Segunda Función

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Otro día comenzaba muy temprano en la mañana, el maestro que pasaba por sus jaulas les gritaba haciendo ruidos insoportables hasta que estuvieran totalmente despiertos.

Al cabo de algunas horas el circo abrió y las primeras personas no tardaron en llegar. Todos siempre eran iguales, ruidosos, estúpidos, inútiles...

Nunca tuvieron algo mejor que ir y reírse de otras personas, burlarse del dolor ajeno.

Se paseaban y paseaban de jaula en jaula, riendo y divirtiéndose del dolor de esos pobres niños.

El sombrerero seguía recordando aquella mirada, tocaba su mejilla recordando el tacto de la castaña.

Miraba atentamente a aquellas personas con la esperanza de volver a ver a la chica de la vez anterior, aquella chica que era dueña de sus pensamientos últimamente.

Se lograba distinguir cómo una chica se escabullía entre las masas desplazándose con agilidad, hasta llegar finalmente donde se encontraba "el hombre de dos cabezas".

Es ella... ¡Es ella!

Inmediatamente, en lo más profundo de nuestro Sombrerero loco, en lo más profundo de su ser, se alojó un sentimiento de extrañeza que muy probablemente nunca habría sentido.

¿Qué es esto?

Un sentimiento de confusión.

¿Qué haces?

Un sentimiento que en cierta medida lo irritaba.

¿Por qué me siento así?

No comprendía lo que pasaba, no comprendía lo que ella hacía.

La gente seguía su recorrido con normalidad, riendo y deleitándose con la deformidad.
Señalando con los dedos los rostros infelices, de los chicos encerrados en jaulas de barrotes grises.

Sin duda alguna era un sentimiento extraño, un sentimiento al que no sabría darle nombre.

El pobre sombrerero sentía un vacío al observar como aquella chica no se acercaba a él.

Perdido en sus pensamientos no se percató que uno de los visitantes lo llamaba, golpeó su jaula causando un estruendoso ruido sacando a este de ese pensamiento de vacío, el sombrerero fue capaz de regalarle una mirada llena de odio y furia que había estado guardando desde años atrás, asustando a aquella mujer causante de eso.

Se levantó como pudo y se acercó con pasos lentos al borde de la jaula, se apoyó en los barrotes y jaló a la persona por el cuello de su camisa.

- ¡Qué crees que haces, maldita niña!, ¡no sabes nada de nada, solo sonríes como la mierda que eres!, ¡¿por qué no te mueres!?, ¡¿por qué no se mueren todos?!- gritó con todas sus fuerzas.

Todos los presentes los miraron sorprendidos, aquellas "deformidades" se asustaron demasiado, sabían perfectamente lo que seguía, aquel castigo que ningún niño merecía, que ninguna persona merecía.

El maestro de ceremonias les sonrió a todos, disculpándose con todos por su comportamiento, abrió la jaula del sombrerero, este soltó inmediatamente la camisa de la chica, intentó alejarse del maestro; sus lágrimas empezaron a salir.

- ¡No! ¡Por favor! ¡No era mi intención, perdóneme, perdóneme por favor! -volvió a gritar desesperado, estaba asustado.

Se alejaba estúpidamente del maestro de ceremonias, nadie lograba escapar del castigo, nadie.

El maestro lo agarró del brazo y lo llevó fuera de la carpa del circo, lo alejó de los demás para que nadie lo escuchará gritar; sacó un bote con el famoso ácido.

Se escuchaba gritar a aquel rubio, el ácido recorría todo su cuerpo desnudo, lloraba, gritaba, pero claramente nadie lo escuchaba.

Arrastró al sombrerero sin que nadie lo viera a una habitación oscura, donde dibujó flores en sus heridas del ácido para que nadie se diera cuenta. Si, aquellas flores solo cubrían un secreto más de aquel circo del terror. Jaló nuevamente al sombrerero y lo empujó a la jaula para luego retirarse del lugar, como si nada hubiera pasado.

El sombrerero volvió a su papel inmediatamente, sonreía, aunque no fuera verdad, sonreía para no recibir otra vez aquel cruel castigo...

Todos sus amigos lo miraban con pena, pero ellos no podían hacer nada, solo quedarse callados. Aquellos niños sufrían más que nadie en este mundo.

Las personas empezaron a irse una por una, estaba anocheciendo, se retiraron hasta que no hubo nadie más. Estaba vacío, oscuro, silencioso...

Pasaron las horas, el sombrerero seguía sin poder dormir, aquel dolor infernal a penas lo dejaba moverse, sumándole aquel sentimiento que le dejó aquella chica.

Se escucharon algunos ruidos, el sombrerero levanto su vista un poco, observó una sombra que se acercaba cada vez más a él, hasta que logró reconocer quién era, era aquella chica, aquella que era dueña de sus pensamientos.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó el sombrerero.

La chica solo le sonrió, se acercó al candado intentando abrirlo con un pequeño alambre.

-No, no puedes hacerlo. Nadie puede sacarnos, y si él te encontrase...

Un ruido estrepitoso hizo eco en el lugar, asustado le dijo a aquella chica de alma tan noble que corriera a esconderse donde pudiera; no quería imaginarse qué le sucedería si es el maestro de ceremonias la encontrase caminando libremente por ahí, y, sobre todo, sin ninguna deformidad.

- ¡Sombrerero! -exclamó una voz haciendo que el nombrado se sobresaltase.

Miró quien era el que lo llamo, agradecía al cielo que simplemente era el "hombre de dos cabezas", si hubiese sido el maestro...

- ¿Sí? preguntó haciéndose el desentendido

-Deja de hablar -dijo una de las cabezas, para ser específicos, la chica que alguna vez fue conocida como "Wendy Testaburger"

-No querrás que el maestro de ceremonias venga a castigarte, tal y como lo hizo esta tarde- habló con pena el chico, "Stan Marsh" el novio inseparable de "Wendy", quién diría que la vida fuera tan irónica para hacerlos inseparables de verdad.

El sombrerero negó repetidas veces.

-Tómalo como una advertencia -dijeron al unísono y se fueron.

La chica al ver que ya se habían ido salió de su escondite tras el telón y regresó a donde estaba el rubio.

- ¿Ves lo que te digo? No puedes quedarte - dijo - terminarás igual que nosotros y no quiero que nada te pase- la miró con dulzura.

La chica lo miró con pena, suspiró y se fue, se desvaneció en la oscuridad, causando que el pobre corazón del sombrerero se llenara de tristeza y soledad nuevamente.

Dark Wood Circus (South Park AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora