Preludio

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Decir que Adán estaba cabreado o echando humo se quedaba corto, y por mucho además. Tanto que le resultaba bastante difícil creer lo que había pasado y como se podían salir las cosas de los planes previstos.

El día había empezado bien, tan bien como para tal vez considerarlo uno de los mejores días de su vida: hoy iba a conocer a Oliver Conti, EL FAMOSO Oliver Conti. Adán había estado siguiendo la carrera del que posiblemente era el mejor pianista del siglo desde que Conti no era más que un niño. Además no solo era pianista y compositor, también tocaba el violín como un profesional.

Adán había visto a Conti en concierto varias veces, en realidad cada vez que había tenido la oportunidad, pero hoy era diferente. Por avatares del destino iba a tocar en el mismo recital que él y si la suerte estaba de su lado era casi seguro que iban a coincidir en la fiesta que se celebraría después del concierto organizada por algún empresario que patrocinaba el evento.

Tras el concierto, dónde por desgracia no había podido ver la actuación de Conti, su manager Mónica estaba también en la fiesta y acercándose con paso decidido se agarró al brazo de Adán.


- Hay alguien que te va a encantar conocer - dijo Mónica sonriendo de una forma que recordaba al gato que se ha comido al canario.

Mientras Adán caminaba junto a Mónica se dio cuenta que se estaban aproximando a un pequeño grupo de gente dónde Oliver Conti era el centro de atención.

- ...y le dije a ese tonto que podría irse a...

- Buenas noches - interrumpió Mónica con una sonrisa, mientras soltaba el brazo de Adán - Me gustaría presentaros a Adán Salaberri, que ha estado hoy en el recital tocando.

- Ohh, tu eres el tío que ha interpretado a Rachmaninoff. Ha sido súper - dijo Conti con una amplia sonrisa y moviendo rápidamente los brazos.

- Ah... ¡G-gracias! - respondió Adán para no gritar demasiado ya que le estaba costando controlarse con la emoción - ¡Usted ha estado maravilloso, Señor Conti! ¡En serio!

- Llámame Oliver, ¡que somos colegas de profesión!

- Oliver! Oliver! - interrumpió un hombre que se acercaba apresuradamente al grupo dónde estaba Adán - el anfitrión quiere que toques algo en su fiesta.

- ¡Mark! Ya te dije antes que no quería tocar nada más hoy

- Vamos Oliver, es una buena oportunidad. El anfitrión es un empresario importante y está interesado en patrocinarte.

- ¡Que le den!

- ¡Oliver! ¡Ve y toca!


Era un poco sorprendente encontrar a alguien que no quisiera aprovecharse de una oportunidad de ese tipo. Con lo difícil que era vivir de la música, especialmente la clásica, cualquier pianista intentaría impresionar a un empresario dispuesto a convertirse en patrocinador.

Oliver se fue hacia el piano con mala cara y con unas pocas ganas de tocar que era evidente para cualquiera que tuviera ojos. Todo el mundo en la sala lo miraba, alertados por la discusión que había tenido lugar entre Oliver y su mánager.

Cuando el pianista comenzó a tocar se hizo el silencio y Adán notó como un mareo al darse cuenta de lo que Oliver estaba tocando; canciones de dibujos animados.

Mientras Adán buscaba un lugar para sentarse Conti continuaba al piano tocando la introducción de Bob Esponja al piano y acompañando la melodía cantando la letra de la popular serie infantil.

Cuando Conti terminó de tocar su repertorio infantil y se alejó del piano Mark corrió a interceptarlo.

- ¿Porqué has hecho eso? ¿Qué necesidad tenías de humillar así al anfitrión? ¡Y quería patrocinarte! ¡Ya le puedes decir adiós a su patrocinio!

- Lo mejor para un idiota infantil son canciones infantiles. Ese tipo no tiene ningún interés en la música, sólo quiere presumir. ¡Hasta se quedó dormido durante el recital de esta tarde! Y eso que estaba en primera fila.

Adán lo estaba escuchando todo desde la silla que dónde se había sentado y cuanto más escuchaba más furioso se ponía. Le parecía increíble que alguien decidiera así de fácil rechazar a un patrocinador por razones tan vanas.

Hay muchísimos músicos, músicos con talento que pasan su vida buscando una oportunidad así y que nunca les llega. Y alguién que lo tiene en la palma de su mano lo tira; como un papel viejo.

- ¿No estás de acuerdo? - Adán volvio a la realidad al ver que Conti le hacía esta pregunta.
- ¿Eh... qué?
- ¿No crees que es mejor no tener un patrocinador así?

Adán estaba temblando de rábia y con el enfado hasta se le había olvidado la idolatría que había sentido por Oliver.

-¿Qué tipo de idiota eres? ¡Hay músicos que venderían su alma por una oferta así! ¿Y que haces? La rechazas. ¡No! No solo la rechazas, ¡si no que encima humillas al anfitrión!

- ¡No se merece respeto alguien que se duerme en mi recital! No quiero ni que relacionen mi nombre con el suyo - dijo Oliver exaltado.

- ¡Tú...! No te mereces el talento que tiene, no haces más que desperdiciarlo.

Adán estaba quedándose sin respiración, sintiéndose ahogado por el ambiente opresivo que reinaba en la fiesta tras la discusión e hizo lo único que se le ocurrió en ese momento, marcharse. No era justo que alguien con tanto talento, con tanta capacidad pudiera ser tan vanidoso, tan idiota, tantas cosas que ni siquiera le venían las palabras a la cabeza.

El Conti que tenía en su cabeza era una persona culta, sabia, elegante; eso era todo lo que le transmitía cuando lo veía tocar el piano. La sorpresa de ver que su ídolo era una persona ruidosa y vulgar, sin respeto por los demás y sin refinamiento alguno había sido un shock demasiado grande. ¡Tenía que ser un error que alguien así fuera considerado el mejor pianista del siglo!

Mientras iba en el taxi de vuelta, enfadándose más recordando la escena Mónica lo llamó por teléfono preguntando dónde estaba y comentandole que parecía que a Conti le había caído bien y que el otro músico había preguntado por él.

Era increíble lo descarado que podía ser, lo desagradecido; no darse cuenta, y sobre todo, no querer aprovechar los propios talentos era casi peor que presumir de ellos. No se lo merecía, no se lo merecía en absoluto. Alentado por la decepción Adán se juró a sí mismo que destruiría la carrera de Conti, costase lo que costase.

Piano SonataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora