Ella estaba sentada en la mesa acordada. Nerviosa, no paraba de mirar hacia la puerta del restaurante citado. Tenía un regalo a sus pies, un simple detalle que le había comprado, algo que vio por casualidad y que pensó que le gustaría.
En poco tiempo apareció él y se sentó con ella. No duró más de media hora la conversación y cuando llegó el camarero, él ya se había levantado de la mesa. Unas gotas saladas caían mientras las puertas del restaurante se cerraban tras su amor. Ella dejó el regalo bajo la mesa y volvió a su casa destrozada.No salió en varios días. Su mejor amiga la había visitado la mayoría de ellos. Tras varias semanas, ella la convenció para salir de fiesta.
Las puertas de una colorida discoteca se abrieron dejando escapar toda la musica sorda y las risas mudas de los jóvenes. Las amigas tomaron unas copas y bailaron.
A mitad de la noche, ella vio de lejos a un chico guapo que se estaba acercando. Cuando llegó se dio cuenta de que era un buen amigo que hacia tiempo que no veía. Hablaron y bailaron. Las risas de la gente se convirtieron en las suyas y la música en una escusa para seguir bailando. Ya tarde, quedaron para salir otro día.La campanita de la puerta del café indicó que ella había llegado. No le recordaba tan guapo. Hablaron y ella le contó lo sucedido hace unos meses, a lo que él respondió: "bueno, ya sabes lo que dicen, cuando una puerta se cierra, otras se abren".
A veces nos creemos que es el fin de la historia, cuando puede ser el comienzo de otra.