Cuando el viejo John nos dió la bienvenida a este lugar llamado Infernum, creímos que tal vez solo habían cambiado el nombre de lo que alguna vez fue Nueva York, la gran manzana. Pero no, Infernum era el lugar donde se encontraba Maximus, no la ciudad, sino la antigua biblioteca. La verdad era que, este lugar era incluso mucho peor que el Coliseo, la realidad virtual nos abandonaba y la vida real nos recibía de golpe, literalmente.- ¡Muevanse, idiotas! - Escuchaba justo antes de los quejidos y lamentos de mis gladiadores al ser golpeados fierros, bates e incluso latigos.- No son más que basura con pies.- gritaban los hombres de John, quien al parecer era el que lideraba el grupo paramilitar de personas infectadas.
John por otro lado golpeaba a puño cerrado, una y otra vez a Eric, uno de mis gladiadores locos de remate. Cada golpe sonaba fuerte, una y otra vez, los lamentos de Eric eran cada vez menos, había cedido casi por completo y no podía concentrarme en nada más que en el sonido del puño contra su rostro y las gotas de sangre que caían al piso.
- ¡Basta! - Grité con todas mis fuerzas y John se detuvo para observarme sorprendido pero con el ceño fruncido.- Lo tocas una vez más y perderás la mano justo antes de perder la cabeza, literalmente.- Enfaticé mientras mis ojos se tornaban negros y caminaba hacía él con lentitud.
El viejo John dejó caer el cuerpo exhausto y ensangrentado de Eric con fuerza. El gladiador rubio y chiflado se quedó en el piso sin siquiera moverse, al igual que todo el mundo. Los infectados "enemigos" y de estilo paramilitar se quedaron inmoviles pero con las armas firmes, listos para atacar a cualquier señal. Mis gladiadores por otro lado, no sabían bien que hacer pero se mantenían alertas.
- ¿Que dijiste, niña? - Preguntó el supuesto lider del grupo enemigo justo antes de comenzar a reír con fuerza. Su voz era de estilo aspera, aunque no muy grave al igual que su risa.- ¿Tú me cortarás la mano a mi? ¿Y luego mi cabeza dices? - Continuó riendo a carcajadas.- No me hagas reír.
- Lo acabó de hacer.- Dije con seriedad y sin quitarle los ojos de encima.- Lastima que no te hiciste en los pantalones, porque eso hubiese sido muy divertido.- Agregué con sarcasmo y el rostro del viejo John ya no era tan alegre. Se acercó a mi caminando a paso lento, hasta quedar frente a frente.
- Dejame decirte algo, niña. Desde este momento controlarás tu lengua filosa y no harás amenazas que no puedes cumplir o tu gente va a salir lastimada. - Se volteó a ver a Eric quien seguía en el piso.- Ese chico... - lo apuntó.- Es débil y no durará ni siquiera un día en este lugar, solo estoy adelantando un poco el trabajo. - Dijo excusando todos los golpes que le propinó.- Un esclavo débil, es un esclavo muerto. - Concluyó. Y todos mis gladiadores levantaron la cabeza al oír aquél dicho muy parecido a uno que yo misma mencioné alguna vez dentro del coliseo.
- No somos tus esclavos.- Mencioné desafiante.
- Oh, no, cariño.- Dijo mientras tomaba mi rostro con sus asquerosas manos.- Mios no son. Tú y tu tropa de bastardos infectados... Son propiedad de Maximus ahora, sus marionetas, sus juguetes, sus armas y sus escudos.- Sonrío.- Sus esclavos.
Dos de los gladiadores levantaron a Eric como pudieron y lo llevaron con nosotros, siguiendo el camino que los infectados de Maximus nos indicaban a golpes. Mis hermanos me observaban esperando que tuviera algún plan, quizás esperando una orden de mi parte. Elijah por otro lado, se notaba preocupado por los demás, algunos recibían peores palizas que el resto, ya que como dijo John, se les consideraba "débiles". Pero debíamos tomar el lugar desde dentro, no podíamos arriesgarnos a algo en ese momento, este mundo era desconocido para todos. Necesitabamos de los demás "Esclavos", debíamos unir fuerzas para sobrevivir, para vivir en un mundo sin A.L.S.K
ESTÁS LEYENDO
INFERNUM (#2 La legión de los infectados)
Science FictionYa disponible la segunda entrega de la saga "La legión de los infectados" Sigue a los jinetes en esta historia llena de aventura y misterio. Con más sarcasmo, más sangre y más arrogancia que nunca. Ya reunidos, los tres jinetes que se encontraban e...