Mafia

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Al escuchar eso, Karamatsu no supo cómo reaccionar. ¿Debía tenerle miedo? ¿Debía consolarlo? Se quedó en un incómodo silencio, para dejar a su hermano hablar.

—Al principio me asustó lo que hice. Pero, después de no ser por su hijo, yo no hubiera logrado reponerme. Fue lo mejor, de lo contrario seguiría atrapado ahí con él, o de haber escapado hubiera venido a hacerles daño a ustedes —le dijo Osomatsu sin borrar la sonrisa afligida de su rostro, como si fuese una máscara.

—Niisan... No, no te sientas mal. Tienes razón, tal vez esa era la única forma —le dijo Karamatsu en un intento por hacerle sentir bien—. ¿Hace cuánto que fue eso?

—Ya tiene un tiempo, como unos tres o cuatro años.

— ¿Tanto tiempo? ¿Y por qué no regresaste al momento?

—Es que, estábamos en Tokio. Yo no tenía medios para volver, apenas si podía comer. Entiende, soy una persona con la educación más básica, a diferencia de ustedes que están listos para la universidad. Tenía que encontrar una forma de hacer dinero pronto, y el hijo de Tougo estuvo dispuesto en ayudarme.

— ¿El hijo de Tougo? —Karamatsu preguntaba, confundido por lo que su hermano mayor le decía.

—Su nombre es Atsushi, y es un chico muy bueno, y un socio muy capaz. Increíblemente no se molestó conmigo por haber eliminado a su padre. Al contrario, dijo que le hice un favor.

Karamatsu se asustaba cada vez más de lo que su hermano le decía, pero a la vez podía comprender, aunque fuera a medias, el trauma por el que debió haber pasado.

—Y, ¿es con él con quien quieres que trabajemos?

—Sí, así es. Aunque el negocio le pertenece a él, dijo que me daría una parte del mismo para que yo me hiciera cargo. ¿Te lo imaginas? ¿Acaso no te emociona? Pero sólo lo podría manejar con mis queridos hermanos a mi lado.

Karamatsu se la pensó un momento, pero terminó accediendo. Con una sonrisa y un abrazo selló el trato, y le dijo a Osomatsu que podría contar con él y con los demás en cualquier momento. Al volver a entrar a la casa, se reunieron con los demás hermanos, a quienes les avisaron que iban a trabajar los seis juntos.

Todo mundo estaba que estallaba de la alegría, a excepción de Matsuyo, pues eso significaba que los seis dejarían la casa y, a falta de su marido, la dejarían sola. Fue inevitable que la mujer empezara a llorar, a lo que Osomatsu la abrazó para consolarla.

—No llores, mamá. Vamos a venir a visitarte pronto, y cuando nos veas de nuevo, verás a tus seis hijos como los hombres más exitosos de todo Japón.

—No, Osomatsu. Por favor no se vayan. No sé qué voy a hacer sin mis pequeños lejos —le rogaba Matsuyo, deshecha en lágrimas mientras abrazaba al mayor.

—Ya somos adultos, mamá. Podemos cuidarnos solos, y de todas formas no estamos solos. Te prometo que vamos a estar bien, ¿sí? —Osomatsu se esforzaba tanto en hacer sentir bien a su madre, hasta que consiguió que dejara de llorar. A los pocos días tenían las maletas hechas, y tras despedirse de su madre, emprendieron su viaje a Tokio.

Los cinco hermanos menores iban con altas expectativas, principalmente sobre a qué se iban a dedicar. Y aunque esas expectativas se hicieron más altas cuando Atsushi los recogió de la estación de trenes en un Mercedes Benz muy elegante, éstas se deshicieron cuando llegaron a un lugar extraño. Una zona industrial demasiado descuidada, con edificios desgastados y mal cuidados. Los chicos estaban algo asustados, por no decir aterrados del lugar en el que se encontraban.

—Vamos, muchachos. No tengan miedo. Estoy seguro que les gustará este lugar —les dijo tomando a Karamatsu de la mano para incitarlos a todos a entrar. Curiosamente, el lugar desde dentro lucía diferente. Demasiado diferente. Todo bien arreglado, muy elegante por no decir menos.

—Osomatsu-niisan, ¿en dónde estamos? —Todomatsu era el más aterrado de todos.

—Aquí es donde vamos a vivir de ahora en adelante. Siéntanse libres de elegir la habitación que quieran —Osomatsu les decía con toda confianza, mientras iba a otra habitación con Atsushi. Los demás, por otro lado, desconfiaban.

— ¿A dónde nos trajo, Karamatsu-niisan? —Ichimatsu se acercó al segundo hermano, desconfiado de la actitud del mayor.

—No tengo idea, él nunca mencionó nada de esto —fue lo único que Karamatsu logró responder, dejando su maleta en el suelo y empezando a inspeccionar el lugar. Le dijo a los demás que se quedaran en el sitio en donde estaban, mientras él veía cada habitación. Todo lucía en orden, pero aun así no bajaba la guardia.

Cuando Osomatsu volvió, los reprendió al ver que todos seguían en la sala —Chicos, les dije que eligieran un cuarto. Anden, vayan a descansar. Mañana es nuestro primer día de trabajo, y no los quiero cansados.

—Osomatsu-niisan no nos ha dicho qué es lo que vamos a hacer —Jyushimatsu le dijo, en un tono preocupado.

—Oh... sobre eso... —Osomatsu no encontraba la forma de decirles lo que pasaba. De hecho, se trababa en repetidas ocasiones al tratar de hablar. Fue por esa razón por la que Atsushi decidió intervenir.

—Yo les explico, Osomatsu. ¿Tú por qué no vas a preparar todo para mañana? —dijo Atsushi antes que el primer hermano saliera de la sala— Chicos, sé que no están al tanto de nada, pero quiero empezar a pedirles que no se asusten. Desde el momento en que entraron a este edificio, les quiero advertir que no hay salida. Ustedes desde ahora son parte de nuestra mafia.

Todos se quedaron callados. Algunos temblaban de miedo y se refugiaban detrás de Karamatsu. Pero ni siquiera él entendía lo que pasaba. ¿Parte de la mafia? ¿De qué estaba hablando? No se le permitió hacer ninguna pregunta, pues Atsushi de inmediato los mandó a las habitaciones. Les habló con una voz tan firme y autoritaria que nadie se atrevió a desobedecer.

Todos fueron a alguna habitación. Había varias, lo que les aseguraba que dormirían solos esa noche. Cada quien tomó una habitación y se despidieron. Sin embargo, Karamatsu no era capaz de dormir. Le costaba conciliar el sueño en ese lugar, más con la información que acababan de recibir. Ni siquiera se dio cuenta de cuándo dieron las tres de la mañana, pues simplemente no podía cerrar los ojos y descansar. Todomatsu, al parecer, estaba igual, pues entró de repente, en silencio, a la habitación.

—Karamatsu-niisan... ¿puedo dormir contigo? Tengo miedo —dijo asomándose desde la puerta.

—Todomatsu, claro que sí. Ven, es muy tarde para que sigas despierto —Karamatsu le indicó entrar con él a la cama, cosa que el menor hizo sin dudar ni tardar.

—Tú tampoco has dormido, ¿verdad? —Todomatsu le dijo al entrar a la cama.

—No, para nada. Este lugar... no sé, me tiene siempre alerta. Como si algo malo fuera a pasar, no lo sé... no, no te asustes. Es sólo un tonto presentimiento.

—Karamatsu-niisan, éste lugar me aterra... quiero volver con mamá.

—Ya escuchaste al tal Atsushi, no podemos irnos. Pero, recuerda que Osomatsu-niisan le prometió a mamá que iríamos a verla.

— ¿Podemos confiar en él? ¿Osomatsu-niisan sigue siendo alguien de fiar?

No supo responderle a Todomatsu, pero al final sólo asintió, y le aseguró que Osomatsu seguía siendo el mismo que recordaban. El menor, con esa afirmación, se abrazó a Karamatsu para dormir.

El recordar a Todomatsu le causaba cierta confusión a Karamatsu-san. Sacudió la cabeza para librarse de esos pensamientos y hacer su trabajo de forma correcta. Al terminar su jornada, y al no ver que Kara-chan llegara por él, se volvió caminando solo. Se empezaba a preguntar ¿qué estaría haciendo Todomatsu ahora? ¿Lo extrañaría? Le dolía pensar que tal vez Todomatsu lo hubiera dado por muerto. Pero, ¿qué pensaría si no, pues no había dejado rastro alguno de su existencia al desaparecer? Cada vez quedaba poco menos para el Tanabata, y eso debería suponer un alivio para él, el volver a ver a su amado Todomatsu. Pero, al pensar en eso, de repente la imagen de Kara-chan aparecía en su mente. ¿Qué era ésta extraña sensación que le daba el pensar en Kara-chan? Era ahora, malo pensar en él, pues Karamatsu-san se daba cuenta que, mientras más pensaba en Kara-chan, menos se quería ir de ese lugar.

[BL] Reflejo Desconocido [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora