Caramelos

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Al día siguiente, Amalia cumplió su promesa y estuvo en la playa desde temprano esperando a su nuevo amigo.
Más tarde, la pequeña divisó un rastro violeta acercándose, el rastro cada vez se hacía más claro y grande y poco después tomó la forma de un niño pequeño.
Nereo se quedó sentado cerca de la orilla y Amalia se acercó a él.
Los niños se encontraban sentados uno frente al otro sin saber qué hacer o decir.

—¿Puedo tocar tu cola? —preguntó Amalia después de unos silenciosos minutos.

El pequeño asintió.

La cola de Nereo era de un color violeta muy profundo, el mismo tono que había en sus ojos y cabello, sin embargo, su aleta y las escamas cercanas a ella eran de color lila. Amalia notó que el cabello de Nereo era largo, le llegaba bajo los hombros.

—¿Nunca te han cortado el cabello? —dijo.

—¿Por qué habrían de cortarlo? —contestó cubriendo su cabello con ambas manos.

—No lo sé, siempre me dicen que debo cortarlo. A mí no me gusta que lo corten.

Nereo sonrió. Sus dientes eran increíblemente blancos, como si estuvieran hechos de perlas.

Amalia sonrió en respuesta. El pequeño notó que cuando sonreía se formaba un hoyuelo en su mejilla izquierda. También, cuando sonreía, sus labios se veían más rojos, casi tanto como su cabello y mejillas.

—Mira, tengo un caramelo en mi bolsillo, ¿lo quieres?

—¿Qué es un caramelo?

—Es una bolita que hacen con azúcar, además hay de muchos sabores diferentes. El que tengo aquí es de limón.

Amalia extendió el dulce con emoción hacia el niño quien lo sostuvo con curiosidad.

—Debes quitarle la envoltura —aconsejó la pequeña.

El niño dejó al descubierto el pequeño dulce verde y después lo metió a su boca. Tenía un sabor ácido, pero delicioso.

—Está muy bueno —dijo sonriendo.

La niña sonrió con satisfacción y se levantó.

—Espérame un rato, en mi casa tengo de muchos más sabores.

Amalia corrió dentro de la casa y saqueó los cajones llenos de dulces que había en la cocina. Después convirtió su blusa en una pequeña bolsita donde los podría llevar sin problemas. Se dirigió a la playa de nuevo y depositó los caramelos en la playa. Luego los acomodó por marca y sabor.

—Mira, estos son de fresa, estos de moras, estos son como el que te di hace rato, estos son de uva. Mis favoritos son los de plátano. Son estos.

Nereo tomó uno de un montón al azar. Eran de uva.

—Esto es maravilloso —. Nereo pensó que se había perdido de mucho— En el océano sólo comemos frutas y algas.

—Y aún no has probado el chocolate, mañana le diré a Nana que me compre un poco, ¡también tienes que probar el helado!

Amalia y Nereo siguieron hablando por horas, hasta que se ocultó el sol y Astrid llamó a Amalia. Entonces se despidieron, sin embargo, con la promesa de que se encontrarían el día siguiente.

Diferencias entre la tierra y el mar #PGP2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora