Lázaro

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De ésta forma o ninguna,

¿Sabes algo? Yo seré libre.

Justo como ese azulejo

Ahora, ¿no es así como soy?

Lazarus, David Bowie—

Se sentó en la mesa una vez que la habitación estuvo vacía. Tomó una hoja blanca y un lapicero, dispuesto a escribir una carta. Lamentablemente, Ichimatsu no era nada bueno expresando lo que quería decir. Para variar, podría usar a Nyanko para expresar lo que quería decirles a sus hermanos, y sólo escribir lo que el gato decía, pero tanto el efecto de la medicina de Dekapan se había pasado hace mucho, como el gato lo podría delatar de su plan antes de revelarlo él mismo. Y eso era lo que no quería. Si sus hermanos se enteraban, lo más seguro era que lo detuvieran.

Y él no quería ser detenido.

Ocultó su rostro en sus manos con frustración. Le era difícil explicarse a sí mismo. Aun así, trató de escribir, sin recibir los resultados deseados. Terminó haciendo bola el papel y tirándolo a la basura. Azotó incluso la cabeza con fuerza en la mesa para tratar de aclarar sus ideas, recibiendo una jaqueca a cambio. Los gatos no tardaron en aparecer en la ventana.

Al escuchar los maullidos de sus amigos, les abrió para que pasaran. Los alimentó con las sardinas secas, y al verlos comer, sintió un golpe en su pecho.

—Lo siento amigos, en unos pocos días ya no podré alimentarlos. Perdónenme —les dijo mientras acariciaba los lomos de los cinco gatos que comían en ese momento en el suelo. Uno de los gatos, uno color café atigrado, al sentir su caricia levantó la cabeza y se rozó en la mano del cuarto hermano. Ante tal acto de cariño, Ichimatsu empezó a llorar, tanto que no se dio cuenta del momento en que Choromatsu entró.

—Ichimatsu, ¿estás llorando? —preguntó el de verde en cuanto lo vio.

—No, es que me estoy resfriando. Es todo —negó Ichimatsu, sin voltear a verlo.

—Es por Karamatsu-niisan, ¿verdad? Ichimatsu, estoy seguro que él se pondrá bien, y que nada malo va a pasar.

—No, no lo hará si no hacemos algo pronto.

—Y lo haremos, pero no tienes que ponerte así. Osomatsu me dijo que ya habían encontrado una cura, y Karamatsu-san fue a encontrarla. Así que no tienes qué temer nada.

Ichi no dijo nada. Volteó a ver al suelo, sin decir una sola palabra. Choromatsu sólo le sonrió y lo dejó nuevamente en su soledad. Ichimatsu suspiró entristecido, mentiría si dijera que no tenía miedo. Pero le aterraba todo lo que sucedía, incluidas esas pesadillas constantes. Era, a fin de cuentas, un modo perfecto para poder finalmente descansar.

Metió las manos en los bolsillos de su sudadera, topándose entonces con la libreta en donde anotaba todos los insultos que se le ocurrían para sí mismo. Desde "deshecho humano" hasta "basura incombustible", todos y cada uno anotados uno tras otro. Tomando el lapicero de la misma, empezó a escribir por su cuenta. Al parecer esa libreta tenía poderes inspiracionales, pues no dejó de escribir durante un buen rato.

De no ser que Karamatsu-san llegó en la noche del hospital, podría haber llenado la libreta con todo lo que tenía que decir.

—Ichimatsu, ya llegué a casa —le saludó el yakuza.

—Bienvenido a casa, Karamatsu-san —respondió Ichi, guardando la libreta—. Es mi turno de ir a cuidarlo, me voy.

— ¿Comiste algo? —le preguntó de nuevo Kara-san.

—Sí, unas bolas de arroz y pollo frito.

Antes que el yakuza le preguntara algo más, Ichimatsu salió de la casa de inmediato. Era a él a quien quería evitar más que a nadie, pues temía romperse en frente de él. Karamatsu-san por supuesto que sabía que ya había una cura para lo que fuera que tenía Kara-chan, pero jamás le dijo que había qué entregarle un alma. Porque si lo conocía lo suficiente, y sabía qué tanto quería a Kara-chan, que sería él quien ofrecería su alma. Y nuevamente, su sueño iba a terminar volviéndose realidad.

[BL] Reflejo Desconocido [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora