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Entre más pasa el tiempo, me doy cuenta, que cada vez es más difícil encontrar el amor.

Si bueno, todos tenemos está idea de que una vez que encontremos el amor, todo será más fácil.

Pero si hay algo de cierto, es que el sexo ha remplazado al amor, con eso de que tiene ciertas ventajas: Puedes tenerlo con quien quieras, como quieras y sin compromisos.

Pero, ¿es necesario el sexo? ¿O es necesario el instante ese, en el que tienes a esa persona entre tus brazos, en el que puedes combinar tu aliento con el suyo, mientras tienen el mismo ritmo cardíaco y llegan a la cúspide?

Lo necesario es el amor, no querer disfrazar su ausencia con sexo.

A veces confundimos los términos, o pensamos que con el tiempo, un sentimiento puede hacerse más fuerte. Pero, la vida me ha enseñado que no debo creer que lo que para mi es negro, para los demás, también lo es.

-¿Velarde? -Me llama la asistente del Doctor Torres, sacándome de mis pensamientos- Pase por favor.

Estoy en el consultorio más frío de toda la ciudad. Desde la asistente, hasta el Doctor Torres, especialista en ignorar a sus pacientes; me ponen de nervios. De no ser porque es el ginecólogo de confianza y recomendado por toda la ciudad (eso decía la sección de comentarios en Doctoralia) , la verdad, no vendría.

Pero tengo que recoger los resultados de mi examen de papanicolau, Si, cuando eres sexualmente activa, tienes que hacerlo cada año. No todo podía ser tan fácil, ¿verdad?

-Buenas tardes. -Saludé al entrar, pero apenas si murmura algo, que supongo que es un "Buenas tardes" y vuelve a concentrarse en el monitor de su computadora.

¿Este hombre alguna vez sonríe?

Cuando me siento frente a él, veo encima del escritorio un sobre con el membrete de un laboratorio químico, y supongo que son mis resultados.

El doctor por fin despega la vista del monitor de su computadora, abre el sobre y lee detenidamente su contenido con gesto torcido.

-Los resultados en general, son buenos -dijo justo cuando yo que pensé que se había quedado sin voz-, pero tendrá que comprar un medicamento y tomarlo por diez días.

No digo nada. Me quedo con pinta de estúpida mirándolo, mientras el me ignora y comienza a teclear rápidamente. Segundos después, me entrega una receta.

-Muy importante, no puede tener relaciones sexuales durante el tratamiento. ¿Tiene pareja? -asiento- Muy bien, porque él también deberá tomarlo.

-¿Cómo? ¿Por qué?

-Tiene Clamidia. Si sólo usted recibe el tratamiento, y su pareja no, hay un alto riesgo de reinfección.

-Pero... esa es una infección de transmisión sexual.

-Si, pero al parecer usted es asintomática.

-El año pasado que me hice el papanicolau, todo salió perfectamente bien.

-Regina, no entre en pánico antes de tiempo. Quizás su pareja también es asintomática. Pero por esa razón, es imperativo el uso del condón. Y otro punto: La mayoría de las personas que tienen clamidia no lo saben. Usted pudo haber contagiado a su pareja sin saberlo. A pesar de todos los estudios y demás, no podemos saber la verdad absoluta de quién fue el culpable. -Por primera vez en toda mi vida, lo veo que sonríe. Pero es una sonrisa mezclada con sarcasmo y suficiencia, que no me la puedo tomar a bien.

Los siguientes minutos, son un borrón. Simplemente guardo la receta y levanto mi trasero para salir casi corriendo del lugar.

Me arde el rostro de indignación.

Ni siquiera recuerdo haber pagado la consulta, ni como es que llegue al auto. Leo la receta una y otra vez, antes de encender el auto, como si en esas escasas líneas hubiera una explicación más detallada de lo estúpida que soy.

Tengo el presentimiento de que a Daniel, se le va a armar un lío gordo esta vez.

Y es que Daniel Almenti, mi novio, que está a punto de entrar en sus cuarenta y de humor cambiante, lleva saliendo conmigo casi un año. Al principio todo eran las mil maravillas, pero desde hace unos tres meses, la cosa se ha vuelto tirante.

A eso agréguenle que mi madre se ha opuesto a la relación que su hija, o sea yo, lleva con el antes mencionado.

Pero, ¿qué esperaban? Los chicos de mi edad, por alguna extraña razón ni siquiera me miran, pero los hombres maduros, me encuentran atractiva.

Regina 1 - Hombres de mi edad 0

Nos conocimos gracias a Ernesto, un amigo desde la secundaria, que resulta que es su sobrino. Digamos que la primera vez que vi a Daniel, tenía una cabellera digna de comercial, (que ahora es cosa del pasado) y me flechó. Pero todas somos impresionables a eso de los catorce años y además estaba casado. Pero nada me impedía fantasear un poco, ¿verdad?

Al final, tuvieron que pasar unos años, y un divorcio, para que finalmente se fijara en mí.

Por lo general a esta hora, siempre hay tráfico en la ciudad, lo cual retrasa la hora de que lo ahorque. Así que después de veinte minutos, llego a su oficina, y subo las escaleras, encontrando al responsable de mis problemas acostado en el sillón, dormido, con la boca abierta y baba incluida.

Ni siquiera me moleste en hablarle, sé que cuando duerme por la tarde, no hay poder sobrehumano que lo despierte.

Me siento en su escritorio y como siempre lo hago, a fumar uno de sus cigarros.

Se me ocurre llenar un vaso de agua y echárselo encima para que despierte. O en su defecto, meter su portátil en el inodoro.

Me duele demasiado esperar detalles de su parte y el hecho de que siempre sea segundo término en su vida, duele. Y debió de estar preocupado por mi papanicolau así como yo me preocupo por sus tontos resfriados, que siempre lo mandan a la cama. A veces un poquito de interés hipócrita, no estaría mal. Pero ni a eso llegamos.

Cuando me termino el cigarro, y después de mi último intento por hacer el suficiente ruido para que se despierte, me voy.

Tengo que parar en la farmacia para comprar el medicamento y de paso fingir en casa que todo está perfecto.

Diez Días sin SexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora