De ese día pasaron dos semanas, para ese entonces, parecía que Amalia y Nereo se conocieran de quince años y no de quince días.
Cierto día Amalia estaba más feliz y emocionada que de costumbre, sus padres le habían regalado un nuevo tocadiscos. Ese era el regalo número diecisiete que sus padres le habían obsequiado para compensar el que no hubieran estado en su cumpleaños, probablemente Amalia hubiera estado destrozada por la ausencia de sus padres en su cumpleaños, mas el hecho de que eso coincidiera con la primera vez que vio a Nereo hizo que se sintiera mejor.
Por otro lado, ese día Nereo se sentía extraño, demasiado. Sentía un cosquilleo en el cuerpo y un dolor intenso en la cabeza. Sin embargo, aún así quería ir a ver a Amalia.
Astrid se sentía muy enferma por lo que iba a estar en cama todo el día, así que Amalia tenía algo preparado, para eso, había sacado la silla de ruedas en la que se transportaba cuando se rompió la pierna a los tres años.
Después de estar ahí por casi quince minutos alcanzo a ver un destello morado acercándose. Cuando Nereo llegó se extrañó un poco de que Amalia estuviera sosteniendo un extraño artilugio que nunca había visto.
-¿Qué es eso? -preguntó.
-Es una silla de ruedas, es para ti -contestó sonriendo -. Es que quiero que entres en mi casa para que veas mi nuevo tocadiscos.
-¿Qué es tocadiscos?
-Eso lo sabrás cuando estés dentro. Ahora necesito que te subas a esta silla.
Nereo se arrastró hasta quedar al borde de la silla y luego se sentó en las pisaderas. Amalia se acercó y lo ayudó a sentarse perfectamente.
-Listo, vamos adentro.
Amalia lo empujó con torpeza sobre la arena. Hacía movimientos tan bruscos que parecía que Nereo iba a caerse en cualquier momento. Pero no lo hizo. Entró sano y salvo a la casa para quedar maravillado ante la belleza de ese lugar, era gigantesco.
-Mi cuarto es arriba pero no creo poder cargarte, igual, mi tocadiscos está aquí.
Amalia abrió la puerta y empujó a Nereo hasta una gigantesca biblioteca. Las paredes eran blancas y los estantes eran de madera. Había tantos libros que probablemente se necesitarían días enteros para contarlos.
-¿Qué es aquí? -preguntó Nereo.
-Una biblioteca, me gusta pasar aquí el rato. Mira, mi tocadiscos está por allá.
Avanzaron hasta llegar al tocadiscos de Amalia.
-Espera -susurró antes de salir corriendo.
Por mientras, Nereo puso su atención en los discos que Amalia tenía apilados. Había unos con unas portadas muy raras. El pequeño trató de estirarse para agarrar uno pero su brazo era muy corto y sólo alzanzó a rozar la esquina de uno de Pink Floyd.
-Te traje esto -dijo extendiendo una pequeña cobija azul de felpa. Ya extendida, la colocó cuidadosamente sobre la cola de Nereo -. Así si Astrid baja no verá tu cola.
Nereo sonrió y acarició la cobija con sus dedos, se sentía muy suave, podía sentir las pequeñas hebras bajo sus dedos.
-¿Te gusta? -preguntó Amalia.
-Se siente muy suave -contestó.
Amalia sonrió y se encaminó hacia los discos.
-Mira, esta es mi banda favorita. Se llama The Beatles, una vez mi papá me llevó a conocer a Paul McCartney. Es muy agradable.
Amalia continuó hablando de discos y de bandas. Nereo tan sólo veía las portadas ya que no entendía la mayoría de la conversación. Hubo una que le pareció muy linda en particular. Tenía un triángulo en medio y una luz se dirigía a él, después había un arcoíris del otro lado, el fondo era negro.
-Mira, te pondré algunas -dijo sonriente mientras sacaba varios de sus discos preferidos -. Mi papá me enseñó toda esta música y siempre me envía discos nuevos. Todos están autografiados.
La pequeña tomó el primero de la pila de viniles que tenía en las manos y lo colocó sobre el tocadiscos. Después seleccionó una canción.
-Esta es mi canción preferida -dijo al comenzar una canción.
Para Nereo, era nuevo escuchar una canción. En el mar no existía una industria musical tal y como en la tierra, si bien había algunos cantos populares, pocos eran conocidos.
Cuando la música comenzó, Nereo se dejó sobrecoger por la belleza de ese arte. La combinación de sonidos era increíble. Individualmente, cada sonido era común, sin embargo, al unirse formaban algo perfecto.
Oh life, it's bigger
It's bigger than you, and you are not me.-¿Cómo se llama esto? -preguntó Nereo.
-¿La canción? -Amalia lo miró con curiosidad -. Losing my religion.
-Es hermosa -dijo algo conmovido.
-Lo sé.
Amalia le colocó a Nereo quizá treinta canciones distintas, de una gran variedad de bandas. Estaba tan fascinado con la belleza de la música que no notó la hora. Además, dentro de la casa, no se podía ver el sol. No se dio cuenta de que ya había anochecido.
El tiempo pasó volando y dieron las ocho de la noche. Entonces decidieron volver a la playa.
Nereo miró con horror las estrellas que cubrían el cielo, debía estar en su casa desde hacía rato.
-Amalia, tengo que irme -dijo.
La niña asintió y quitó la pequeña cobija azul de la cola de Nereo. Después, a como pudo, lo ayudó a bajarse de la silla y acercarse al mar.
El pequeño se alejó sin poder dejar de pensar lo que le ocurriría cuando llegara a su casa. Su padre le había advertido, él lo sabía.
«¿Por qué no estuve pendiente del tiempo?». Se decía para sus adentros
Finalmente alcanzó a ver su casa en la lejanía y con terror vio que Leander se encontraba afuera. Nereo respiró profundamente, trató de tranquilizarse y comenzó a acercarse a él.
ESTÁS LEYENDO
Diferencias entre la tierra y el mar #PGP2017
FantasyAmalia: Extroversión e inseguridad. Nereo: Introversión y timidez. Sin embargo, estas no son las diferencias más grandes entre estos dos chicos. Quizá la más significativa es que Amalia no puede respirar bajo el agua. ¿Quién diría que dos chicos...