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Su voz sonaba áspera, ronca, como si su garganta estuviese terriblemente seca, y a pesar de todo esto, sonaba familiar, como si una parte de mí la reconociera.

Corrí hacía ella y otra bala de disparo, no me golpeó por supuesto, creo que solamente tenía el arma de fuego para asustarme, o si no realmente tenía mala puntería.

Me golpeó con el dorso de su mano, claro que esto la lastimó más a ella que a mí, y por un momento, podría jurar que ese golpe me resulto tan familiar, la suavidad de la mano, aunque su golpe había sido firme, la pequeña muchacha no era lo suficientemente fuerte para dañarme sin algún tipo de arma. La manopla de plata por ejemplo.

Mi mente se distrajo, y eso le dio la oportunidad de acercarse y herirme con el mismo puñal de la semana pasada. Su cercanía y la buena luz del día me permitieron ver el arma, más no su rostro.

Era un arma extraña, no sabría describirla, eran como tres cosas diferentes en una.

Golpeé su brazo con fuerza y ella soltó el arma que seguía incrustada en mi estómago, la saqué tirándola en dirección a la carretera por donde llegué, no llegaría a la carretera pero quedaría fuera del alcance de la muchacha, luego la empuje, lanzándome sobre ella com ira. Esta callo a la hierba conmigo sobre ella, no me importaba si era una mujer, si le hizo daño a Gemma no me importa quien sea.

—¿Qué hiciste con Gemma?—pregunté con mi brazo alrededor de su cuello.

Una risa sin gracia salió de su garganta, sabía que estaba desesperado por respuestas, y que ella las tenía. 

—Que ingenuo—se burló y presione más mi brazo sobre su garganta.

—¿Dónde esta Gemma?—volví a preguntar, mas firme esta vez.

A continuación, de sus labios salieron las palabras como veneno, palabras que no quería escuchar y me negaba rotundamente a aceptar, no importaba si fueran verdad:—Muerta.

Strangers (Teen Wolf) |Isaac Lahey|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora