Éxodo: Memento Mori.

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Para los dioses la existencia humana y las medidas que Tiempo creó para nivelar sus existencias, eran un suspiro. Podían pasar décadas y los seres divinos jamás notaban la diferencia entre el inicio y el presente, puesto que sus existencias siempre estaban conectadas con todo lo que les rodeaba, como si durmieran y estuvieran despiertos a la vez, incapaces de sentir "el peso del paso del tiempo". Lo que si podían percibir, eran los cambios. Y vaya que el mundo cambió después de la gran inundación.


Para cuando Muerte despertó de su merecido descanso, la Tierra había tomado por fin un nuevo curso. Vida esperó pacientemente junto a su lecho, poco después de percatarse que el cansancio derrumbó al Juez. Nuevamente le había llevado a la cueva donde Ithis los dejó la última vez, y en cuanto el oscuro abrió los ojos, Vida se ocupó de auxiliarlo e incluso le informó que había visto más dioses, aunque no fue capaz de hablarles puesto que era bastante tímido al respecto. Entidades como la Sabiduría, Esperanza, Amor, Vanidad, Buena y Mala Fortuna (entre otros) ahora recorrían los mismos senderos de las creaciones del primer dios, y mejoraban sus expectativas de vida, así como sus destinos. El destino de la tierra parecía más claro ahora que nuevos guías se daban a la tarea de auxiliar a todos los seres vivientes, especialmente a los más inteligentes, como lo eran los humanos.


-Más hermanos y hermanas, Muerte... no estaremos solos... Nuestro padre los trajo hace unos 200 años- susurró con calidez el joven de estrellas en la cabeza, frotando la espalda del menor. Pero el dios oscuro estaba bastante aturdido y algo entumido del brazo derecho, lo suficiente como para no atender las palabras de Vida. Podía percibir un dolor agudo y punzante que le hacía sentir pesado e incluso sofocado, por lo que necesitaba unos minutos para retomar el aliento y así poder entender de lo que se le hablaba.


-Doscientos años... ¿cuánto tiempo he estado dormido?- preguntó Muerte, quien lucía un tanto irritado. Por alguna razón el saber que ahora eran más seres divinos, le molestaba profundamente. En cuanto abrió los ojos por completo, Vida le miró extrañado. Por un instante, los ojos de Muerte destellaron un tono rojizo, como la sangre, pero en los siguientes parpadeos su brillo dorado natural volvió a lucir en esas grandes pupilas. Atribuyó esa visión a un fallo en su propia mirada, así que el príncipe ignoró el detalle de inmediato y continuó la charla.


-Poco más de mil años- respondió el primero entre susurros, ocupándose de tomar las muñecas del oscuro y ayudarlo a sentarse. Las manos de Vida se deslizaron debajo de las pantorrillas del menor, para frotarlas y buscar darles menos rigidez, calentando los músculos y tendones que tanto tiempo permanecieron en la misma posición. Los masajes también llegaron a los pies, pero en ese instante el primer dios se preocupó de nuevo: la piel del Juez ahora era más negra, incluso hasta los dedos de sus pies. Siempre tuvo garras, pero mientras el oscuro se acicalaba un poco, Vida pudo notar que su compañero poseía uñas más largas y notoriamente afiladas, y que la mancha negra de su piel había subido hasta el cuello. - ¿Cómo te sientes ahora? - se vio obligado a cuestionar, para asegurarse de que todo estuviera en orden. El segundo dios sólo hizo un gesto con la mano izquierda, y se dispuso a ponerse en pie, para poder terminar de relajar todo su cuerpo, que aún permanecía tenso.

Cuando la vida comienza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora