“-Si pudieras decir algo bueno de ti mismo ¿Qué sería?-“
“-Nada-“
Despertó en la oscuridad con el corazón agitado y la respiración elevada. Leo usualmente tenía pesadillas, pero esa maldita noche se había asegurado de que mas de una atacara su mente. Vagos recuerdos tenía que las confusas imágenes que rondaban su cabeza, muerte, largas garras, seres oscuros, una gran sombra que todo lo tragaba, hielo que quemaba su piel, pero de ahí, nada mas.
Vio el cuerpo de la chica a su lado, la conocía, una de las tantas muchachas que habían venido a turistear a París, la única lo suficientemente inteligente y de buen carácter como para llevarla a la cama. ¿Alice? ¿Anne? ¿Alexandra? No recordaba perfectamente su nombre pero definitivamente empezaba con A. Ella se removió en la cama, era hermosa sin duda, pero nada mas que una turista, la chica de turno, así es como Leo las trataba, pero para ellas no era diferente ¿No? Ellas volverían a casa en unos días, debían considerar aquel pequeño extra como parte de la experiencia parisina.
Se levantó, sacando una toalla del empaque y fue por una ducha, demorando un poco mas del tiempo usual en limpiar su cuerpo, frotando con el jabón del servicio cada parte que fue tocada por la muchacha.-¿Leo? -
A través del sonido del agua pudo escucharla, algo somnolienta, algo cansada, definitivamente feliz.
-Hey… Lo siento pero hoy mi turno empieza antes, debo irme pronto. -
Tan pronto como acabó la oración la muchacha había abierto la cortina de la ducha y estaba besándolo, Leo se vió a si mismo correspondiendo ese beso y metiendo a la chica a la ducha hasta dejarla con las piernas temblorosas y sin aliento
-Lo de irme pronto es en serio…-
Dijo con una sonrisa, de esas a las que no puedes decirles que no, de esas que derriten hasta la persona mas frígida y dura del mundo, ella solo negó y plantó un ultimo beso en su cuello antes de dejarlo ir.
Leo calzó su ropa. Otra vez llegaría al trabajo con la misma tenida del dia anterior, no era como si alguien lo notara en absoluto, o simplemente se rehusaban a dar un comentario mal intencionado, todos sabían que Leo Spindler era el mejor guía turístico de todo París y nadie tenía los huevos para írsele en contra con un mal comentario.
-Me divertí mucho ayer…- Dijo la muchacha saliendo con una toalla solo secándose el cabello.- Eres muy bueno en lo que ofreces Leo…- Le guiño con coquetería, Leo amaba el poder que tenía una chica de largas pestañas para conseguir lo que quería.
-Yo también me divertí mucho, Alice…-
La chica enmudeció, su rostro se puso rojo y sus labios se apretaron en una línea dura y fina, tensa. La había cagado tratando de apostar por un nombre ¡Por Dios que si la había cagado!
Dos minutos después y tenía las botas y el bolso entre las manos, la mejilla ardiente con una pequeña palma marcada en ella, al final su nombre era Emeraude ¿Quién lo diría? Rió su mala suerte mientras silbaba sin seguir un tono en particular caminando hacia el centro, era un día especialmente crudo para una persona con resaca, pero no podía abandonar, no iba a hacerlo definitivamente, tal vez algo de café le ayudaría.
El café Ardent, típicamente lleno mas que por comensales hambrientos por personas que se babeaban por el dueño.
Claro si es que te gustaban los chicos ese tipo era algo así como el sueño húmedo de hombres y mujeres. Alto, de ojos grandes, delgado, buen cuerpo en verdad, la heterosexualidad de Leo era suficiente como para admitir que era bonito, incluso de buen culo.
- Un expresso doble y un muffin de arándano por favor-
Hizo su pedido sin prestar mas atención a la camarera, estaba entretenido contando cuanta gente se le quedaba viendo al tipo. Ahora eran más hombres que mujeres, y era un poco mas divertido cuando era así, notoriamente los hombres querían tirar al muchacho bajo sus cuerpos y hacerlo morder la almohada.
Sus ojos recorrieron hacia el dueño del local y se encontró con la mirada color ámbar fija en él, alzó la mano en saludo y una sonrisa fue devuelta en respuesta mientras servía café.
La camarera llegó con su pedido y una tira de aspirinas. Leo se quedó extrañado mirando las pastillas y volteo a la muchacha con una ceja alzada. La chica algo ruborizada desvío la mirada hacia la barra apuntando al dueño.
- El jefe creyó que lo necesitaría... Dijo que... Em... Tenía cara de tener dolor de cabeza.-
Miro de nuevo a la barra y el muchacho pálido le sostenía la mirada apuntando a su mejilla. Cierto, aun tenía la marca de la cachetada.
Tomó un par de grajeas y se las trago con un sorbo de café. Hambriento terminó su muffin y el café, se sentía mejor, pagó la cuenta y se levantó a la barra para agradecer al dueño pero el chico rápidamente de había escabullido hacia la cocina buscando quizás que cosa. Daba igual... Leo volvería al día siguiente para agradecer la cortesía del chico.¿Quien diría que el muchacho de ojos color ámbar sentía que su corazón iba a explotar cuando veía a Leo en su café?
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Algo asi como un típico romance en Paris
FanfictionLeo Spindler, 27 años. Guapo, caliente, simpático, carismático, guía turístico parisino. Des Aeva, 26 años. Una belleza exótica como pocos. Amable, algo tierno, algo bastante sexy, dueño de un café céntrico en París, la ciudad de las luces y el am...