—Hace que me sienta tan inútil…
—Eres cualquier cosa menos inútil—Magnus echó la cabeza hacia atrás, y recorrió el cielo con los ojos mientras las estrellas comenzaban a aparecer, una a una—Me salvaste la vida.
—¿En Edom?—preguntó Alec—Ayudé un poco, pero la verdad… tú te salvaste solo.
—No solo en Edom—replicó Magnus— Era… Tengo casi cuatrocientos años, Alexander. Los brujos, cuando se hacen viejos, comienzan a calcificarse. Dejan de ser capaces de sentir, de querer, de excitarse o sorprenderse. Siempre me había dicho que eso nunca me pasaría a mí. Que intentaría ser mejor que Peter Pan, no hacerme nunca viejo, mantener siempre la capacidad de maravillarme. Pero durante los últimos veinte años he
sentido que me estaba comenzando a pasar. No ha habido nadie antes de ti durante mucho tiempo. Nadie a quien amara. Nadie que me sorprendiera o que me dejara sin aliento. Hasta que entraste en aquella fiesta, estaba comenzando a pensar que nunca volvería a sentir nada con intensidad.
Alec contuvo el aliento y se miró las manos.
—¿Qué estás diciendo?—Le temblaba la voz—¿Qué quieres, que volvamos juntos?
—Si tú quieres—contestó Magnus, y sonó inseguro, lo suficiente para que Alec lo miró sorprendido. Magnus parecía muy joven, sus ojos grandes de color verde dorado, el cabello decorándole las sienes con toques de negro—Si tú…
Alec se quedó sentado, inmóvil. Durante semanas había estado soñando despierto que Magnus le decía esas palabras, y ahora se las había dicho, y no se sentía como pensó que se iba a sentir. No estallan fuegos artificiales en su pecho. Se sentía vacío y frío.
—No lo sé—contestó.
La luz murió en los ojos de Magnus.
—Bueno, entiendo que tú… No fui muy amable contigo.
—No—replicó Alec secamente—No lo fuiste, pero supongo que es muy difícil romper con alguien de otro modo. La cuestión es que lamento lo que hice. Me equivoqué. Me equivoqué terriblemente. Pero la razón por la que lo hice no va a cambiar. No puedo seguir con mi vida sintiendo que no te conozco en absoluto. Tú siempre dices que el pasado es pasado, pero el pasado te ha hecho quien eres. Quiero saber de tu vida. Y si no estás dispuesto a contármela, entonces no debería estar contigo. Porque me conozco, y nunca conseguiré que no me importe. Así que no deberíamos volver a pasar por eso otra vez.
Magnus dobló las rodillas hasta el pecho. En el creciente ocaso, se lo veía desgarbado contra las sombras, piernas, brazos y delgados dedos relucientes de anillos.
—Te amo—dijo en voz baja.
—No…—repuso Alec—No lo hagas. No es justo. Además…—miró hacia otro lado—dudo que yo haya sido el primero que te rompe el corazón.
***
Cerró las puerta de madera y se recargo en ella, cruzándose de brazos fue adentrándose a su antigua habitación.
Con pasos lento llegó hasta la ventana en donde apartó a un lado la gruesa cortina de terciopelo, permitiendo observar por unos largos minutos la puesta de sol que procedía ese fresco día. Se sentía feliz y orgulloso de sí mismo al ver como el día estaba apunto de terminar y su objetivo se había cumplido.
El loft estaba reluciente.
Mientras observaba a más de una persona caminar por la banqueta frente al edificio, comenzó a sentir como una emoción nacía en su interior, al ver que el reloj de su muñeca marcaba una hora para las doce de la noche.
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"Malec" Duele Como El Infierno
FanficUna habitación no solo guarda objetos, sino también sentimientos y recuerdos. Un día en que su familia lo dejo solo para ir a hacer sus actividades diarias, Magnus Bane se dirige a su antiguo departamento, en donde al quitar la ligera capa de polvo...