugar fútbol.
- No me gusta el fútbol.
- Ya no te vamos a invitar más.
- Bueno.
Antes de irse, el niño volvió a hablar:
- Oye.
- ¿Qué?
- Pasas mucho tiempo con Martina.
- Sí.
- ¿Son novios?
- No.
- Pero pasan mucho tiempo juntos.
- Somos amigos.
- Mmmm, ok, dijo el niño, y se fue.
Adan salió acompañado de Martina. Ambos llevaban sus loncheras. Ella ahora se sentaba junto a una niña muy callada, con el rostro pálido, pero muy bonita y con el cabello castaño. Adan la quedó mirando antes de salir. Martina se dio cuenta pero no dijo nada.
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Los rituales del Asco
General FictionAdan es un niño al cual un día, como siguiendo el ritmo natural de las cosas, experimenta la repentina huida de sus padres. Sintiéndose a la deriva, pese a que ellos han dejado todo listo para su supervivencia (siempre hay comida en el horno), se pe...