2. La niña en el jardín
Las suaves lágrimas de una mañana gris la recibieron muy temprano. Ella dejó el sobretodo y asomó su nariz intentando no respirar ese aire frío, observó hacia cada lado y sigilosamente tomó el diario para volver a meterse rápidamente en la casa. Fue hasta el dormitorio, se subió a la cama y arrojó el matutino sobre Alicia. Esta despertó un poco molesta, pero ella la conocía, todas las mañanas se quejaba cuando la iba a despertar. Después de eso ella siempre iba a la habitación del niño y se quedaba junto a la cama, apoyando su hocico sobre el borde a la espera de que Eric despertase.
-Buenos días Alberta, ¿quieres la comida ya? Ven, vayamos a la cocina
Mientras su madre se cambiaba y aseaba él siempre alimentaba a la perra y abría la puerta trasera para que saliera a tomar aire.
-Eric, no olvides sacar la basura hijo, hoy te toca. Y ponte a ordenar tu cuarto no bien acabes de desayunar que mañana vendrá la tía.
No era la persona más agradable del mundo su tía pero no tenía sentido discutir eso con su madre, sabía que era aún muy pequeño para tomar sus propias decisiones.
Una deliciosa taza de chocolatada era lo mejor de comenzar cada día y la pequeña llovizna pasajera parecía transformar aquel desayuno en algo más agradable aún.
Alicia tomaba nota de lo que debía comprar al regreso del trabajo, mientras recogía los memos pegados en la heladera, cuando el teléfono comenzó a sonar. El niño la observaba en silencio hablar por teléfono mientras terminaba su chocolatada y jugueteaba con la perra.
-¿Quién era mamá?
-Era la tía, no podrá venir sino hasta el viernes. De todas maneras quiero ver limpio ese cuarto a mi regreso.
-Luego que acabe de limpiarlo ¿puedo ir a jugar con mi amiga?
-Lo que quieras siempre que acabes primero con tus tareas hijo.
Él asintió, era un buen niño. Con lo difícil que había sido criarlo en sus circunstancias se sentía realmente afortunada.
Tomó su piloto, cogió la bicicleta, su cartera y salió hacia la calle empinada, como lo hacía cada mañana, con rumbo a la fábrica de galletas.
Alguien podría pensar que allí su trabajo era superficial, no así para ella que estaba encargada de ingeniarse las frases que portaban esas galletas de la fortuna, frases como:
“Las flores más pequeñas son las de fragancia más dulce”
Grande era el respeto que sentía hacia el señor dueño de la fábrica, él le había abierto las puertas en el momento más difícil de su vida cuando su marido se había marchado dejándola desamparada con el pequeño Eric.
Eric era introvertido, realmente le costaba mucho hacerse de amigos, y es que los demás niños le parecían tan diferentes, a veces crueles en su forma de proceder hacia él. Pero esta niña era especial. La conoció una tarde en la hamaca de la plaza, mientras él imaginaba su cuarto como una nave espacial que tendría que ir a abordar y pensaba si la vieja pecera serviría como casco. La niña comenzó a mecerse a su lado.
-Hola ¿qué estás observando?
-¿Ahora? Mi dormitorio, es una nave espacial
-¿Duermes dentro de una nave espacial?
-Sí, y por las noches despega cuando me acuesto.
-Eso es fabuloso, me imagino que tus sueños deben llegar realmente alto
-Sí, yo no sueño que vuelo, vuelo mientras sueño
Ambos entonces se vieron a los ojos y una sonrisa pícara se dibujó en la cara de la niña, Eric entendió que podría confiarle cualquier secreto a esa pequeña persona, sentía que jamás podría traicionarla.
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EL VALLE DE LAS LÁGRIMAS
FantasiaDurante cientos de años las lágrimas de quienes se han negado a llorar se han acumulado en un valle ajeno al tiempo y la vida de los hombres, reposando en un lago de cristalinas aguas saladas. Este delicado ecosistema es vigilado por una niña quien...