"Insensible".

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1.

 

Famélica como estaba, hinqué los dientes en mi sándwich y comencé a masticar con voracidad. Ante los deliciosos sabores de los ingredientes apretujados entre las dos capas de crocante pan francés, mi estómago crujió estruendosamente festejando por adelantado, la llegada del alimento.

- Parece que tenías hambre- se burló Valeria, alzando su delicada mirada de la superficie de su café, hasta mis labios sucios de mayonesa, los cuales al instante, limpie con la servilleta, al comprender que debía tener el aspecto de salvaje. El hambre me había hecho perder mis modales de la mesa, los que ella, sin importar cuanta hambre padeciese, no perdería jamás.

Bajé mi sándwich al plato.

Me costó tragar la cantidad de comida que tenía en la boca, para responderle. Me ayudé con un poco de agua y volví a limpiarme la comisura de los labios con la servilleta de papel que acompañaba mi tardío almuerzo. Eran las cuatro de la tarde y no probaba bocado desde mi desayuno a las seis y cuarto de la mañana. De más está decir que sentía el estómago pegado a la columna, vacío y encogido.

- Si sigues así, acabarás por desaparecer.

Algo de razón tenía, ahora que lo meditaba, en los últimos seis meses mucho de mi peso corporal desapareció sin que siquiera me diese cuenta; mi nuevo trabajo era el responsable. No me sentaba nada mal haber pedido es kilos extra, eran todos los que aumenté a causa de la ansiedad producida por no tener trabajo, por tener un montón de cuentas que pagar, por sentirme frustrada por no lograr desarrollarme profesionalmente y por la completa ausencia de cualquier actividad social que no fuese salir de vez en cuando con ella, mi mejor amiga; ni que hablar de lo lejana que parecía mi última desastrosa y efímera relación amorosa.

Sí, noté que las ropas me quedaban algo más que holgadas, lo cierto es que no presté demasiada atención al detalle, tenía demasiadas cosas de las cuales ocuparme, tanto en el trabajo como fuera de este y no me sobraba el tiempo para mirarme al espejo, menos que menos para pesarme y comprobar la cantidad de masa perdida; lo que sí sé es que al cinturón que ahora sostenía mis pantalones a la altura de mi cadera, había pasado por dos agujeros distintos desde mi primer día en la oficina, hasta este.

Cuando el primer bocado llegó a destino, experimenté un dolor horrible en el estómago.

- ¿Dormiste anoche?

Le contesté que sí, moviendo la cabeza de arriba abajo, mientras le arrancaba otro pedazo a mi sándwich de pollo. Llené mi boca con la firme intención de no tener que dar mayores explicaciones, total, qué más daba, prefería que el resto de los comensales del local pensasen que era una salvaje, a tener que confesarme frente a mi amiga, la cual hoy, parecía especialmente interesada en realizar un profundo análisis de mis últimas jornadas; tal vez eso se debiese a que llevábamos un par de días sin vernos, apenas cruzando un par de palabras por teléfono (otra vez mi trabajo, era responsable de eso).

- ¿Cuántas horas?

¿Y creías que te liberarías de esto? ¡Ja! Como si no supieses a quién te enfrentas- me recriminé a mí misma.

- Humm…- le contesté con la boca todavía medio llena, decidida a evadir el asunto.

- Me escuchaste bien- sus ojos vibraron sobre los míos-, ¿cuántas horas?- insistió.

Tragué, ni metiendo a presión el resto del sándwich entre mis mandíbulas lograría escapar de su interrogatorio.

- Un par-. Recogí el diario que todavía no había tenido oportunidad de leer desde que lo encontré en mañana sobre mi escritorio, después de que mi jefe lo dejase allí, luego de ojearlo (aquel ritual sucedía todas las mañanas desde mi segunda semana ejerciendo de su asistente; hablando de una cosa y de otra, descubrimos que ambos teníamos la costumbre de echarle una mirada al diario, todas las mañanas y por eso, cada vez que él lo terminaba, me lo pasaba).

"Insensible".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora