Pasado de Shinya.
Tres veces, tres horrendas y doloras veces en la que el albino a llorado en su corta vida de tan sólo 9 años. Lloraba con tanta intensidad, que podría decir que se ahogaría en sus propias lágrimas.
Se odiaba a sí mismo, no poder ni saber defenderse contra sus dos hermanos mayores, causaba un gran dolor en su pecho, le quemaba por dentro.
Cuando a penas había muerto su Padre, Kureto siempre intento acercarse de una manera sospechable al albino. Lo trataba bien, lo protegía de todo y de todos, jugaba con él, dormía con él, intentaba ser una figura paterna para el menor.
Lo que se le hizo raro a Shinya era que, su hermano el cual le había tomado mucho cariño, cambio de un día para otro, le había dejado de prestar atención, le había dejado de lado, ya no le importaba nada.
Kureto al fin decidió quitarse la mascara.
-Pequeño mocoso. -Musito con rabia el mayor, dirigiéndose al menor.
-Pero, ¿Qué hice Kure...? -Antes de que pudiese terminar de hablar, la palma de su hermano se había estampado bruscamente contra la mejilla del susodicho.
-Ni se te ocurra volver a decirme hermano, tú no eres de está familia. -Escupió, con la intención de lastimar el pequeño y frágil corazón de Shinya- Desde que llegaste a este familia, Padre ha fracasado, y todo por tus estúpidos berrinches, por ganar la atención de él.
Shinya, con una mano sobre su mejilla rojiza con la marca, y al borde del llanto, salió corriendo de la sala donde se encontraban.
No quería creer que todo había sido culpa de él, que por sus caprichos Padre había muerto.Él más que nadie sabe exactamente la razón y el como había muerto Padre. No era su culpa, eso lo sabía muy bien.
Faltaba poco para llegar al cuarto, unos cuantos pasos más, y por fin se encerraría, dónde nadie podría entrar, y así poder pensar con claridad lo dicho antes.
-¿Adónde crees que vas, maldito niño?- Una voz fría y gruesa, hizo que el pequeño se estremeciera.
Para su desgracia, lo habían retenido desde la espalda, dejando sus esperanzas de descanso y consuelo tiradas en el suelo.
El albino no podía hablar, no quería. Sólo luchaba por por liberarse del agarre, qué ciertamente lo estaba lastimando.
Alzo su mirada azulada, buscando con desesperación quién era él quien lo retenía. Nada, esa era lo que veía, nada. Una mano sobre su pelaje le impedía ver otro punto en su camino que no fuese el brillante suelo.Aún sin poder ver sus alrededores, sabía a donde se dirigían, esa era la suerte de que Padre le haya enseñando todo lo que le pertenecía. La mansión en la que vivían, los instintos, los campos de entrenamiento, todo.
Para entonces el miedo se colaba entre sus venas, y su corazón marcaba un ritmo que nunca antes había sentido.
El cuarto de tortura. Ahí se dirigían, y por lo que estaba pasando, sabía que no era nada bueno.
Tenía que encontrar una salida, tenía que escapar de ese hombre y de ese lugar lo más antes posible.De momento, una idea cruzo por la mente del albino, y qué sin duda, resultaría.
Moviéndose constantemente entre los brazos que lo sostenían, logro posicionarse de una manera adecuada para su ataque.Uno... Dos... Tres, su cabeza había golpeado muy fuerte sobre la cara del sujeto. Tres... Cuatro... Cinco, el hombre andaba quejándose, por lo que aprovecho y mordió el brazo que le rodeaba el cuerpo, más aún, no lo había soltado. Seis... Siete... Ocho, su talón acertó directamente al lugar que desde un principio quería golpear, justamente en la entrepierna. Nueve y el albino yacía corriendo por los oscuros y largos pasillos. Diez y el menor se ocultó en el cuarto de las armas, debido a que era el único lugar cercano, donde podría descansar de sus pulmones y piernas, si seguía, muy probable lo atrapaban los reclutas bajo las ordenes de Kureto.
Su respiración fallaba, le costaba respirar, su vista estaba borrosa y nublada, le temblaba todo el cuerpo, desde la punta de sus pies, hasta su último cabello, su pecho subía y bajaba en un ritmo de demasiada velocidad. Allí, tirando en el suelo, Shinya logro quedarse dormido, tiritando del frío.Al día siguiente, Shinya se dirigió a su cuarto con mucha cautela, lográndolo.
Estaba más que seguro, que lo ocurrido, lo planeo de principio a fin Kureto Hīragi.
Lo odiaba, se odiaban. Un sentimiento demasiado fuerte que nada ni nadie podrá remover de los corazón de ambos. No existe ni existiría algo o alguien que pudiese cambiar tal sentimiento entre hermanos.
Shinya podría verse inocente e ingenuo, pero para sus adentros era más astuto que todos en la mansión.
Para tener sólo nueve años, era alguien quien entendía con facilidad, y actuaba como debía, en momento debido. No por nada era el favorito de Tenri.
Shinya se hacía creer ser alguien fuerte, alguien que podría con todo el peso de sus problemas sobres sus hombros. Lo que no sabía, era que tarde o temprano todo le pasaría factura, lastimando y destrozando su pequeño e indefenso corazón.
Lloraba, lloraba todos los días, todas las noches. Todos y cada día, cada hora, cada segundo. No había uno en la que al menos pudiera mantener una sonrisa forzada en sus facetas, y dar a entender que podría seguir, que tenia que aguantar ante todo.
Comía máximo tres veces a la semana, y todo gracias a su hermana menor Shinoa, la que siempre que podía guardaba y llevaba comida hasta la pieza del albino.Así transcurría su vida en la mansión, llena de desastres, desilusiones y desgracias.
Unas veces lograba escapar de Kureto, así como otras no, y sin poder conseguir algo, lo maltrataban y abusaban.
Las manos del mayor sobre la piel del menor quemaban y ardían. Le dolía bastante a decir verdad, pero no lloraba frente a él, tenía que demostrase fuerte de una manera y otra.Shinya quería escapar, debía huir de ese infierno, en el que sus pesadillas se hicieron realidad.
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Les juro que apenas vi que tenía 17 leídas me emocione, que aunque hayan aparecido como fantasmas, sé que la leyeron, y eso es suficiente.
Muchas gracias❤.Por favor diganme sus opiniones, y en que debo mejorar~.
Nuevamente, gracias<3.
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》Agliofobia《 |Guren Ichinose y Shinya Hīragi|
FanfictionDolor y Sufrimiento. Dos palabras qué nunca deberás mencionarle a Shinya Hīragi. -Déjame ayudarte. -Rogó el de orbes púrpura. -Pero sí yo estoy bien. -Aseguro con una sonrisa inocente el de orbes zafiro. -Yo no te haré sufrir. -Lentamente, se le fue...