El actor y la extraña

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Mi frente sudaba, en medio del estómago tenía la sensación de una mano jalándome las entrañas. Eran los nervios que me estaban jugando una mala pasada.

Permanecía junto a mis compañeros de reparto agarrados todos de manos en una sola fila horizontal mirando hacia la gruesa tela carmín que caía frente a nosotros.

Nos hallábamos justo en ese segundo de silencio del público, cuando el telón ha bajado y no sabes si van a abuchear o aplaudir.

El silencio se rompió de golpe y se escucharon las voces gritar ¡BRAVO¡ ¡BRAVO¡ seguido de eso un torrente de aplausos que se desbordó ante nuestros oídos ciegos.
Gracias al cielo- pensé- Era el público satisfecho.

El telón se levantó de nuevo, todos mostrábamos los dientes esbozando una sonrisa emocionada, sonrisas que a su vez se convirtieron en espejos de los que rebotaron los flashes de las cámaras.

Era una ovación de pie. La obra había sido un éxito.

Nos inclinamos en señal de reverencia. El telón bajó de nuevo y rompimos filas, nos abrazamos de forma triunfal.

Yo no salí hacia el camerino, estaba loco por ver a mi hermano mayor había viajado solo para verme actuar. No me importaba dejarme el caluroso disfraz, solo quería ir a su encuentro.

Era mi primer papel protagónico después de varios años actuando en papeles de poca monta. Me sentía realizado.

Felipe estaba allí en la segunda fila, con su uniforme. Miraba sin saber a dónde. Lo acompañaba su joven esposa Rocío, una linda chica con ascendencia italiana que conoció en una estación de tren.

Trataba de llegar a él más me detenía la gente, querían hacerse fotos conmigo, y me debía al público. Creo que mi hermano lo entendió, porque de lejos me hizo un gesto que indicaba que no me preocupara.

Recibía felicitaciones y voces de aliento. Me sentía satisfecho y con el pecho hinchado de orgullo. Físicamente me veía muy mal, a causa de la caracterización, la ropa para mi personaje es intencionalmente horripilante, estaba interpretando: El Jorobado de Notre Dame.

En medio de la muchedumbre una voz que a mis oídos sonó como un poema, me obligó a buscar su origen. Era una voz de mujer.

-¡Aurora, Aurora Vámonos ya por favor!-

Al mirarla percibí su expresión de fastidio, era una mujer joven y bonita, se notaba aburrimiento y desdén en su rostro, era obvio que deseaba salir del teatro a como dé lugar.

Su cabello era negro azabache y largo, de un largo y un brillo que llamaba demasiado mi atención.

Aurora, la mujer a la que ella llamaba, estaba ignorándola y era algo claramente intencional, seguía dispuesta a continuar su camino hasta donde estaba yo

Aurora era una mujer de baja estatura, estaba empujando a todas las personas que se interponían entre ella y "El jorobado". Quería a toda costa una foto conmigo.

Finalmente después un enorme esfuerzo contra la corriente de personas que la chocaban, Autora logró hacerse a mi lado y me abrazó por el costado posando, le hizo un gesto a la mujer de la voz bonita, para que se acercara a nosotros y tomara una foto e inmortalizara el momento.

La mujer de cabello oscuro visiblemente incómoda sacó su celular y trato de buscar una buena foto; pero la gente nos movía de un lado a otro haciendo la labor casi imposible.

Entre varios intentos de los cuales cinco fueron fallidos, logró una foto decente o eso creo porque encaró a su amiga.

-Listo Aurora, ¿Ahora si podemos irnos?- Le preguntó con gesto ufano a mi fanática, después de terminar la fotografía.

Hice un repaso de toda la escena, y pude caer en cuenta que durante ese breve encuentro para ella, yo fui solo un objeto que fotografiar.

Por un fragmento de segundo, sentí rabia con ella porque hizo que dejara de sentirme una persona. Su actitud hacia mí fue altamente grosera, casi insensible.
Pensé《De nada le sirve toda esa belleza con esa espantosa actitud》

Muy diferente a la actitud de Aurora así que por ella disimulé y sonreí o por lo menos lo intenté debajo de tanto maquillaje.

No soy del tipo de personas que sufriría con la diferencia de una chica que apenas conozco, como actor sé que a veces agradamos y otras no, además existen cosas que no podemos controlar, pero pensé fantaseando, que ojalá la mujer bonita me hubiera regalado por lo menos una mirada o una palabra, así tendría la oportunidad de hacerle lo mismo que ella me había hecho a mí. Ignorarme. Por otro lado a pesar de todo la mujer pequeña estaba feliz, me dio un beso y se despidió de mi agradecida.

Y como todo lo que ocurre repentinamente sin darnos tiempo de reaccionar recibí de aquella chica, la del largo cabello una expresión que yo calificaría de " humanidad".

-Gracias- me dijo. No lo esperaba, pero lo deseaba. Y no fue una palabra al aire, la pronunció viendo directo el verde de mis ojos.

Su hermosura volvió súbitamente y se estrelló contra mí. Ella me miró por primera vez. En ese instante, ya no fui más un mueble, ni una cosa, me transformo de objeto inanimado, a ser vivo con un solo aleteo de sus pestañas. Sus pupilas café se sumergieron en las mías, nadando por pesares y lugares nunca antes recorridos. Ella no solo vio mi disfraz, me miró como si hubiera visto al hombre que había detrás de toda esta tela sudorosa. Me vio el alma y me arrebato el suspiro.

-De nada- le contesté, temblando por dentro ¿No se supone que iba a ignorarla?

Me quedé por un breve momento, aun saboreando la extraña presencia de esta mujer. Su figura, su esencia, tenía un no sé qué, algo sombrío o impenetrable quizás.

Me dio la espalda y se fue internando entre la gente, hasta que su silueta se esfumó de mi visión. Su cabello dejó una estela de su perfume en el aire y yo entrecerré mis ojos y absorbí más de ella deseando que su aroma se quedara en mi recuerdo para siempre.

Sobre el amor y otras confusiones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora