"Insensible" capítulo 20.

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20.

 

- Fuck!

Su voz estalló en mis oídos mientras tenía un sueño que era una mezcla de recuerdos, aquellos que restaban del momento en que supe del fallecimiento de mi madre, del día que lo conocí, lo que acababa de experimentar y una imagen de mi cuerpo que en este instante no lograba identificar como mi propia carne. Todo era demasiado confuso.

- Fuck, fuck fuck! Gabriela, despierta.

Cuando se volvió hacia mí, sentado sobre la cama, yo ya tenía los ojos abiertos.

Saltó de la cama apartando las mantas.

- Nos quedamos dormidos. La cena. Mi padre- soltó con voz áspera-. Es tarde.

De un respingo, me levanté. La cabeza me dio vueltas. Atiné a mirar la hora en el reloj sobre la mesa de luz y sí, ya era tarde, suficiente evidencia tenía con la oscuridad exterior.

- Tenemos que darnos prisa.

- Sí, sí- le contesté todavía medio dormida intentando envolverme en la sábana para levantarme-. La cena. Mmm…- a decir verdad estaba tan confundida que no atinaba a terminar de reaccionar, no imaginé que sería así, mi despertar junto a él después de haber hecho el amor-. Claro, claro, ya mismo…

Por un momento, Félix había atinado a enfilar rumbo al baño, en vez de eso, se dio la media vuelta y regresó hasta la cama. Me miró muy serio, tanto, que creí que había hecho algo malo, que comenzaba a arrepentirse de haberse acostado conmigo, que me pediría que no lo acompañase, o por aún, que me largase en ese mismo instante, de su departamento. En vez de eso, subió su escultural cuerpo, otra vez de regreso a la cama, acomodándose frente a mis piernas, mientras tomaba las mías, por mis muslos.

- ¿Qué?- le pregunté; la mueca seria no se le borraba del rostro.

- Ven aquí- dijo tirando de mi pierna izquierda para enredarla al costado de su cadera en un movimiento con el cual, él también se aproximó más a mí. Sus dedos comenzaron a acariciar la piel de mis muslos. Solamente la fina y delicada sábana nos separaba-. Al demonio con la cena, solamente tengo hambre de ti- su mano voló hasta mi nuca, sus dedos se enredaron en mi cabello; acercó mis labios a los suyos y comenzó a besarme como si en realidad, estuviese famélico. Su apetito se me contagió. Todo mi cuerpo me hizo saber que lo necesitaba.

Apartó la sábana de en medio y me subió sobre sus piernas. Sus dedos se clavaban en mi carne.

- ¿Te importaría saltarte las entradas?

Sus manos recorrían mi espalda, marcando cada una de mis costillas y vertebras, mientras sus labios encendían la piel de mi cuello. ¡A la mierda con las entradas! Sí, el estómago me crujía, pero resultaba mucho más apetitoso su cuerpo.

"Insensible".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora