Capítulo 3: El sol sonríe

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Casa-Hogar Crambers, 2005

—Búsquenla, busquen a la escoria —ordena firmemente a Tamar, la hija de un ex soldado Irlandés que murió hace cinco años— ¡Aylen! ¡Sólo queremos jugar un rato!

Aylen se estremeció. Su estadía en este lugar siempre fue desesperante pero soportable. No tenía amigos por que la señora King, una ayudante y la que cuida a la mayoría de los niños huérfanos o en situaciones que sus padres no pueden mantenerlos más, al presentarla viéndole con desprecio dijo que su madre era una prostituta de baja calidad; Aylen sufrió mucho su trato, pero decidió ocultarlo.

Todos se escandalizaron y decidieron ignorar a la pequeña... Bien, en realidad Aylen no tenía ningún problema con eso, lo prefería, se encerraba en la biblioteca a pesar de apenas poder leer; No deseaba olvidar lo poco que Margaritte le había enseñado, pero todavía se le dificultaba mucho y nadie quería enseñarle.

Para cuando Aylen cumplió los nueve años, ya se había leído todos los libros de la biblioteca al menos dos veces. Era buena en los estudios y era callada pero educada si se ameritaba, sus modales en si eran exquisitos; Aun así, nadie quería adoptarla. No importaba cuan perfecta fuera.

Después de todo ¿quién querría a la hija de una prostituta? Muchos se interesaban en la adorable castaña, pero al ver sus papeles se escandalizan y elegían a cualquier otro.

En el caso de Tamar... Ella es demasiado problemática y está a punto de alcanzar la edad en que la casa-hogar ya no la acogerá más. Con dieciséis años es la mayor incluso de sus amigas de quince o menos. La frustración las hacía buscar un recipiente para desquitar su creciente ira.

Ya eran dos años desde que Tamar había elegido a Aylen como su juguete. Donde desquitar su odio. Ignorarla y asilarla ya no le satisfacía, entonces decidió empezar rumores. Todos en la casa-hogar creían que a sus doce años me he acostado con todos sus posibles adoptadores y esa es la razón por la cual sigo aquí. Indigna y sucia no merecía ser adoptada.

Aylen no sabía cómo podían creer tan alocadas tonterías.

Un día, enojada por la falta de reacción de Aylen. Tamar inventó el rumor que seducía a Frank, el novio de quince años de su mejor amiga, Ginger. ¡Era ilógico! ¿Cómo una niña de doce años va a seducir a un chico de quince años? Además, Aylen sabía que no tenía los atributos para seducir... No es que los utilizaría, pero ella se calificaba como una niña normal, pero sin atributos de mujer.... Una niña en cuestión, además de ser más virgen que el aceite de oliva.

Claramente Aylen sabía que eran las relaciones sexuales pues he estudiado un poco de todo, quizás mucho más que las demás debido a los borrosos recuerdos. Le parecía asqueroso. No deseaba que un hombre la tocara mientras la llamaba de todo menos por su nombre.

De igual manera, por ese rumor. Aylen se encontraba escondida, huyendo de Ginger y sus amigas.

—Hola, ¿se encuentra bien? —pregunta alguien de repente. Aylen apenas sofoca el grito en su garganta y da un pequeño salto hacia atrás. Alejándose del desconocido— Lamento haberla asustado.

Aylen se relaja un poco cuando ve a un niño de unos nueve años delante de ella; Cabellos castaños claros como rayos del sol, piel blanca como la porcelana, unas cuantas pecas en su aristócrata nariz, y sus ojos color plata. Ella no pudo decir nada.

—¿Eres muda? —pregunta con sus cejas fruncidas. No parecía más que confundido y sinceramente preocupado.

Aylen niega, todavía incapaz de formar una palabra

—Bien, por qué no se hablar su lenguaje —el niño sonríe de tal manera que ilumina el ambiente con su calidez.

Nunca había visto a ningún niño más bello que él, que pudiera desbordar amabilidad con sólo una sonrisa. No parecía de este mundo.

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