Capitulo 9

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Miércoles, 8 de junio de 2011
Mami! ¡Mami!
Mami está dormida en el suelo. Lleva mucho tiempo dormida. La sacudo.
No se despierta. La llamo. No se despierta. Él no está y aun así mami no se
despierta.
Tengo mucha sed. En la cocina acerco una silla al fregadero y bebo. El
agua me salpica el jersey. El jersey está sucio. Mami sigue dormida.
-¡Mami, despierta!
No se mueve. Está muy quieta. Y fría. Cojo mi mantita y la tapo. Luego
me tumbo en la alfombra verde y pegajosa a su lado.
Me duele la barriga. Tiene hambre, pero mami sigue dormida. Tengo dos
coches de juguete. Uno rojo. Otro amarillo. El coche verde ya no está.
Corren por el suelo cerca de donde duerme mami. Creo que mami está
enferma. Busco algo para comer. Encuentro guisantes en el congelador.
Están fríos. Me los como muy despacio. Hacen que me duela el estómago.
Me echo a dormir al lado de mami. Ya no hay guisantes. En el congelador
hay algo más. Huele raro. Lo pruebo con la lengua y se me queda pegada.
Me lo como lentamente. Sabe mal. Bebo agua. Juego con los coches y me
duermo al lado de mami. Mami está muy fría y no se despierta. La puerta
se abre con un estruendo. Tapo a mami con la mantita.
-Joder. ¿Qué coño ha pasado aquí? Puta descerebrada... Mierda.
Joder. Quítate de mi vista, niño de mierda.
Me da una patada y yo me golpeo la cabeza con el suelo. Me duele.
Llama a alguien y se va. Cierra con llave. Me tumbo al lado de mami. Me
duele la cabeza. Ha venido una señora policía. No. No. No. No me toques.
No me toques. Quiero quedarme con mami. No. Aléjate de mí. La señora
policía coge mi mantita y me lleva. Grito. ¡Mami! ¡Mami! Quiero a mami.
Las palabras se van. No puedo decirlas. Mami no puede oírme. No tengo
palabras.
Despierto con la respiración agitada, jadeando en busca de aire y mirando alrededor. Oh, gracias a Dios... estoy en mi cama. El miedo
remite lentamente. Tengo veintisiete años, no cuatro. Esta mierda tiene que
acabar.
Tenía controladas las pesadillas. Quizá una cada dos semanas, pero nada
parecido a esto... noche tras noche.
Desde que ella se marchó.
Me tumbo de espaldas en la cama mirando el techo. Cuando ella estaba a
mi lado, dormía bien. La necesito en mi vida, en mi cama. Era el día de mi
noche. Voy a recuperarla.
¿Cómo?
«¿Te has planteado probar a mantener una relación a su manera?»
Quiere flores y corazones. ¿Puedo darle eso? Frunzo el ceño intentando
recordar los momentos románticos de mi vida... Y no hay nada... salvo
con Ana. El «más». El vuelo en planeador, el IHOP y el trayecto en el
Charlie Tango.
Quizá sí pueda hacerlo. Intento volver a dormir con un mantra en mi
cabeza: «Es mía. Es mía»... Y la huelo, siento su piel suave, saboreo sus
labios y oigo sus gemidos. Exhausto, me sumo en un sueño erótico repleto
de Ana.
Despierto de golpe. Tengo el vello erizado y por un instante me parece
que lo que me ha sobresaltado está fuera y no dentro. Me incorporo y me
froto la cabeza mientras paseo la mirada por el dormitorio.
A pesar del sueño carnal, mi cuerpo se ha comportado. Elena estaría
satisfecha. Ayer me envió un mensaje, pero es la última persona con la que
quiero hablar... Solo hay una cosa que quiero hacer ahora mismo. Me
levanto y me pongo la ropa de correr.
Voy a vigilar a Ana.

***
En su calle reina el silencio salvo por el rumor de un camión de reparto y
el silbido desafinado de un solitario viandante que pasea al perro. No se ve
luz en el apartamento; las cortinas de su habitación está echadas. Observo
discretamente desde mi escondrijo de acosador, sin dejar de mirar las
ventanas ni de pensar. Necesito un plan, un plan para recuperarla.
Cuando la luz del amanecer ilumina su ventana, subo al máximo el
volumen del iPod y, con Moby atronando en los oídos, corro de vuelta al
Escala.-Tomaré un cruasán, señora Jones.
No sale de su sorpresa, y yo arqueo una ceja.
-¿Mermelada de albaricoque? -pregunta cuando se recupera.
-Sí, por favor.
-Le calentaré un par de cruasanes, señor Grey. Aquí tiene el café.
-Gracias, Gail.
Sonríe. ¿Solo porque voy a comer cruasanes? Si eso la hace feliz,
debería comerlos más a menudo.

***
En el asiento trasero del Audi urdo mi plan. Necesito un primer
acercamiento a Ana Steele con el que poner en marcha mi campaña para
recuperarla. Llamo a Andrea sabiendo que a las siete y cuarto aún no
estará en su despacho, y le dejo un mensaje de voz: «Andrea, en cuanto
llegues quiero que repasemos mi agenda de los próximos días». Perfecto.
El primer paso en mi ofensiva es ganarle tiempo a la agenda para
dedicárselo a Ana. ¿Qué narices iba a hacer esta semana? Ahora mismo no
tengo la menor idea. Suelo saberlo al detalle, pero últimamente he estado
muy disperso. Ahora tengo una misión en la que centrarme. Puedes
hacerlo, Grey.
Sin embargo, no estoy tan seguro de tener el valor necesario para llevar
a cabo mis propósitos. La ansiedad se desata en mis entrañas. ¿Seré capaz
de convencer a Ana de que vuelva a aceptarme? ¿Me escuchará? Eso
espero, porque tiene que funcionar. La echo de menos.

Christian Durante La RupturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora