Capítulo V: Bebe adorable y compañía, igual a mamá celosa.

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Rachel despertó asustada, se sentía aplastada algo la estaba presionando fuertemente, tuvo que dar conciencia a su recién despertar para comenzar a abrir los ojos percatándose de que su madre la envolvía con un brazo y una pierna se intentó mover pero solo consiguió que esta la sostuviera más cerca, vio que a su alrededor habían montones de almohadas casi encerrándola, no era bueno.

Tenía ganas de ir al baño, apretó las piernas juntas para intentar olvidar el sentimiento pero enserio tenía que ir. Sus ojos se aguaron por la vergüenza, ya casi no podía retenerse antes su vejiga resistía 12 horas, ahora solo unas cuatro.

—She-Shelby...— la llamo intentando moverla

La mujer Corcoran era de sueño ligero, no tardo nada en despertar con una sonrisa asomándose en sus labios al ver a su hija con despeinada y con un mameluco rosa, era tierna, paso su mano para acomodar su cabello y como varias veces hizo en la noche tantear su pañal.

—¿Q-Que haces?

—Pensé que estabas mojada, amorcito. — contesto natural la mayor volviendo a poner la cara en su almohada —¿qué pasa ya no quieres dormir?

La menor pensó duramente, eran las siete de la mañana, no podía aguantar más y quería seguir durmiendo, tal vez si se alejaba un poco de su madre no se sentiría tan tonta como por hacer pipi en la cama. Intento salir de los brazos de la mujer.

—Epa, epa— la paro Shelby apretándola más y sin querer el estómago lo que hizo que la menor soltara un poco de lo que aguantaba —¿a dónde vas bebé?

La pequeña castaña se sonrojo fuertemente, intento escapar de nuevo intentando apretar las piernas pero su madre le dio varios besos en la mejilla lo que le dio el suficiente cosquilleo para soltar todo lo que faltaba.

—Ocupas un cambio, ¿cierto? — presintió la mujer Corcoran cargando a su bebe hasta la habitación con el cambiador donde la coloco sin problema —Tienes que dejar de aguantarte por tanto tiempo...— le señalo desabrochando los botones delanteros de la pijama —te va hacer daño. Prometo estar ahí para revisarte ¿si? — susurro cálida recostando a la menor observando las pestañas mojadas de Rachel por las lágrimas que se esforzaba en retener —Puedes llorar... no te preocupes.

Como costumbre beso su estómago desnudo contenta con que esto no fuera tan incómodo para su hija como lo fue en un principio. Desabrocho las cintas del pañal sacándolo con rapidez para agarrar una toallita húmeda y pasarla por toda la zona intima de su bebé que no parecía tan inquieto como otras veces tal vez por la falta de sueño, hecho una gran cantidad de talco encantándose con las nalgas polveadas de la menor que solo se sonrojo por su mirada, por ultimo levanto sus piernas para pasar un pañal nuevo por debajo y ajustarlo adecuadamente.

Lo demás fue sencillo, poner el mameluco de nuevo y cargar a su somnolienta hija avergonzada hasta su cama para volver a dormir una o dos horas.

...

Era la tercera vez que ponían a Rachel en esa silla saltadora y aun no hacía nada con el juguete, tenía puesto un overol blanco y unos pantalones cortos verdes con calcetas del mismo color. Ella aun no entendía, aquel aparato la tenía colgando, sus pies ni siquiera rozaban el suelo, ¿qué se suponía que tenía que hacer?.

Su abuela paso por el lugar tomándola de las axilas al ver su descontento con el artefacto. —¿No quieres saltar, corazón?

La menor la miro con la cara ladeada confundida claramente.

—Te pondré en el corral entonces.

Hizo un mohín con los labios, tampoco es que amara ese lugar pero ahora que recordaba ahí estaba Oso, lo había dejado esa mañana que fue a desayunar al instante se sintió mal, lo había dejado solo... pobre. Cuando vio que Judy había desaparecido por el pasillo abrazo al animal de felpa, había estado con el en el doctor y le había tomado cariño.

Azallam (ABDL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora