Cap. 6 El mensaje en la botella

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El mensaje en la botella

La madre comenzó ordenando aquel desalineado cuarto, aunque en el fondo su paciencia le decía que después de todo era solo un niño. Papeles y dibujos por aquí y por allá. Nunca se había interesado demasiado en los trazos del niño, pero desde aquella reproducción de su pintura había quedado perturbada. Ahora los observaba tratando de interpretarlos pero, a quién engañaba. Aquellas eran inocentes ideas salidas de la cabeza de Eric, todas excepto una que se destacaba por sus colores tristes. No era una casa, más bien una mansión la que estaba dibujada allí, pero lúgubre, fría, solitaria. Junto a ese dibujo halló unos más que seguían el mismo estilo. Una gélida habitación, una ventana con vista a un jardín entregado al olvido. Un silencio doloroso y abrazador. La triste mirada de alguien que se siente solo en el mundo e inmediatamente su corazón comenzó a temer la inminencia de un agudo dolor. Reconoció el lugar, la ventana, el jardín. Recordó a su madre.

Eric llegaba en su bicicleta cuando su madre salió a su encuentro. La angustia la dominaba y con temor le preguntó sobre esa niña amiga suya. De dónde había llegado, cómo era, qué estaba haciendo aquí.

-Ha venido a cumplir un trabajo, yo la he estado ayudando llevándola de aquí para allá-temerosa preguntó qué clase de trabajo –Tiene que ver con las lágrimas mamá. Cada lágrima no derramada es una historia por contar, acallada por el silencioso dolor de aquel que siente haber perdido toda esperanza. Ella me dijo que tú entenderías.

-Tu abuela Eric. Ella ha venido por tu abuela.

El niño no comprendía el razonamiento de su madre. Su amiga nunca le haría mal a nadie, sólo deseaba retornar su mundo a su equilibrio natural. Y para eso las lágrimas deberían fluir. Fue entonces que pensó más allá de su madre y todos los que conocía. Pensó en su amiga, en lo mucho que se había encariñado con ella y que ya nunca la volvería a ver. Su madre corrió hacia el interior de la casa, el teléfono había estado sonando reiteradamente y alcanzó a levantar el tubo para sentir la bofetada que representaba la noticia de que su madre había abandonado el asilo dejando una nota de despedida. Temían que hubiera caminado hacia el río y estaban haciendo lo imposible por encontrarla para prevenir una tragedia.

-Ven hijo, no puedo esperar cruzada de brazos. La abuela está… desaparecida.

***

El pescador tomó su barca y se entregó al río. Frente a él viajaba la niña quien observaba fascinada cómo el remo arrastraba el agua

-Mi barca de bambú no es así. Ella se mueve sola. Usted la impulsa, la domina. Es dueño de su destino.

No dejaba de asombrarle la sencillez de la niña para ver la vida. Imaginaba que alguna vez, hacía mucho tiempo, él también había sido un niño y quizás también habría tenido esa visión. En aguas silenciosas se deslizó el día hasta que el sol comenzó a bajar para besar el horizonte. El pescador estaba perdiendo la esperanza a pesar de las súplicas de la niña de continuar. Y de pronto ella se tensó, su mirada se distrajo por un instante en el infinito de la noche próxima y sus ojos perdieron parte de esa chispa de inocencia, pues no muy lejos de allí, en el vivero, sus semillas ya eran unas pequeñas plantitas que en ese instante estaban dando unas bellas flores blancas. Ella sabía que si no se marchaba antes de que cayera el último pétalo dejaría de ser quien era, una niña.

-La noche ha llegado, jamás veremos nada

-Allá, un bote se desliza a la deriva. Acércate

Él no había distinguido una forma y la niña ya había vislumbrado un bote. Remó hacia la silueta y se estiró para alcanzarlo. Allí hallaron a una señora mayor que descansaba exhausta tras un largo viaje sin destino. El pescador la tomó en sus brazos y la llevó consigo, mientras la niña le iluminaba con una lámpara en alto. La anciana estaba muy cansada, pero tuvo fuerzas para verle a los ojos a él y luego voltear hacia la luz.

EL VALLE DE LAS LÁGRIMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora