S I E T E

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                                               Miami, Florida. 4 años antes

Martin había cerrado un restaurante para nosotros. En la cocina hay una mesa con dos velas y rosas. Un camarero espera pacientemente en la barra mientras nos sonríe.

-Buenas noches, señores. Un placer tenerlos aquí, espero que disfruten de su cena.

Asiento y sonrío en forma de agradecimiento y me dirijo a la mesa. Martin me toma por sorpresa y me incita a quitarme el abrigo para colocarlo en la silla. Acto seguido me retira la silla y me indica que me siente. El camarero se acerca y deja una botella de champange y nos sirve la cena. No sé exactamente lo que es. Es uno de estos platos que se llevan tanto ahora que es todo muy minimalista y minúsculo y por si fuera poco, cuesta una pasta. Mi primer pensamiento es que voy a morir de hambre, pero tiene una pinta estupenda.

-Resumiendo te voy a decir que es carne, y muy rica. -Martin sonríe y me guiña un ojo.

-Te creo entonces.

El camarero se retira y  solo quedamos nosotros. No sé si comer o sonreir o qué hacer, pero él no para de mirarme y yo me pongo nerviosa.

-Comamos.

Martin no deja de observarme con atención y dulzura durante toda la cena. Cuando doy el último bocado, me retira el plato con elegancia y desaparece durante unos segundos. Oigo varios ruidos y por fin veo el reflejo de una luz. Aparece por el marco de la puerta con un plato, lleno de brownie y adornado con una bengala. Adoro el brownie y sonrío como una tonta.

-He oído por ahí que te encanta y he querido hacerlo hoy porque es un día especial. Pero antes de comer, tienes que hacer una cosa.

-¿Qué desea usted?

-Baila conmigo.

Una suave melodía engulle el silencio. Las notas empiezan a sonar suavemente y me tiende una mano que yo acepto. Al acercarme veo pequeños detalles en su rostro que nunca había visto. Posa su mano derecha en mi cintura y me recorre un escalofrío. Su mano izquierda agarra la mia con delicadeza y nos movemos. De vez en cuando me hace girar y girar. Creo que me pierdo entre la melodía, la voz y la alegría. Llega un momento en el que él se queda quieto y me mira fijamente. Sonríe. Acerca su cabeza y apoya su frente contra la mía, mientras seguimos bailando.

Y en aquel restaurante, en medio de una noche casualmente fría, solo se respira la cálidez que nos envuelve.


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⏰ Última actualización: Dec 12, 2016 ⏰

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