Prefacio.

36 4 0
                                    

Esperaba.

Entre gigantescos arboles de secuoyas y frutos silvestres, ella se mantenía esperando nerviosamente su llegada. Los segundos parecían volverse minutos, los minutos se volvían horas, las horas en días y así sucesivamente.

Lleno sus pulmones del fresco aire mentolado que producía esa parte del bosque. Una pequeña punzada de tristeza traspasó su oxidado corazón al pensar que sería la última vez que estaría ahí, de pie, en ese mismo bosque donde todo había sucedido, donde ambos habían crecido, cambiado.

Por un segundo se retractó de su pensamiento anterior y deseó que el tiempo se alargara un poco más, justo cuando este comenzó a acortarse.

Llevó una mano a la parte baja de su vientre, apenas era notorio el pequeño bulto que había ahí pero, con sus ropajes holgados de todos los días, era imperceptible. Ya no había vuelta atrás, ahora que estaba a unos meses de ser madre, sabía que debía proteger a su hijo de ese mundo, de su pasado, del pasado de su padre también. Aunque fuera una medida extrema, no existía otra alternativa, debían de abandonar su hogar.

Suspiro pesadamente. Cerró los ojos un segundo y se concentró en escuchar a la naturaleza hablarle por medio del viento y los animales. Pero pudo escuchar más que eso, sus oídos captaron también las voces de dos soldados al servicio de su majestad.

Ella, aunque se encontraba recostada sobre una rama del más alto árbol que había encontrado en la zona, tomó las puntas de su capa y cubrió su cuerpo con ellas, provocando que este desplegara una imagen igual a la del tronco en que yacía ella, haciéndola invisible ante la vista humana . Un camuflaje impresionante.

Sabía que ella no tendría problema si la encontraban, acabar con la vida de dos personas más no haría diferencia entre sus manos manchadas de sangre inocente, pero esta vez no podía liquidarles, sabía que si se atrevía a hacerlo, él la encontraría y su escape sería inútil. Había en juego más que la vida del pequeño niño que habían engendrado en su vientre o su amor por Scelestos, había más que su propia huida. Ahora las naciones se pondrían en riesgo si les encontraban.

Para calmarse, comenzó a acariciar su vientre. Tenía un extraño sentimiento acerca de ese bebé que apenas crecía en su vientre, una alegría inigualable, en su pecho crecía un enorme sentimiento de protección hacia él o ella. En ningún momento de su vida se había imaginado a sí misma como madre, pero ahora, contaba las horas para poder conocer el rostro de su hijo.

Normalmente ella no era una persona sentimental, mucho menos afectuosa o sonriente, pero pensar que tendría un hijo le transformaba a una personalidad ajena a la normal. Tal vez eran las hormonas. Tal vez el descubrir que todavía conservaba algo de humanidad en su sistema. Tal vez enamorarse de la manera más descabellada del planeta de la persona menos indicada. O tal vez lo asustada que estaba cambiar radicalmente su vida debido a ese estúpido secreto.

Por algún lugar lejano comenzó a oír la hipnotizante música de un grupo de ovahiches. El intenso sonido que producía la criatura era tan melodioso y rítmico que obligaban a las personas que lo oyeran a perseguir a esas criaturas por la desesperada necesidad de escuchar esa melodiosa y repetitiva tonada. Pero esta era una canción diferente a la que normalmente se escuchaba.

Ella tapó sus oídos apenas las primeras tres notas musicales entraron a sus oídos.

Algo iba mal, esta nueva canción era rápida y en cada nota se percibía aflicción por parte de las criaturas. Una pequeña duda se plantó en ella al pensar que él los había enviado, de todos modos, su poder era el control mental pero ¿sería tan poderoso como controlar la mente de una de las criaturas más listas del bosque?

La marca.Where stories live. Discover now