Cosas buenas en personas malas.

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Coloqué con delicadeza el trozo de carne en el gran plato y apliqué encima de este la crema blanca que acababa de hervir, mi boca se hizo agua mientras colocaba las pequeñas hojas de cilantro a un lado. Fui hasta el refrigerador secando mis manos, saqué la jarra grande con jugo de durazno dentro, tomé un vaso y puse todo ordenadamente en la mesa.

-Esto es vida -gemí mientras la carne se deshacía en mi boca dejando un ligero sabor a crema y algo picante, sonreí; algo que no hacia desde hace mucho tiempo cuando me enamoré del lobo vestido de cordero en muy costosos zapatos Louis V. Estaba solo y era joven así que cuando el se mostró delicado, cuido de mí y para cuando me llevo a París para hacer el amor en un grande y lujoso apartamento frente a la torre yo ya estaba más que enamorado, estaba extasiado y adicto a cada una de sus cosas, cada respiración, palabra o sonido y que tonto había sido y tan caro lo había pagado. Decir que me impresione cuando me enteré de que era un mafioso que traficaba con personas era quedarse corto, había tenido un ataque de ansiedad en medio de la calle vomitando encima de cualquiera que pasara por mi lado, por supuesto en ese entonces había estado embarazado de 4 meses y cuando me enteré alegre e ingenuo fui a comentarle al amor de mi vida. Escuché una conversación detallada del traslado y lo seguí hasta la bodega fuera de la ciudad, para cuando llegué a la civilización estaba roto, deshidratado y mallugado; el número al cual llamar en caso de que algo me sucediera era el número de Harold Styles y la pesadilla no tardaba en comenzar. Llevé una mano a la herida en mi vientre, la herida que creó un hombre inhumano al sacar de mi cuerpo lo único que me mantenía cuerdo o fuerte. Tres veces, tres habían sido las ocasiones en que Harold había utilizado el mismo método para deshacerse de los hijos que habíamos creado, tres veces de perderme en las tinieblas de una depresión asfixiante, tres ángeles muertos.

Llevé una mano a mi boca y corrí hacia el baño tratando de detener el flujo incontrolable de bilis que deseaba desde hace cuatro meses siempre expulsarse de mi cuerpo, él no lo sabía y no pensaba decírselo. Me enteré desde que él había salido en un viaje a Alemania para arreglar un envío fallido. Tanto como había marcado mi vida, grabando su nombre en fuego en la trayectoria de mi existencia; mi piel anhelaba la suya y ya no sabía si era por las descontroladas hormonas del embarazo o si simplemente era una persona que sufría el síndrome de estocolmo, quedé estático cuando escuché el inconfundible sonido de la cerradura, baje la llave del baño, humedecí mi rostro y aclaré mi boca con el agua fría del grifo en tiempo límite antes de escuchar sus inconfundibles pasos por el pasillo, mi corazón daba vuelcos cada vez que las pisadas se acercaban más a la puerta del baño, retuve mi aliento cuando la perilla giró. Enfundado en un traje gris plomo Armani a la medida con una fina corbata de seda negra y costosos zapatos italianos Harold Edward Styles lucía espectacular y arrebatador, como siempre. Debía aclarar que nunca esperabas encontrar sus sucias manías reflejadas en su preciosa cara, con ángulos perfectos, pómulos altos, nariz fina y aristócrata, sus ojos verde menta estaban enmarcados por unas largas y espesas pestañas negras que contrarrestaban con su piel pálida y sus lujuriosos y finos labios rosados. Era la clase de rostro que proporcionaba seguridad y calidez; él por dentro estaba lleno de frialdad metódica y locura.

-¿Me extrañaste? -su voz sonaba más grave de lo usual y demasiado tarde me di cuenta de las marcas de dedos alrededor de su cuello, intenté acercar mi mano y él la golpeó tan fuertemente que quedó una marca roja.

-No me toques, zorra asquerosa -sus ojos brillaban con furia contenida mientras se abalanzaba contra mí acorralándome contra el lavado-. Te hice una pregunta de mierda, pequeña basura ¿Me has extrañado?

Debería ser yo quien estuviera encerrado pues después de tantos abusos mi cuerpo no registraba con miedo sus bruscos modos.

-¿Qué haces aquí y no con tus putas entonces? -el fuerte revés me dejó arrodillado en el suelo mientras sentía la sangre deslizarse por mi barbilla-. ¿Quién es su sano juicio no te extrañaría?

°Larry°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora