Pincel de colores.

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En el comienzo de todo, la tierra no tenía forma y ni siquiera tenía color

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En el comienzo de todo, la tierra no tenía forma y ni siquiera tenía color. La existencia de Ithis y Nim era aburrida, y en constante movimiento, por lo que ambas partes se mezclaban una y otra vez, causando destrozos mutuamente. Las estrellas y cuerpos celestes formaban parte de un universo donde ambas entidades "flotaban" todo el tiempo, pero no les daban un sentido. No había una razón para estar o no estar, y eso comenzó a molestar a quien se llamaba "Creador".


- Hagamos algo interesante- dijo Ithis un día, mientras el perezoso Nim reposaba su amplia existencia sobre  dos soles. 


-No estoy interesado...lo que sea que tu hagas, yo tendré que destruirlo...¿que caso tiene hacer lo mismo siempre?. Déjame dormir- espetó irritado, volviendo a cerrar sus ojos divinos. Pero Ithis no se rendiría, por lo que pronto extendió sus dedos, y en la palma de su mano comenzó a formarse una burbuja. Nim no pudo evitar cubrirse con uno de sus brazos el rostro, colocándose la parte más amplia del manto oscuro que llevaba encima, para evitar que el intenso fulgor que provocaba esa burbuja lastimara sus ojos. - ¿Que es eso, Ithis? ¿Una más de tus molestas estrellas?- reclamó de inmediato, pero pudo notar que dentro de esa burbuja brillante, una serie de luces de miles de tonos comenzó a acumularse, hasta formar un infante de piel clara y azul, mismo que se acurrucó en la palma gigante del creador en cuanto la burbuja se reventó.


-Su nombre es "Vida"...y lo llamaré hijo mío. El primero. - confesó el creador, para sorpresa del destructor, a quien parecía desencajársele la quijada al escucharlo. No pudo evitar liberar una carcajada tan sonora y tenebrosa, que uno de los soles donde reposaba terminó por estallar, liberando miles de estrellas que al expandirse en el universo, salieron disparadas. Aquel pequeño ser recién nacido tuvo la suerte de que un par de esas estrellas se incrustara en sus cabellos, aunque a Ithis no le causara nada de gracia, pues consideraba que era un daño  físico a su creación.


- ¿Qué se supone que haga ese hijo tuyo? ¿Cómo va a divertirme?- preguntó curioso el destructor, sentándose sobre el sol que le quedaba, hasta que fue apagándolo y tornándolo un planeta oscuro e inútil.


- ¿Divertirte? No. No he creado un ser para tu diversión, Nim. El es un reto para ti. Ahora tu, deberás traer un hijo tuyo,el primero, quien se ocupará de contrariar lo que haga el mío. Vida tiene el poder de crear, como yo; tienes prohibido hacerle daño. Será tu primogénito quien se encargue de combatir con el. Y si tu destructor es de mi agrado, crearemos más. De esa manera es que nos divertiremos a partir de este punto.- Comentó el creador, orgulloso de su nueva idea, mientras miraba a su alrededor. Necesitaba colocar al niño en algún punto del universo, pero no tenía idea de exactamente donde.


-Básicamente sólo estas delegándole tu rol de creador a otra entidad, ¿que tiene eso de divertido? - reprochó el destructor, comenzando a seguir a Ithis al no tener respuesta. Sus cuerpos divinos eran como dos enormes fantasmas, uno blanco y el otro negro; parecían nadar entre tantos planetas, hasta que por fin el creador encontró uno en específico. -¿Ithis?-

- Lo divertido no es delegarle mis responsabilidades...si no lo que será capaz de hacer por si mismo. No hemos hecho nada en miles  y miles de periodos. No le hemos puesto nombre a nada desde que tenemos conciencia de nosotros mismos, no podemos seguir así- comentó el creador, para luego bajar suavemente a Vida sobre el planeta elegido. El sitio tenía amplias extensiones de tierra gris, y en la mayor parte de su composición, un líquido negruzco que oscurecía por completo el planeta. Ithis entonces se inclinó lo suficiente para que sus labios divinos tocaran casi todo el rostro de Vida, y en cuanto se apartó, el niño abrió sus ojos por primera vez. 

Cuando la vida comienza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora