POV Oliver Hawk
Durante mis primeras visitas no me permití alejarme de Lara, acompañé cada una de sus lágrimas, lloré a su lado, acaricié su cabello mientras sollozaba entredormida, grité de impotencia al ver el daño que había ocasionado. Nada calmó mi espíritu, no había en estos momentos algo que pudiera hacer para sentirme menos inútil, menos basura.
No sé cuánto tiempo pasó, ella dejó los pañuelos de lado, comenzó a estar menos en la habitación pero más acompañada de cuanta pastilla antidepresiva que le recetaba su doctor. Se notaban los cambios en su conducta; volvía, de alguna forma, a ser la misma de antes. Ordena nuevamente nuestra habitación, y cambiaba algunos muebles, el color de las paredes (puso ese color coral que yo tanto odiaba, pero no hizo más que ponerme contento por ella), y de a poco renovó su guardarropa. A pesar de estar a su lado durante todo ese proceso, me arrepentí de no haber hecho algo efectivo en vida, ayudarla y poder tenerla en mis brazos, sentir el calor de su cuerpo, poder hablar con ella, simplemente eso. Pero sé que esto es mi culpa, que ella no pasaría todo este martirio si no hubiese tenido a su lado a un malnacido, si no me hubiese amado. Pero ella me amó, con cada fibra de su ser, supongo que aún lo hace ya que aún conserva nuestras fotos y, cada noche, besa una que está ubicada en la mesita de luz en la que ambos estamos juntos.
Cuando noté que nada podía hacer por mi amada, que había salido adelante, me alejé. En cada aparición vagaba, miraba como cambiaba la ciudad, recorría mares, miraba el atardecer desde lo alto de la Torre Eiffel, presenciaba tornados, terremotos, tsunamis e inundaciones. Luego, comencé a observar, si había más como yo y no encontré ninguna diferencia entre las personas, no tenía idea como reconocerlos. Y volví.
Recuerdo perfectamente el día que regresé a casa. Sentía cosquillas, no sabía cuánto llevaba fuera y extrañaba con todas mis fuerza a mi amor, a Alma y a Reed. En cuanto traspasé el umbral de la puerta me sentí tentado a decir: "Familia, estoy en casa", pero nadie me escucharía. Lara estaba con un traje azul, con su saco abierto, una hermosa camisa blanca y una pollera que le quedaba preciosa, la luz del día entraba por unas nuevas cortinas y me regañé a mí mismo por estar lejos de esta hermosa mujer. Unos golpes indicaban que alguien bajaba rápidamente por las escaleras, me quedo parado, mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y no puedo creerlo, comienzo a buscar el aire que me falta por mis sollozos y siento como de a poco me desvanezco.
- ¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no puedo irme justo ahora!, ¡solo un rato más y luego si decides, no vuelvo jamás! - grito retrasando lo inevitable, siempre sucede de la misma forma, me desvanezco y luego estoy en la oscuridad, no sé hasta cuándo y vuelvo a aparecer al tiempo- ¡déjame un minuto más!.
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En multimedia, la foto que besa Lara cada noche.