Me hiciste tan bien

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Me hiciste tan mal. (Pero...) Recuerdo cuando te conocí por primera vez. Ibas de campera de jean y llevabas el pelo largo. Me pediste un capuccino, un capuccino y una medialuna. Me guiñaste el ojo y creíste tenerme a tus brazos. Al otro día volviste, dijiste que no solías comer en un mismo lugar dos veces, me hiciste sentir especial, me habías dicho que era por mí, y tal vez lo fue. Me invitaste a tomar un café, "alguna vez, en algún momento, cuando estes libre".
"Yo soy libre", pensé, pero no te lo dije. "El sábado estaría bien", y aunque llovió, apareciste, llevabas un lindo sombrero de vaquero. Tus padres tenían una chacra, una gran chacra con animales. El domingo irías allí. Cuando me lo dijiste quise ir contigo, la verdad es que así fue. Tomamos el café y me miraste a los ojos. "Nunca conocí a alguien así", me dijiste. Yo te explique mejor mi heterocromia. "Wow, son como el cielo". "¿El cielo?", te pregunté. "Ajá".
Me contaste que no eras de allí, que venías a visitar a un amigo que acababa de mudarse. Se llamaba Richard, pero la verdad es que no recordé su nombre en un principio, no me interesaba. Pero sí recordé el tuyo. "Jake". "Es un nombre ordinario", pensé. Y sí lo era, pero en ti nada era ordinario, en aquel entonces no lo sabía. Te dije mi nombre y me sonreíste, más tarde conocí mejor esa sonrisa, mi nombre realmente te pareció bonito. "Rain, qué bonito". "Sí, es bonito, siempre me gustó, y a tí, ¿te gusta tu nombre?". Nunca lo habías pensado, dijiste, pero la verdad es que sí, lo habías pensado, y no, nunca te gusto. No me lo dijiste así, por el contrario simplemente me confesaste que no tenías segundo nombre. "Todos lo tienen, yo no. Pero me da igual, ¿sabes?". No te daba igual, realmente querías un segundo nombre.
Cuando terminamos de charlar empezaste a sacar tu billetera, yo saqué el tema de la chacra. Y conseguí que me invitaras, dijiste que me enseñarías a montar caballo. Te habías olvidado de tu dinero, te pusiste colorado. "Yo pago", te dije. Tu fina masculinidad, tal y como la de cualquiera de los hombres que había entablado conversación hasta ese momento, te hizo querer negarte, me pediste disculpas. Realmente se te olvidó tu dinero, no era la gran cosa. Pagué el café y nos despedimos con un beso en la mejilla. Terminamos la despedida con "Hasta mañana", y me sentí feliz. Las veces anteriores que había tomado un café con un chico todo había terminado con un "Adiós." Tomé mi bolso amarillo y caminé hasta casa. Esa noche soñé con caballos. También con cerdos. Y con un helicóptero gigante. Ah, y sí, también soñé contigo.

 Ah, y sí, también soñé contigo

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