"Insensible" capítulo 14

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14.

 

Lo primero que mi conciencia captó fue su aroma, ese delicioso y suave perfume que me daba una gran sensación de bienestar, si bien en realidad, me quitaba la calma puesto que encendía cada célula de mi cuerpo amenazando con provocar la ignición de toda mi carne.

Lo segundo que noté fue que tras mis párpados, había luz, chisporroteos dorados y placidos, dignos que un bello amanecer.

Abrí los ojos esperando tener el placer de poder guardar para siempre, dentro de mi cabeza, la imagen del hombre del cual me había enamorado, durmiendo junto a mí, en esta enorme cama, en este lujoso departamento en una de las ciudades más lindas del mundo.

Incluso antes de ver, o mejor dicho, de no ver, comprendí que algo no andaba bien. Una ola de frío se apoderó de mi cuerpo. Mis ojos se movieron para encontrar el otro lado de la cama, vacío.

Se me escapó un suspiro de desolación. Esto era, hasta aquí llegaba mi sueño.

Mi cuerpo se desarmó sobre la cama. Clavé la vista en el techo sintiendo entre miserable y tonta. Lo que quedaba de mi ser racional, se decidió a ponerle fin a aquel acto de autocompadecimiento, recordándome que nada de aquello había sido del todo real, sino más bien, algo fruto de mis deseos, de mi imaginación.

Me senté en la cama, aparté las mantas y palpé el colchón, estaba frío. Estirándome, espié en dirección al baño, la puerta se encontraba abierta.

- ¿Señor Meden?

Nada. Obviamente hacía rato que me había dejado aquí sola.

Resignándome y comprendiendo que así debía ser, me levanté, recogí mi suéter y me largué de allí.

Veinte minutos después, bajaba a la cocina para desayunar.

Sabía que tendría que enfrentarlo en algún momento, pero esperaba que pudiese ser después de una taza de café.

Por lo visto, no tendría esa suerte. En cuanto entré en la cocina, Meden alzó sus ojos hacia mí. Tenía un periódico en sus manos, un vaso de jugo de naranja en frente, y una taza de té a un lado.

Estaba solo; de hecho, parecía que estuviésemos completamente solos en este enorme departamento, de camino aquí, no me había cruzado con nadie, detalle que me extrañó.

- Buen día- me saludó con voz rasposa. Se lo notaba un tanto ojeroso y decaído. Llevaba el cabello revuelto, y en vez de traje y corbata, lucía una camiseta blanca de mangas cortas, una campera con capucha y un pantalón deportivo gris. Iba descalzo y sin medias.

- Buen día- le correspondí poniendo un pie más, dentro de la cocina.

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